Comienza a ser imprescindible un nuevo “manejo” social. No sabemos aún qué nuevas apetencias y servidumbres nos traerá la vida digital y ni siquiera los muy creativos se aventuran a vaticinar nuestros deseos en 10 años. Sin embargo, algo está bastante más claro: vamos a tener que revisar los aspectos básicos de nuestro ABC personal y laboral queremos sobrevivir con éxito en próxima década.

Nos apetezca o no, sin saber desenvolvernos en estos tres ámbitos, quedaremos sin remedio fuera de juego.

La tecnología, perdiéndole definitivamente el miedo.

Si eres tecnofóbico o si te sientes fuera de juego en este partido, siento informarte de que lo tienes crudo. La tecnología ya no es exclusiva de ingenieros ni de informáticos. Todos tenemos que amistarnos con ella, al menos como usuarios “animosos” porque de otro modo, no podremos aprovechar las oportunidades que nos ofrece. Parece mentira, pero aún hay quien tiene que pedir que le saquen un billete de avión por internet, quien piensa que las redes sociales son todo postureo o que considera perro verde a quien pide comida a través de una App.

Yo diría que no basta ya con ser usuario. Eso sería como conocer las letras y ser capaz de escribir frases operativas sin ningún encanto. Creo que nuestro posicionamiento en relación con la tecnología y sus chismes, debería parecerse más a nuestra relación con la lectura. Deberíamos acercarnos a ella con apetencia, con ganas de aprovechar todo lo bueno que puede aportarnos, permitiéndole que nos transporte a otros mundos, que haga volar nuestra imaginación y que catapulte nuestras capacidades.

No se trata de aprender a programar, aunque todos deberíamos perderle el miedo a hacerlo. Sino de disociar entre el cómo funciona y el para qué sirve. Yo no sabría cambiar una rueda ni entiendo de motores y encima me oriento fatal, pero cojo el coche y llego (más o menos) a mi destino. Esa sería la idea.

La información, aprendiendo a apoyar nuestro trabajo y nuestras relaciones en ella.

Siempre ganaron puntos los capaces de buscar y obtener información de valor en cada momento. Aquello de que “la información es poder” sigue siendo una verdad como un templo. Sin embargo, dos cuestiones han cambiado.

Hoy marca diferencias quien, lejos de acumular datos sin orden ni concierto, sabe discernir cuáles necesita, para qué los va a utilizar y cómo va a hacerlo. Lo abundante de la información digital y lo barato de su almacenamiento nos ha convertido en verdaderos Diógenes digitales que guardan mil fotos, tropecientos mil archivos y que acumulan contactos en sus redes sociales, totalmente inservibles de puro desordenados.

Los datos son a la revolución digital lo que fue el carbón o el petróleo a la revolución industrial aunque lo que hoy garantiza el éxito no es la información per se sino el correcto aprovechamiento de esa información para la toma de decisiones. Sin acción no hay valor.

Y, como no podría ser de otra manera en la era del trabajo en equipo y la cocreación, ganan puntos quienes comparten aquello que poseen. Quienes se apoyan en ella para crear redes de valor y se acuerdan de sus contactos no sólo para pedir sino también para dar. Quien envía proactivamente referencias e informes a quien sabe que le podrán ser de utilidad. Quien hace del contenido motivo de conversación.

Las comunicación efectiva y empática, entendiendo que, pantallas mediante, somos personas que conectan con personas

Amenazados por robots y algoritmos de inteligencia artificial, nos vamos a necesitar los unos a los otros. Solo podremos aportar esa creatividad, ese espíritu innovador y esa pasión que nos requieren, y que al menos de momento son coto exclusivo de humanos, si aprendemos de verdad a colaborar, a coopetir y a cocrear.

Porque solo las personas somos capaces de generar acuerdos. Porque sólo las personas somos capaces de suscitar en el otro ese compromiso positivo que marca diferencias en nuestros proyectos. Porque sólo se lleva el gato al agua quien sabe ver cuáles son las fuerzas interiores que mueven a las personas.

Seguimos animándonos a estudiar o a hacer un máster. Pero no tanto a “pegar la hebra” con quienes están en nuestras antípodas, ni a lanzarnos con algo nuevo aun sabiendo que haremos un poco el ridículo. Gestionar a golpe de pliego de requisitos y de talonario ya no es suficiente porque no garantiza el éxito. Tras unos años de marcado individualismo, es momento de desarrollar la apetencia por la compañía, comunicando más para conocer mejor al otro y atrapando momentos para conectar.

Sólo haremos frente a un mundo más robotizado si fomentamos el acercamiento a través de las pantallas y no soledad frente a ellas.

Avanzar en un mundo aceleradamente tecnológico está al alcance de todos.

Aunque me temo que se nos acabó el pensar que colegio, universidad y máster nos dejaban niquelados para la vida profesional.

¿No os parece que urge redefinir nuestra alfabetización funcional?

@vcnocito