La situación que estamos viviendo estos días está dando lugar a una explosión del teletrabajo. Hemos pasado de ser solamente un 8% los españoles que teletrabajábamos de manera habitual a finales del año pasado a tener un 61,6% de empresas implantando el teletrabajo estos últimos días según datos de Randstad. Proliferan ahora los artículos que dan consejos sobre como teletrabajar: que si sigue una rutina y unos horarios, que si vístete como si fueras al trabajo, que si aprende a usar las herramientas y aplicaciones…pero sin embargo he visto pocos artículos que hablen de cómo tiene que adaptarse un jefe a esta situación nunca antes vista de teletrabajo masivo.
Porque igual que muchas empresas no estaban preparadas para una situación como esta, tampoco lo estaban muchos jefes, acostumbrados a una manera tradicional de hacer las cosas. Aquel jefe que al que le gustara poner un pie fuera de su despecho y ver a todas sus huestes trabajando afanosamente en la oficina lo debe estar pasando mal. Algunos tratan de sustituir esa sensación convocando una profusión de reuniones de coordinación o de lo que sea, que cualquier excusa es buena para reunirse. Otros envían ahora muchos correos a deshoras para dejar claro lo mucho que trabajan aunque estén en casa y tratan así de “dar ejemplo” para que su gente también esté conectada a todas horas y así “se mantenga la tensión”. Son aquellos que pensaban que el teletrabajo consiste en mucha tele y poco trabajo.
Creo que la cualidad más importante que tiene que tener un líder en estos tiempos de teletrabajo masivo es la empatía. Siempre ha sido una cualidad fundamental para ser un buen líder, pero ahora más si cabe. Hay que ser consciente de que esta situación no es la misma para una persona que vive sola que para alguien que comparta casa y por tanto lugar de trabajo con tres hijos pequeños. Seguramente ambos van a cumplir con lo que tienen que hacer, pero en diferentes momentos y a diferentes ritmos. Cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre, pero en la oficina hay una cierta uniformidad, se siguen una serie de reglas no escritas en cuanto a horarios, planes de trabajo o comportamientos sociales que se difuminan mucho cuando cada uno está en su casa. Por eso la empatía en los tiempos del teletrabajo es fundamental. Y la comunicación, pero no en plan arenga a las masas, sino persona a persona, porque ahora más que nunca se nota lo diferentes que somos y a cada uno hay que trasladarle mensajes distintos.
En estos tiempos en los que muchos “sobreviven” en sus casas tratando de compaginar el trabajo con las tareas domésticas, las riñas de los niños, los deberes del cole y mil cosas más el tener una buena organización y unos objetivos claros es fundamental. Esa es otra de las características que hay que pedir al jefe remoto: que organice bien el trabajo y que ponga unos objetivos claros al equipo para que cada uno sepa lo que tiene que hacer y para cuando tiene que hacerlo. Y luego cada miembro del equipo ya pondrá su ritmo para llegar al objetivo.
Al final todo se reduce a una palabra: confianza. Si un líder no confía en su equipo, mal vamos. Si no se fía de que vayan a hacer su trabajo por sí mismos sin necesidad de azuzarles con el látigo, esto del teletrabajo va a ser un desastre para todos. Un líder en remoto tiene que ser alguien que influya desde la autoridad moral, no desde el miedo a la bronca en su despacho. Realmente las virtudes del líder remoto son las mismas de siempre, solo que más acentuadas, así que yo aquel que era un buen líder antes ahora será visto como un líder extraordinario.