Todos los expertos coinciden en que, por culpa del dichoso coronavirus, vamos a entrar  en la peor crisis desde la II Guerra Mundial. Muchos millones de personas en todo el mundo están perdiendo sus empleos y los ingresos de miles y miles de empresas tardarán años en volver al nivel que tenían a principios del 2020. Pero de todas las crisis se sale. Así ha sido siempre y así será ahora. Lo que pasa es que hay empresas que saldrán más fácilmente que otras.

Aquellas empresas que confíen decididamente en el talento humano aun en tiempos de crisis serán las que antes se recuperarán, receta que es válida para empresas de cualquier tamaño y sector. Por ejemplo, si ese bar que hace una estupenda tortilla que atrae a docenas de personas cada día despide al cocinero responsable de esa tortilla por tener que cerrar ahora,  y cuando reabra no puede volver a contar con el cocinero por cualquier motivo, el bar quedará herido de muerte aunque haya pasado el virus. Si una gran compañía abre un ERTE a su plantilla y un brillante ingeniero decide aprovechar el momento para dar el salto a otra compañía sin ERTEs, la primera compañía quedará debilitada. Y así con todo.

Apostar por el talento es apostar sobre seguro. Quienes mejor pueden sacar a la empresa de un momento difícil son aquellas personas implicadas y talentosas que aporten lo mejor de sí mismas. Precisamente en tiempos de crisis es cuanto más se debería apostar por cuidar al máximo a aquel que te puede sacar del agujero.

Entiendo perfectamente al señor dueño del bar que tras semanas con cero ingresos y muchos gastos fijos no ve otra salida que despedir al cocinero de la tortilla. Quizá la situación sea tan desesperada que no tenga más remedio, pero desde luego debería tratar de buscar todas las vías posibles para evitarlo, no tanto por solidaridad, que también, sino porque el futuro de su negocio depende de ello.

Lo que también es cierto es que las crisis sirven para que aflore ese talento que en época de bonanza permanece oculto. Eso de que el hambre agudiza el ingenio que decía el Lazarillo de Tormes sigue vigente hoy en día. Igual que algunos de los líderes políticos más reconocidos de la Historia surgieron tras una enorme crisis como la II Guerra Mundial, esta crisis que están viviendo ahora las empresas está haciendo que se multipliquen las buenas ideas fruto del talento de la gente que trabaja en ellas. Desde restaurantes que te envían a casa ricos platos no del todo cocinados para que tú le des el último toque a tu gusto ahora que tienes más tiempo para ello hasta las librerías que aprovechan el Día del Libro para vender bonos prepago que podrán ser canjeados por libros cuando se recupere su actividad. Sólo dos ejemplos de cómo el talento es la mejor herramienta al alcance de las empresas para poder sobrevivir.

Y en especial, el talento más valioso en estos tiempos debe ser el talento digital, o lo que es lo mismo, la capacidad de entender y sacar todo el provecho posible a las nuevas tecnologías y no quedarse solo en el modo usuario. Porque es justo en estos momentos de dificultad cuando hay que ver que internet puede ser el salvavidas de las compañías porque se convierte en una fuente de clientes que, aunque no puedan salir de casa para desplazarse a nuestra tienda física, siguen necesitando nuestros productos y servicios. Y porque teletrabajar no consiste solo en configurar una herramienta para hacer videoreuniones, sino que se trata de saber compartir solo la información relevante sin hacer spam, de ir al grano en las reuniones en remoto para que los asistentes no te tengan de ruido de fondo o de mantener un horario razonable de trabajo fuera del cual ni debes molestar ni te deben molestar. La gente que tiene ese talento o habilidades digitales es ahora más valiosa que nunca

En resumidas cuentas, es lógico que la tentación ahora de muchas empresas sea minimizar los máximos costes posibles, incluyendo el coste de las personas, pero hay que tener mucho cuidado con ello porque prescindir del talento puede significar la ruina futura.