Durante años, los estudios de postgrado han sido la mejor apuesta de un profesional para mantenerse actualizado y empleable en su sector. Obteniendo, no sin esfuerzo económico y personal, unos conocimientos y un certificado que catapultaba para esa deseada mejora personal y profesional

Pero hoy ¿siguen teniendo sentido una formación y un título que no te aportan del todo aquello que piden las empresas?

Tengo excelente experiencia de mis estudios reglados. Pero trato con chavales recién incorporados al mercado laboral, quienes máster tras máster no consiguen un trabajo que cubra sus expectativas. Y con la frustración de las empresas que les acogen, por lo mucho que les cuesta hacer que aporten valor. Y también con compañeros “quemados” con ese programa de postgrado en el que habían puesto tantas expectativas, pero que no les ha hecho progresar.

Unos y otros están comenzando a lamentar el tiempo y el dinero invertido. Porque, reconozcámoslo, cada vez se traducen menos en aprender lo necesario para conseguir su objetivo: un trabajo o un ascenso.

Así que, necesitamos pedir más a los estudios de postgrado. Porque hoy por hoy existen desfases entre lo que ofrecen y las necesidades que quienes los cursan.

Las empresas necesitan nuestras habilidades por encima de nuestros conocimientos o títulos

La transformación digital demanda empleo con una fuerza sin precedentes. Sin embargo, hay un desajuste significativo entre los puestos de trabajo que la gente quiere y los que realmente están disponibles, ya que las habilidades que se requieren son diferentes a las que muestran los candidatos, incluso máster mediante.

Si además incluimos en la ecuación el hecho de que muchos de los trabajos de mañana no existen hoy, y que por tanto aún no se enseñan, la duda sobre el valor de las credenciales académicas se dispara. Algunas empresas, como Google, comienzan a cuestionarse en voz alta si las cualificaciones se traducen en potencial de agregar valor inmediato para el lugar de trabajo.

Quien cursa estudios, busca un trabajo mejor

La razón principal por la que uno vuelve “al cole” tras finalizar su educación universitaria es la de mejorar su actividad y sus ingresos.  Pero cada vez más, eres lo que haces con lo que sabes y las empresas te piden que lo demuestres con pruebas.

Más que profesionales lauredados, buscan hoy profesionales activos, apasionados y receptivos de lo que ocurre a su alrededor. Que , si no saben, no dudan en aprender. Que anclan su actividad en su mentalidad abierta e innovadora que asume el error como algo intrínseco y en su confianza en la inteligencia colectiva que les lleva a formar redes de conocimiento.

Y, aunque lógicamente, estas capacidades también se aprenden y se entrenan, no todos los postgrados, lamentablemente, aportan esas garantías.

Los estudiantes tienen expectativas poco realistas

Todas las instituciones comercializan sus programas con como un motor de crecimiento, empleabilidad y éxito. Comprensiblemente, esto produce altas expectativas, pero simplemente no es factible cumplirlas. Porque, tal vez no hemos asumido que no todo el mundo puede ser un líder, un CEO, un gerente o un experto de renombre en su nicho. Igual que no todo el mundo está hecho para el emprendimiento.

Querer no siempre es poder.  Y si nuestros talentos autopercibidos superan nuestros talentos reales, por muchas “maneras” que aprendamos en un curso, seguramente estamos destinados a un trabajo por debajo de lo soñado. Y en ello, ya poco o nada tiene que ver la institución.

Las instituciones están abordando con compromiso su transformación

Porque tenemos en ellas excelentes profesores. Comprometidos con la necesidad de responder al cambio que se está produciendo en los profesionales que son sus alumnos.

Porque, como alumnos, hemos pasado de demandar nuevos conocimientos a necesitar aplicabilidad y rendimiento a lo que aprendemos. Además de aprender de finanzas o de marketing digital, necesitamos incorporar una metodología de aprendizaje continuo para toda la vida.

Porque asumiendo que, cuando sales por la puerta, lo que has aprendido ya se ha quedado obsoleto, más que una lección magistral, lo que hoy nos aporta es un profesor-influencer, un experto que sea una referencia ahora y en el futuro para cada materia.

Y porque cuando hay que seguir aprendiendo todos los días, más que en un título, el valor de acudir a un postgrado, está en la oportunidad de pertenecer a una comunidad de aprendizaje. En poder sentarnos alrededor de una “hoguera de confianza” en la cual podamos cada uno desarrollar “en compañía” nuestro plan personal de aprendizaje. Aprendiendo de todo y de todos.

Dicen que el 52% de los profesionales que hoy estamos en activo vamos a necesitar formación en los próximos 5 años si queremos conservar nuestro trabajo. Alguna vendrá de la empresa en la que trabajamos, pero la mayoría tendremos que formarnos por nuestra cuenta.

Y en este proceso, la ayuda que proporciona un profesional experimentado que comparte la realidad que vive, tiene más sentido que nunca. Sentarse con quien haya asumido la cuestión crítica de que el mañana (el hoy me atrevería a decir) pertenece a quienes se acercan con intención de incorporarse a una espiral continua de aprendizaje, no tiene precio. Ya que el éxito cada vez menos se define por un título o un cargo y cada vez más por el potencial y la capacidad de aprender, de compartir y de aplicar lo aprendido.

Asumir el cambio en el modelo de aprendizaje que nos impone la transformación digital no es fácil.

Así que, ¿Quién se atrevería a despreciar el lujo de que te enseñen a hacerlo?

@vcnocito