Dicen que nadie es tan importante como cuenta en LinkedIn, ni tan feliz como aparenta en Facebook, ni está tan cabreado como demuestra en Twitter. El ecosistema digital nos permite, gratis y sin pestañear, llevar nuestro ego a la máxima expresión, dando una imagen falsa de nosotros mismos.

¿Es internet puro postureo? ¿Es cierto que los “honestos” que “no saben venderse” están completamente fuera de las redes sociales?

Pues no…. No, no y mil veces no.

Una foto nunca es la realidad, pero algunas la reflejan mejor que otras.

Sinceramente, presumir y hasta exagerar al contar algo que hemos hecho es tan natural como respirar. No sólo es inevitable, pues es producto del subidón de haber conseguido un logro, sino que no me parece que sea tan malo. Lo hacemos todos (sí tú también) y en todas las oportunidades. No solo en las redes sociales.

La objetividad absoluta nunca existió, así que no la voy a defender a estas alturas. Lo que no es aceptable es que tus “pistoseos” sean otra cosa que destellos puntuales. El hiperexibicionismo, el automombo y el ombliguismo cargan y hartan a María Santísima.

Pero, como en la viña del Señor, en las redes sociales hay de todo.

Hay personas valiosas y coherentes, que comparten su conocimiento de modo interesado (pues tratan de vivir de ello) pero generoso. Que lógicamente cuentan sus logros porque intentan, con gran esfuerzo, crecer profesionalmente. Y auténticos gilip*** que predican una cosa y hacen la contraria sin haber siguiera cerrado sesión. Que simulan sin rubor, que mienten como bellacos y que roban contenidos sin despeinarse.

No confundamos falsa modestia con humildad

Una de esas personas valiosas, Paco Alcaide, me convence de que, “lo que no se conoce, no existe”. De que “No basta ser bueno y poner tu talento en acción, sino que además tienes que preocuparte por comunicarlo y por hacer que los demás se enteren”. De que “el auténtico talento es la suma de dos cosas: saber hacer y poner en valor lo que uno sabe hacer”.

Porque nadie llega lejos sin una sana autoestima que le indique quién es y qué valor diferencial posee. Y como bien señala otra de mis referentes, Elena Arnaiz (no os perdáis su post “no sabes cuál es tu talento porque no escuchas”), necesitas compartirte con otros para descubrir tu talento. Porque, como ella bien apunta “En general, ninguno de nosotros tenemos la capacidad de observarnos con objetividad. La diferencia es que hay personas que tomamos las opiniones de los demás y las sometemos a estudio sobre nuestros talento y hay otras que nos son capaces”.

La clave está en cómo compartimos eso que somos. En donde termina la “puesta en valor” y dónde empieza la impostación. Es una cuestión de grados. Un poco de ácido hialurónico seguro que te sienta bien, llevar cara de muñeca es grotesco y provoca rechazo.

Se pilla antes a un mentiroso que a un cojo

Puede que lo virtual haga muy fácil crear una imagen distorsionada de quién eres. Pero no es posible sostener una trola de calibre mucho tiempo. O eres un mago del engaño o más pronto la verdad del barquero asoma entre líneas. Quienes, escasos de méritos (y tal vez de valores) buscan notoriedad facilona, se ven descubiertos en el minuto dos. Tal vez no en el uno, pero no duran mucho sin que descubramos que van desnudos.

Reconozco que seguí entusiasmada a gente que resultó ser un bluff. Que Incluso que resultó ser peor, pues no sólo no era quien decía ser, sino que no se ruborizaba haciendo pasar por suyas ideas y contenidos de otros.

Porque a quien ofrece lo que realmente es, aun cuando lo aderece a veces, se le distingue por su capacidad de escucha, por su empatía, por como baja a la tierra para detenerse a dar las gracias hasta al más anónimo de sus seguidores.

Usa la prueba del algodón

Es fácil engañar en lo que haces, pero no en lo que sientes. Y quien, como Eva Collado (otra de mis referencias en las redes), lleva verdad dentro comparte no sólo hechos, sino reflexiones, sentimientos, imperfecciones y hasta grandes errores. Nunca desprecian a nadie, no dejan un solo tuit sin contestar ni una solo mención sin agradecer. Cuentan simple y llanamente lo que les sucede.

Y, sí, a veces lo hacen con un “toque” que busca el reconocimiento…

¿Y qué? ¿Tú nunca has necesitado que te aplaudan?

El postureo 2.0 puede ser cargante, pero no es grave.

Porque pillas en un par de clics a quien nada aporta. A quien se cree por encima de los demás, a quien roba medallas que no ganó y a quien importa un pepino lo que digan o hagan los demás.

Y porque tiene fácil arreglo. Nadie te obliga a seguir a nadie.

Quienes desoyen las redes sociales porque creen que son un nido de ególatras (que haberlos, haylos) no las conocen. Ignoran que la empatía es imprescindible para ejercer cualquier liderazgo. Hoy más que nunca, eres lo que demuestras, no lo que dices que eres.

Así que, por mi parte, trato de compartir con toda la honestidad de que soy capaz. No sólo dando a conocer lo que yo puedo aportar sino apoyando a quienes sé que aportan de verdad.

Sabiendo, y haciendo saber, que no estoy limpia ni de brotes ególatras y ni de confesas ganas de epatar a veces.

Conste alto y claro. ¿Tú lo estás?

@vcnocito