Que me perdonen los futboleros, mi querido Roberto el primero. Porque nunca pensé que la gran lección moral que, a mi juicio, la empresa española necesita recordar, vendría de este mundo. Ni que sería el presidente de la federación española de futbol quien me regalaría este maravilloso título para un post.

“Son tontos, ¡vamos a perder el mundial!… Que lo echen luego”. No consigo que mi hijo de 13 años, a quien nada haría más ilusión que ver a España con dos estrellas en su camiseta, entienda que las formas son tanto o más importantes que los resultados, reales o potenciales. Porque las reglas morales y éticas que rigen los comportamientos de los países y de las empresas son las que marcan el tono vital de las mismas.

Por ello, agradezco infinito ver en los medios a un jefe que despide al mejor de sus empleados no por falta de resultados, sino por falta de formas. Me encanta la fervorosa conversación que se produce al hilo. Pero, lo reconozco, me espanta ver votaciones donde gana el “que primero que ganen y luego si quieren, que lo echen”.

Porque no todo vale. Ni en la vida ni en la empresa. Y constato al hilo de este debate nacional que estamos demasiado acostumbrados al “da igual cómo lo hagas” mientras consigas el hito que te han marcado, a rendir cuentas más por las fotos en las que consigues salir que por los cadáveres que vas dejando en el camino.

¿Tú contratarías a alguien que deja su proyecto anterior sin pestañear, sin preavisos y sin negociaciones de traspaso?

Yo no.

Las formas determinan el carácter de una empresa

No por casualidad, ética viene de la palabra griega ethos, que significa carácter. Las personas somos el eje vertebrador de nuestras empresas. No es la tecnología, ni los productos o las estrategias comerciales lo que las define. Somos las personas con nuestros comportamientos quienes marcamos el rumbo. Una empresa que valora la amabilidad, penalizando los comportamientos malhumorados, tendrá sin duda una atención al cliente excelente, aunque no sea capaz de resolverlo todo.

Y resulta que, como monitos de imitación que somos, los profesionales nos formamos en lo técnico y en lo moral aprendiendo de lo que vemos a nuestro alrededor. ¿No habéis observado como cambia el tono del equipo con cada cambio de jefe? Cuando tu jefe habla a gritos, tarde o temprano todos haréis lo propio. Y si él o ella devuelven sin pestañear los regalazos de suministradores, ¿Quién tiene cara para aceptar esa invitación «subidita de coste»?

Una ética empresarial clara es un valor humano pero también es un valor comercial. Pero imponerla con el ejemplo no sólo es misión de jefes y responsables de recursos humanos. Es tarea de todos. De cada uno en su ámbito de actuación.

Quien calla, otorga

Puede que las acciones de los mandos se vean más. Pero todos debemos hacer un ejercicio de responsabilidad y coherencia con nuestros actos. Por coherencia, por honestidad y por transparencia, todos estamos obligados a dar la cara comunicando de primera mano a todos los afectados las decisiones profesionales que hayamos decidido tomar y, hasta donde consideremos, explicando los motivos.

Pero creo que el ejercicio de responsabilidad no sólo debe limitarse a nuestras acciones, sino que incluye también nuestros comentarios y valoraciones. Sé que me repito como el ajo cada vez que digo creer que todos tenemos una responsabilidad educativa con el mundo que nos rodea. Que tanta culpa tiene quien la hace como quien la permite.

Lo cierto es que, nos guste o no, quien calla, otorga. Por ello, aun cuando valor sea un segundo nivel de responsabilidad frente al hecho de actuar, no creo que sea buena cosa ,ni para nosotros ni para la empresa, ese «mirar hacia otro lado» ante comportamientos poco profesionales de jefes y compañeros.

No siempre puedes elegir lo que haces, pero siempre puedes elegir cómo lo haces.

Yo no pretendo que rechaces la oferta profesional de tu vida sólo porque llegue dos semanas después de una renovación de compromiso. Digo que lo hables, que lo negocies, que trates de mirar por el impacto y también por la dignidad de todos los implicados. Que asumas tus decisiones en primera persona y que seas el primero en dar la cara.

Supongo que sólo un idiota diría que no a la posibilidad de ser entrenador del Real Madrid. Cualquier jefe entenderá  que las oportunidades surgen cuando surgen y que es de buenos profesionales no dejarlas escapar. Pero, las empresas y las instituciones hacen bien en no permitir que los objetivos estén por encima de las personas. A la larga, no será bueno, ni para la empresa ni para el profesional, conseguir sus metas a cualquier precio, haciéndolo sin gestionar la comunicación pública y sin consensuar las transiciones.

Yo creo en que las personas tenemos una capacidad infinita para el dialogo. Que todo se puede hablar porque seguro que juntos llegaremos eso que hoy se llama un win-win y que no es otra cosas que una manera de gestionar los “conflictos” que nos contente a todos.

Sólo si cada uno de nosotros nos tomamos en serio la ética, conseguiremos construir una realidad profesional donde  el equipo y el proyecto compartido estén por encima de cualquier ego. Cierro con la otra gran lección que el mundo del fútbol me ha regalado esta semana. “Representamos un escudo, unos colores, una afición, un país (aquí léase una empresa). La responsabilidad y el compromiso son con vosotros y por vosotros (aquí, compañeros). Ayer, hoy y mañana, juntos: Vamos España (y aquí que cada cual ponga el logo de la compañía que le paga)».

Ahora podéis pestañear. No ha sido Roberto quien ha escrito este post 🙂

@vcnocito