Ha dimitido Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid. Motivos aparte, me impresiona leer que Rajoy, su jefe, le dio la orden de hacerlo «en diferido» a través de la secretaria general del partido. Me da qué pensar sobre cuál es la mejor manera de dar malas noticias a tu equipo.

¿Estamos obligados a dar explicaciones cara a cara a los afectados cuando tomamos decisiones negativas que les afectan?

La primera lectura es obvia. Si quienes deben dar ejemplo ético y ciudadano no lo hacen, será que no lo es, que basta con enviar un emisario, se llame Cospedal o como se llame. No es infrecuente ver en la empresa cómo de las malas noticias se encargan los mandos intermedios que tal vez no hayan tenido ni arte ni parte en ese traslado forzoso o en la denegación de esa justísima subida de categoría que llevas años reclamando.

Tal vez yo sea una chapada a la antigua, pero creo que no dar la cara, evitando explicar tus decisiones a tu equipo, sobre todo las que les afectan en negativo, está mal. Muy mal.

Y que, además, es de tontos.

Juicios morales al margen, he visto (menos veces de las que me gustaría, es verdad) cómo se gana talla moral cuando asumes comerte el marrón y apechugar comunicando la mala nueva al destinatario en persona.

Porque cuando te escondes detrás de un plasma, de un email, o de un jefe intermedio pierdes una gran oportunidad para demostrar que eres no sólo el jefe sino que eres el líder. Será incómodo, no lo niego. Pero cuando asumes tus decisiones más peliagudas y las explicas directamente al afectado, todo es ganar.

¿Qué ganas comunicando en primera persona tus decisiones más duras?

En contra de lo que pudiera parecer, ser generador de malas noticias no necesariamente tiene que ser malo para ti. Cierto es que todos desearíamos gestionar en la abundancia, con un equipo que curra a tope y al que no se le pueda poner un pero. Pero eso no es la vida real y muchas veces o es necesario prescindir de personas o simplemente no es posible tratarlas con toda la justicia que se merecen.

Y hay que elegir. Cuando coges el toro por los cuernos, tomando en primera persona decisiones necesarias, demuestras criterio.  Dejar que las cosas se pudran y ser resuelvan por timeout no suma a tu autoridad. Todo lo contrario. A estas alturas de la película, todos sabemos ya reconocer el valor positivo de la prudencia y la templanza. Y también la indecisión y la

falta de seguridad. Nos nos dan gato por liebre.

Y (creo) que hay que dar la cara. Porque haciéndolo no sólo demuestras tu valentía, tu coherencia y tu honestidad, es que además demuestras afecto. Sí, puede que hoy tu rendimiento no sea suficiente para continuar contando contigo, pero al menos, tu organización se molesta en explicártelo cara a cara.

Quienes penséis que no es consuelo, parad un segundo. Espero que nunca hayáis sido despedidos… pero ¿nunca habéis sido “desplazados” de un proyecto o de un proceso de selección sin más explicaciones? ¿No os hubierais sentido mejor, y sin duda, pelín más apegados a la organización si alguien se hubiera sentado, palmadita en hombro, a explicaros el por qué?

Las formas importan

No sé de dónde hemos sacado esa idea errónea de que solo comunicar buenas noticias trae réditos positivos. En las malas noticias también hay formas. Y ganancias, aunque no se vean a primera vista.

Asumir públicamente y en primera persona una decisión dura es un acto de valentía y de respeto hacia los afectados. No hacerlo demuestra una falta de inteligencia estratégica supina priorizando el beneficio a corto plazo en aras esa influencia y la autoridad moral tan necesaria para llevar a buen término proyectos en la empresa.

Porque, sin mucho tardar, todo el mundo sabrá que fuiste tú quien tomó la decisión. Ya se encargará el mensajero de “echar balones fuera” contándolo a la primera de cambio. Y porque las personas nos movemos por emociones. Y aun cuando lo que nos vayan a dar sea una hostia, preferimos que nos la den en persona. Que al menos, se molesten en dar la cara. Y si puede ser, aunque sea falso, que nos den un abrazo de despedida.

No dar la cara merma nuestro prestigio profesional.

Si cada uno en nuestro ámbito, preferimos no pasar la más mínima molestia y callar o «mandar recados» con aquello no tan bonito que tengamos que comunicar, estamos obviando que todo lo que hoy es cómodo se convertirá, sin mucho tardar, una merma en nuestro prestigio profesional. En lo técnico y en lo moral.

La lectura que este tipo de situaciones tienen en el resto del equipo es demoledora. ¿Cómo vas a comprometerte con nada ni con nadie si ves que en tu equipo se abraza y se aplaude con desmesura hoy y se echa a las mismas personas a los pies de los caballos antes de que acabe la semana?.

Lo que acaba sucediendo es que no te crees nada ni a nadie. Y eso es una pena. Que, aun sin pretenderlo, tendrá impacto en resultados.

@vcnocito