¿Alguna vez os habéis planteado la cantidad de correos que recibís al día? Seguro que sí, porque la queja de “tengo la bandeja de entrada que echa humo” es un recurrente para la mayoría de los que trabajamos en una oficina. Pero como contrapunto, no estaría de más que nos planteáramos la cantidad de correos que todos y cada uno de nosotros enviamos, ¿no?
Nos quejamos recurrentemente de este problema, pero resulta que muy poco hacemos por ponerle fin. Más bien al contrario, lo retroalimentamos: que nos mandan un correo, pues ahí vamos nosotros que respondemos con otro en el que, además, copiamos a 4 ó 5 personas adicionales. Ahí va.
Y de facto, creo que lo más grave no es ya el tiempo que perdemos y que hacemos perder a los demás, sino todo lo que nos perdemos por el camino en la comunicación por correo. Según muchos expertos en comunicación (entre ellos el antropólogo Edward T. Hall), en una conversación más del 60% es lenguaje corporal. El lenguaje escrito podrá transmitir información y datos, pero deja de lado emociones, estados de ánimo y actitudes personales, con lo que nuestra capacidad de influencia y convencimiento sobre los demás cae en picado.
La comunicación cara a cara incrementa la implicación y el sentimiento de pertenencia.
El cara a cara mejora el vínculo y la implicación de nuestros interlocutores. Y esto debemos tenerlo siempre presente a la hora de decidir si algo lo ponemos en un correo o si merece la pena levantarse del asiento para pedirlo o para contarlo. Haz la prueba y observa las reacciones y los resultados que produces en los interlocutores:
- Por muchas mayúsculas, signos de exclamación y marcas de prioridad alta que le pongas a tus correos, nada como tu cara y tu tono de voz para trasladar la urgencia real de un asunto. Eso de “una imagen vale más que mil palabras” seguro que aquí es aplicable, y tu simple presencia física para pedir algo moverá a la acción a tu interlocutor, máxime con lo poco acostumbrados que estamos últimamente a eso de que alguien se acerque hasta nuestro sitio a pedirnos algo.
- No hace falta forzar situaciones, ni hacerte el simpático con personas con las que tienes nula relación personal, o con las que definitivamente te caen mal; pero si hablamos de relaciones “normales” con compañeros, seguro que el hecho de conversar cara a cara crea ciertos lazos personales. Normalmente se añadirán a la comunicación frases o comentarios corteses que no pondríamos por escrito.
- Atento a las caras que ponen tus interlocutores. Por correo te lo pierdes, pero cuando hablas con alguien directamente obtienes un montón de información simplemente mirando sus gestos. Sabrás si lo que le pides le ha caído bien, si le parece un petardo, y podrás confirmar fácilmente si lo ha entendido por completo o sólo a medias. Información mucho más rica que por escrito, y de primera mano.
- Pedir algo cara a cara da lugar a que los demás participen, a que se genere discusión, y por ello tu interlocutor se sentirá más implicado en la tarea. Pon en valor tu capacidad de seducción para que así sea. El “cara a cara” es mucho más cálido que un correo.
Fíjate que hasta ahora he destacado los beneficios de ahorrarte correos para comunicaciones internas exclusivamente; pero, ¿te has planteado alguna vez cómo podría mejorar la relación de tu empresa con sus clientes si en vez de tanto correo fuésemos capaces de visitarlos y charlar? Obviamente esto no es posible en muchas empresas, por volumen de clientes y las dimensiones de nuestras fuerzas de ventas. Pero sí es cierto que el envío de muchos correos acaba saturando a los clientes y puede ser incluso contraproducente (máxime cuando no tienen opción a contestar y nadie les ha preguntado previamente si les interesa el tema concreto que les cuentas).
Comunicar con un eMailing es barato, pero puede acabar saliéndonos muy caro.