Define el diccionario que la lujuria es “el deseo excesivo del placer sexual” y quizá puedas pensar que esto tiene poco que ver con lo que es el día a día normal en tu oficina… pero no te creas. Seguro que todos conocemos casos de parejas que se conocieron en el trabajo y llegaron a formalizar una relación estable y duradera. Pero es que además el trabajo es el sitio preferido para “echar una canita al aire”. Según una encuesta hecha entre los usuarios de una de esas webs especializada en “aventuras discretas”, el 51% de los hombres y el 42% de las mujeres han sido infieles con un compañero al menos una vez durante su trayectoria profesional. Como anécdota, en la encuesta se reflejaba también que las infidelidades laborales aumentaban entre aquellos que tienen una edad terminada en “9” (29, 39, 49 años…). Ya se sabe, la depresión por cambiar de década.
Y es que pasamos muchas horas al día en la oficina con personas que normalmente son más o menos de nuestra misma edad, formación y status social, y vivimos junto a ellas situaciones de stress, de decepción o de alegría por el éxito de un proyecto… y claro, aunque el rico refranero español desaconseja en muchas ocasiones mezclar trabajo y amor, también dice que “el roce hace el cariño”.
Por otro lado, es innegable que el aspecto físico influye en el trabajo. Aun hay ofertas de trabajo que piden como requisito que el candidato tenga “buena presencia” y de vez en cuando vemos en los medios de comunicación denuncias de personas que alegan probablemente con razón que fueron despedidas o no fueron contratadas por su aspecto físico. Y aunque parece en primera instancia que el ser guapo te va a ayudar a tener éxito laboral, yo no lo tengo nada claro. El mito de la rubia tonta o del tío cachas con grandes brazos y cerebro pequeño está muy arraigado. De hecho, hay expertos en selección de personal que sostienen que un rostro demasiado atractivo es asociado a una imagen de poca seriedad y preparación, y por tanto tienen más difícil progresar en su carrera profesional.
A este respecto se hizo un estudio en la universidad Ben-Gurion de Israel para investigar hasta qué punto es importante el ser guapo o no en un proceso de contratación. Para ello, confeccionaron 5.312 currículum para 2.656 ofertas de trabajo reales, con lo que mandaron dos currículum casi idénticos para la misma oferta con solo una diferencia entre ellos: la foto. En uno aparecía un hombre o una mujer del montón y en otro una foto de alguien significativamente guapo. El resultado fue que los currículum de hombres atractivos recibieron casi el doble de llamadas que los que tenían la foto de un hombre corriente. Lo llamativo fue que en el caso de las mujeres, las más atractivas recibieron un 22% menos de llamadas que las menos atractivas. Los autores decidieron investigar también quien había hecho la selección de personal, y comprobaron que el 90% de los que hacían esa primera criba eran mujeres jóvenes de entre 23 y 34 años, muchas de ellas sin pareja.
Al final, queramos o no, hay mucha gente que se comporta de manera diferente en el trabajo si trata con un hombre o con una mujer atractivos. No creo que pueda llamarse lujuria en la mayoría de los casos, pero es así. En los tiempos en los que en mi anterior empresa yo trabajaba en asistencia técnica, nuestro jefe se preocupó de que a las tensas reuniones con el departamento comercial siempre asistiera una compañera que, digamos, no pasaba para nada desapercibida, siendo ella la encargada de llevar la relación con los comerciales. Fue bastante evidente que dicha relación mejoró significativamente desde que esa compañera se hiciera cargo del tema. Naturalmente, si esta chica hubiera sido una inepta, esa decisión hubiera acabado en desastre, pero como no lo era sino que en realidad era de los mejores, todo fue estupendamente. Quizá fuera una medida que se puede calificar de sexista, pero ella consiguió aprovechar una cualidad (ser guapa) que para la mayoría de los interlocutores no tenía ninguna importancia pero que en ese momento y situación concretos sí se valoraba. A partir de ahí, su preparación y su talento hizo el resto.
En conclusión, creo que sí suele haber una cierta dosis de “lujuria” en la empresa, si bien esa palabra se queda grande en la mayoría de los casos. Se trata como en tantas otras ocasiones de saber manejar cada situación con mano izquierda y tratar de adaptarse al entorno en el que nos movemos y aprovechar nuestras fortalezas en nuestro propio beneficio.