Alucinante como pasa el tiempo, sí. Y resulta que los que somos padres ya tenemos encima las vacaciones escolares y lo tenemos que gestionar. Nuestras vacaciones son menos de la mitad de las que tienen los niños, y no queda otra que hacer malabares.

Parecen infinitas las posibilidades para tener a los enanos controlados durante la época estival: campamentos de fútbol, baloncesto, natación, equitación, tirolinas, en inglés, francés, chino mandarín, con música, jota aragonesa, flauta travesera, teatro, circo… En el colegio, en la sierra, urbanos, en la playa……

Pero en realidad si hacemos una abstracción, las posibilidades no son más que dos para nuestros pobres retoños: o van a un campamento, o se aburren en casa, ¿no es así? Y este es el punto al que yo quería llegar, al del ABURRIMIENTO. El aburrimiento como contrapunto a realizar actividades continuamente tutorizadas, por lúdicas que puedan resultar para los niños. Personalmente creo que es una muy buena opción, al menos para una parte del tiempo.

Seguro que con la entradilla que acabáis de leer habréis llegado a la conclusión de que hoy toca «conciliación», pero no es el caso.

Hoy lo que toca es hablar del aburrimiento, porque personalmente creo que es sanísimo.

El aburrimiento fomenta la creatividad, y no solo en los niños. Y resulta que la creatividad es uno de los pilares de la innovación, tan fundamental en cualquier empresa. De hecho, y esta es la propuesta de hoy, creo que sería muy bueno que contásemos de vez en cuando con tiempo para aburrirnos como empleados; para aburrirnos seriamente, con el beneplácito de nuestros jefes y con la misión de innovar en nuestro ámbito en la empresa. El producto, la comercialización, los procesos, las herramientas… Todo es susceptible de mejorar con la innovación.

En mi opinión, todos somos creativos de alguna manera. Pero es fundamental que para poder desarrollar esa creatividad nuestra empresa nos dote con los recursos adecuados. Un lápiz, un papel (lo mismo lo podemos sustituir por una pizarra digital o un PC), y lo fundamental:

el tiempo; tiempo para aburrirse pensando en la innovación y en las mejoras que podríamos poner en marcha.

Tiempo en el que nadie nos interrumpa ni nos distraiga de nuestro aburrimiento. Tiempo que no tengamos que compartir con nuestras tareas rutinarias del día a día y en el que podamos permitirnos el lujo de quitarle el sonido al teléfono y cerrar el correo.

Seguro que para la mayoría de las empresas no sería una medida muy «políticamente correcta» pagar sueldos a un conjunto de personas cuyo trabajo no genera un beneficio económico absolutamente medible y directo. Pero de hecho creo que sería muy beneficioso en cualquier entorno empresarial, y no solo en empresas dedicadas a la investigación, destinar una parte de la inversión anual a sustentar un equipo de «aburridos».

En fin, ya sé que esto es un canto al sol, y que hoy por hoy esto que planteo es impensable. Pero seguro que cada uno podemos hacer al respecto:

muchas veces le he oido a mi amiga @vcnocito una frase que me parece absolutamente reseñable y que, si bien yo se la suelo aplicar a mis hijos cuando se quejan, creo que es aplicable también a cualquiera como empleado en una empresa: «sólo los tontos se aburren». Que nadie se ofenda (¡¡yo misma me podría ofender, que soy la primera que muchos días me planteo lo aburrido que es mi trabajo!!), pero es que creo que si nos pagan un sueldo no estamos en disposición de aburrirnos. Bueno, de aburrirnos sí, pero con el objetivo claro de innovar en ese tiempo.  Aprovechemos nuestros momentos de aburrimiento para pensar en cómo mejorar.