Encontrar la felicidad en el trabajo es el objetivo último de todo profesional. Su máxima expresión sería desear que los festivos o los puentes pasen rápido porque prefieres estar en la oficina antes que en casa o renunciar a días de vacaciones para ir a trabajar, ya que tu actividad preferida en la vida es esa, ir a trabajar.

He exagerado un poco (pero solo un poco, porque sí he conocido gente que reconocía abiertamente que prefería estar en la oficina antes que en casa), pero está claro que todos queremos, como decía un amigo mío, llegar a ser razonablemente felices en el trabajo. A fin de cuentas, pasamos unas 8 horas al día allí, luego más nos vale tener un cierto grado de confort o felicidad porque si no, mal vamos.

Conozco gente que es realmente feliz en su trabajo. Se les reconoce porque son gente que habitualmente no tienen inconveniente en hacer algo que exceda de su estricta obligación si con eso echan una mano a un compañero o resuelven un problema, y sobre todo, porque tienen buen trato con todo el mundo y siempre están siempre de buen humor en la oficina. En el polo opuesto, también conozco gente que es realmente infeliz en el trabajo. Los síntomas son exactamente los contrarios: no les pidas ni un milímetro más de lo que están obligados a hacer porque no lo van a hacer y además se pasan el día gruñendo por todo y con cara de haba. Lo malo es que la infelicidad en el trabajo es contagiosa, yo diría que más contagiosa que la felicidad. Tener a alguien que no está contento 8 horas al día junto a ti acaba amargándote el día sin remisión.

¿Qué hacer entonces para encontrar la felicidad en el trabajo? Supongo que si tu oficio es limpiar alcantarillas en Bombay, cualquier frase del estilo “ve al trabajo con una sonrisa” es baladí porque tu trabajo es, directamente, uno de los peores trabajos del mundo (hay rankings sobre ello en internet). Pero como estoy casi seguro de que entre nuestros lectores no hay ningún limpiador de alcantarillas indio (un saludo para él o ella si hubiera alguno) creo que algo sí podemos decir.

Lo primero, ser conscientes de que nuestro pero día en la oficina es mucho mejor que el mejor día que haya vivido nunca ese limpiador de alcantarillas que decía antes. Seguro que hay gente que tiene motivos para quejarse con fundamento porque ir a su trabajo es una tortura. No obstante, la mayoría de las veces nos quejamos un poco de vicio, reconozcámoslo. He visto gente que protestaba porque su nueva plaza de parking a quedaba a 5 minutos del ascensor que le lleva a su mesa, otros estaban indignados porque habían pasado a sentarse 2 metros más retirados de la ventana de lo que estaban antes, o también hay malos rollos cuando la empresa da un smartphone nuevo a tu compañero y a ti no, aunque el tuyo aun funcione perfectamente. Son cosas un poco infantiles, que es cierto que no gustan en un primer momento, pero hay que darse cuenta de que no son importantes y que por tanto no debemos dejar que empañen nuestro bienestar.

Después, siempre hay que intentar quedarse con la parte del trabajo que sí te gusta y tratar de olvidarte de lo que te hace menos feliz. Hay épocas en las que el contenido de tu trabajo se ha vuelto más aburrido, pero sin embargo te sigue quedando el trato con esos compañeros tan estupendos con los que llevas tanto tiempo trabajando. Pues nada, cuando suene el despertador por la mañana piensa en las risas que te echarás a la hora del café o de la comida y no en ese manual tan aburrido que tienes que escribir. O al revés, quizá el ambiente de trabajo no es el mejor pero sin embargo tu trabajo te apasiona. Puede que entonces la solución sea tirar de unos buenos auriculares donde suene la música que te gusta y concentrarte en tu trabajo. Casi siempre suele haber una tabla de salvación a la que agarrarse en tu día a día para que éste sea más llevadero.

Y por último, si definitivamente has llegado a la conclusión de que tu trabajo merecería estar en esos rankings de los peores trabajos del mundo que puedes encontrar en Google, no tengas miedo al cambio. Me asombra como hay gente que se pasa la vida quejándose amargamente de su trabajo sin hacer absolutamente nada para salir de él. Quizá un traslado a otro departamento pueda ser la solución, o busca algo más interesante fuera de tu empresa, aunque lleves muchos años en ella. El miedo al cambio muchas veces nos paraliza y nos impide encontrar esa felicidad en el trabajo que tanto ansiamos.