Quejas, rumores y cotilleos son tema de conversación habitual en los cafés de la oficina.  ¿Los consideramos puro ruido, banal e intrascendente? ¿o resulta que no lo son tanto? ¿De qué temas es conveniente hablar en el trabajo?

Te aseguro que te pasas al «no lo son tanto» cuando te sucede lo siguiente. Alguien viene con “lo que sabe de cierto” de eso que tú has vivido en primera persona. Y resulta que la versión no sólo está aliñada con exageración, destiñendo la realidad hasta convertirla en una caricatura. Es que reparte papeles con nombres y apellidos a quien no corresponde. Y como ese alguien a quien asignan un papel que ni de lejos osarías interpretar, eres tú,  jode un poco.

Y entonces, o te cabreas, o reflexionas.

¿Por qué hablamos de todo sin saber?

Somos cotillas. Yo la primera. Me encanta estar enterada de todo lo que se cuece, con todo lujo de detalles. Será por eso que dicen que la información es poder. O tal vez sea porque eso de ser el primero en aportar “noticias frescas” nos hace sentirnos importantes, aunque no seamos capaces de aportar ningún otro valor a la conversación.

Conste que no todos los chismes son necesariamente malos, los hay hasta muy divertidos. Pero igual interesa aprender a diferenciar entre rumores generalistas y sin detalles y el tipo de cotilleos que involucran a gente con nombres y apellidos.

No siempre es una cosa fácil de admitir, pero detrás de la mayoría de chismes más negativos está el schadenfreude, que dicen los alemanes. Esa tendencia tan humana a alegrarnos de la desgracia ajena. Nos mola regodearnos en el hecho de que alguien a quien tenemos ganas también tiene problemas.

Nos encanta imputar motivos deshonestos a otros, teorizar sobre sus posibles patologías. «Es un narcisista” decimos de quien no nos hizo nunca ni caso, “un psicópata total” de quien nos negó el apoyo para un proyecto. Todo para aumentar la masa crítica de adeptos a nuestro propio sentimiento.

¿Son las quejas y cotilleos mayoritarias en nuestras conversaciones en la oficina?

Cierto es que, cuando estamos en grupo,  nos encanta criticar a los demás. Basta ver cualquier cena de Navidad. Dos copas y todos a rajar contra al jefe o a los del departamento vecino. En realidad nos basta como objetivo cualquiera que no esté. Y, cuantas más copas nos tomamos, más ácida se vuelve la crítica y más gracia nos hace. Hay que esforzarse mucho para no unirse al coro.

Curioso también el experimento que nos cuenta Lindsay Holmes en el Huffington Post. Se propuso dejar de quejarse durante un mes. Y no sólo admite lo difícil que le resultó conseguir semejante propósito, sino que, ¡oh, sorpresa! Descubrió que se quedaba sin temas de conversación. En sus propias palabras, “digamos que las cosas no fueron tan bien como esperaba”.

¿Somos conscientes de lo pernicioso de ciertas conversaciones?

Admitiendo desde ya que el cotilleo te ayuda a desahogarte, a conocer a la gente o a relacionarte con el grupo, reconozcamos aunque lo practiquemos asiduamente que tiene un punto perverso. Para los protagonistas, pero también para la organización.

  • Porque si bien el cotilleo ligero y casual une, la bocalarga separa. Nadie confía en el pregonero.
  • Porque puedes poner a alguien en una situación que no se merece, pintando un retrato distorsionado y parcial de esa persona.
  • Y porque lo que dices puede volverse contra ti. Bien porque el protagonista se entere y venga a cantarte las cuarenta o porque, vista a posteriori la versión real, quedes como el culo.

Es un boomerang peligroso.

¿De qué temas podemos hablar en la oficina?

Todos escuchamos y reproducimos chismes. Y tampoco se trata de cortar todas las conversaciones sobre otras personas. Ni calvo, ni tres pelucas. Pero igual sí que es buena idea poner más consciencia en nuestras conversaciones. Más disciplina y más medida. Reflexionar un poco sobre esa sensación de no saber qué decir que muchas veces está detrás del cotilleo que soltamos.

Tal vez sea un buen ejercicio el practicar nuestra capacidad de mordernos la lengua y callarnos incluso cuando tenemos un pedazo de historia bien jugosa que contar.

Yo desde luego me propongo comenzar a ver las conversaciones sobre terceros como al chocolate. En pequeñas porciones y ocasiones especiales. Me reto a eliminar durante un mes las quejas o las críticas por el trabajo del de al lado. Cerraré también las puertas al “me ha contado fulanito que” para dejar entrar a ese último libro que he leído,  esa peli tan chula que vi el fin de semana, o a comentar lo agradable que es pasear en primavera.

Y mejor aún, voy a aprovechar mis ratos de conversación con mis compañeros para poner de relieve lo chulo que era el informe que me pasaron ayer, o lo útil que me ha sido la presentación que me compartieron la semana pasada. Y por descontado, para dejar espacio a  preguntarles qué tal están, a que nuevo reto se están enfrentando y qué están aprendiendo.

Y ya la caña, sería lograr con este post que te sumaras al reto. ¿Qué espacio dedicas en tu charla al cotilleo y al rumor? ¿Te descubres quejándote más de lo que te gustaría? ¿Alguna experiencia reveladora que desees compartir?

@vcnocito