¿Alguna vez os habéis sorprendido a vosotros mismos enviando un email a alguien a quien tienes sentado a 4 ó 5 metros en la oficina? A mí sí me ha pasado.  Te surge una duda no excesivamente urgente y de modo automático, entras en el correo y tecleas la dirección de quién crees que te puede ayudar. Da igual que te pille trabajando un día desde casa o que le pudieras ver con solo levantar la cabeza. Le mandas un mail. Así es nuestra comunicación habitual en la oficina

Dicen que un día normal se envían en el mundo más de 150.000 millones de correos electrónicos. Reconozco que yo soy un importante contribuyente a esa cifra. El correo es una herramienta que me gusta porque le da una cierta perdurabilidad a todo. Alguien te da un dato por teléfono y quizá al colgar ya se te ha olvidado, pero si ese dato te lo mandan por mail, puedes consultarlo meses después sin problema. También es un excelente notario que da fe de lo que sucede. Cuando retomas una conversación con alguien es fácil caer en el “donde dije digo digo Diego” o el “no, no, me entendiste mal, yo no me refería a eso…”. Sin embargo, parece que si te comprometiste a algo que quedó escrito en un correo, ese compromiso es mayor y más ineludible, ¿verdad?

Sin embargo, caemos en absurdos como el de enviar un email a tu compañero de la mesa de enfrente en vez de levantarte a preguntarle. Creo que el uso excesivo del correo electrónico en realidad es un ejemplo de los nuevos parámetros de comunicación que tenemos en las empresas. No sé quien dijo que “No escuchamos para entender, escuchamos para contestar”, lo que es totalmente cierto. No intentamos saber más, o conocer todo el detalle de un asunto. En el trabajo, la prioridad suele ser “salvar el culo”. Los motivos por los que algo se ha hecho mal no importan, lo importante es que no nos puedan culpar a nosotros. De ahí que la prioridad no sea entender lo que ha pasado, sino poder contestar en el supuesto de que alguien nos llegue a acusar de algo.

Y para conseguirlo, el correo es un buen aliado, porque proporciona la excusa perfecta: “No lo has hecho a pesar de que te lo mandé por correo hace un mes”. A partir de ese momento, la culpa es del otro y no tuya. El que esa otra persona estuviera de vacaciones precisamente ese día, o que leyera un email de 25 líneas desde el móvil y por eso no lo entendiera del todo bien, o que simplemente ese correo electrónico tan importante se traspapelara porque era uno más de los 100 emails que recibió ese día no es importante. Si no se hizo el trabajo, la culpa es de él, porque tú ya hiciste tu parte: enviar el correo.

Tengo la impresión de que en el trabajo (y creo que fuera de él también) se está perdiendo el arte de conversar. Todo se resuelve por escrito, por mail o ahora cada vez más a través de las redes sociales, con los consiguientes problemas que ello acarrea de malentendidos (no todos somos Cervantes cuando nos ponemos a escribir), de falta de fluidez en los mensajes, etc. Se está perdiendo la capacidad y las ganas de escuchar al otro, de ponerse en sus zapatos aunque sea solo durante un momento para intentar comprender su discurso, aunque nos sea desagradable o totalmente contrario a nuestras opiniones. No nos interesan los motivos por los que la otra parte obra así. Nos da igual que sea por mala fe o simplemente por desconocimiento o falta de información. Ni siquiera intentamos llegar a comprenderlos.

Tratemos entonces de mejorar la comunicación en el trabajo. Busquemos en la medida de lo posible hablar las cosas directamente con el interesado en vez de mandar correos. Vayamos al grano, con un mensaje claro que la otra persona pueda entender fácilmente, huyendo de tecnicismo que, en contra de lo que parece, nos hacen parecer más idiotas en vez de más inteligentes. Escuchemos con atención a nuestro interlocutor, haciéndole preguntas para llegar a entender su motivaciones, y busquemos aportar sugerencias y alternativas en vez de poner de manifiesto solo lo que no funciona. Y tengamos buen humor. No se trata de reeditar el Club de la Comedia en la oficina, pero el humor es en mi opinión  la mejor manera de crear un clima adecuado para que fluya la comunicación. Todos saldremos finalmente ganando si mejoramos nuestra comunicación en el trabajo.