Sería muy largo, pero en realidad el post de hoy debería llamarse “Abre los ojos, las orejas, … toca si quieres, y confía en tus sentidos”. Un tanto extraño sí, pero igual de extraño que lo que sucede en general cuando las grandes empresas encargan o hacen por sí mismas ingentes cantidades de estudios e investigaciones de mercado, para luego pasarse las conclusiones por el arco del triunfo, y desecharlas directamente, o bien torturarlas (las conclusiones, digo) hasta que acaban cantando lo que el director de turno quiere oir.
Sí, sí; tal cual lo estáis leyendo, en muchas empresas nos gastamos ingentes cantidades de dinero en hacer estudios cuyas conclusiones sirven únicamente para alimentar el ego de algunos. Las utilizamos para atacar a otros, para confirmar y reafirmarse en predicciones lanzadas al aire… ¡Somos la caña!
Quizá estoy siendo demasiado dura, y no hace falta pensar en intereses personales muy rebuscados; pero lo que creo que ocurre (a mí misma me pasa) es que todos nos miramos el ombligo y nos cuesta muchas veces creer las conclusiones de un estudio si éstas son contrarias, o simplemente diferentes, a las ideas que nosotros tenemos preconcebidas sobre lo que pasa en el mercado. O sobre lo que piensan y perciben nuestros clientes. A pesar de trabajar en un área de Márketing, donde se supone que tengo cierta cercanía con los clientes y que debo conocerlos en profundidad, las ideas que uno ya tiene formadas en su cabeza y el influjo de otras áreas de la empresa, me hacen perder la perspectiva en muchos casos y desoír lo que nos dicen los clientes. ¡Craso error!
Y esto no puede ser. No nos lo podemos permitir. La empresa que no se alinea con sus clientes, se acaba muriendo. Eso seguro, porque los clientes no son tontos y saben dónde está la puerta, y la competencia seguro que la tiene abierta.
Yo creo que con la edad a todos se nos cierra un poco la mente… Nuestras convicciones se vuelven más firmes simplemente porque llevan muchos años con nosotros, y por más que nos cueste reconocerlo, el salto generacional hace que cambien muchos valores, percepciones y sensibilidades. A esto hay que añadirle el cambio tecnológico en los últimos años, y la revolución que ha supuesto Internet…..
Cada vez es posible que nos cueste más comprender a nuestros clientes, y sobre todo empatizar con ellos. Podemos pensar que nuestros clientes, máxime si son jóvenes, se han vuelto locos y no piensan con cordura. Pero tenemos que ser conscientes de que nos está traicionando nuestro subconsciente, y tenemos que aprender a limarnos el colmillo, que se nos retuerce por la edad, con altas dosis de objetividad. Apliquemos eso de “a los hechos me remito”. Hechos objetivos, eso sí, sin contaminarlos ni sesgarlos con nuestra opinión.
Y si lo que el cliente valora es que nuestro producto venga en una caja amarillo limón, da lo mismo que nosotros pensemos que es mucho más elegante el verde menta. Amarillo limón forever.