Los que nos dedicamos a las tecnologías de la información, conocemos bien los beneficios que los nuevos servicios digitales tienen en la eficiencia o en la productividad de las empresas a las que asesoramos, pero hablando de conciliación, ¿hemos hablado lo suficiente de cuánto cambia la tecnología la vida de las personas?
Ya podemos trabajar desde cualquier parte sin que nadie nos eche de menos. Reuniones virtuales, mensajería instantánea, correo en el móvil, ver y editar archivos desde el móvil… Todo eso forma parte de mi día a día así que puedo dar fe de que trabajas y rindes teletrabajando exactamente igual que si estuvieras de cuerpo presente.
¿Y esto es avanzar o retroceder? ¿Se ha hecho realidad esto de tener un holograma o por el contrario nos estamos colgado una cadena al cuello? Porque si algo he constatado es que la tecnología desdibuja peligrosamente la frontera entre lo personal y lo profesional. ¿Qué vamos a hacer con esta capacidad de mantenerse conectados 24×7? ¿Vamos a trabajar más horas porque somos incapaces de desconectar, o vamos mejorar nuestro nivel de eficacia incluso llegando a liberar parte de nuestro tiempo?
Por dedicarme a esto de los servicios móviles fui de las primeras en tener aquel maravilloso chisme que se llamó BlackBerry, ¿lo recordáis?. A mí, que me pilló recién parida de mi primer retoño, la cosa me pareció un grandísimo invento. No porque jefes o compis pretendieran asaltarme con cuestiones de trabajo durante mi baja maternal. En mi empresa, como en muchas otras grandes empresas, se respetan a rajatabla bajas, vacaciones y demás permisos. Sino porque, cuando volví al trabajo, pude gracias a ella dejar sin agobios a mi peque en la guardería y marcharme a media mañana, sin dejar a nadie colgado, en las múltiples ocasiones en la que tuve que pitar a buscarlo.
Hoy, casi 12 años después, poder estar al tanto de lo que pasa en la ofi cuando tienes una cita médica o te has escapado dos horillas a la tutoría del cole no tiene precio. Tengo todas las capacidades para trabajar en remoto sin impactar a nadie cada vez que lo necesito, encuentro sin despeinarme el contacto de esa persona a la que no esperaba llamar y alargo sin esfuerzo mi jornada reducida cuando alguna cuestión me requiere estar pendiente por las tardes.
Jamás me he sentido machacada porque me entre un mail a cualquier hora. Ni, por supuesto, obligada a responder al minuto. Al contrario, valoro muy positivamente poder conciliar mejor, poder aprovechar los tiempos muertos para limpiar el correo y poder estar sobrevolando los temas cuando creo que necesito hacerlo y no puedo estar de cuerpo presente. Y modulo sin esfuerzo mis fronteras. Con cintura y sentido común. Gano en recursos y gano en tranquilidad. Sigo corriendo mucho, pero si algo no sucede cuando debiera, tengo plan B.
Así que, en mi caso, todo ha sido ganar. Pero también me encuentro todos los días con situaciones que se encuentran justo en las antípodas. Y me topo de morros con casosdefinitivamente sacadas de madre. Amigos agobiados porque reciben emails de sus jefes a las 2 de la mañana que, por descontado, se sienten obligados a responder a esas horas. Grupos de whatsApp que mantienen al equipo “tensionado”. Gente que trabaja desde su casa mientras está de baja… Hasta conozco alguna compañera que ha sufrido un aborto tras semanas de ir corriendo como loca de casa a la oficina, conectada a alguna multi en la mismísima puerta del cole o mientras con la otra mano bañaba a los niños. Todas ellas, desgraciadamente absolutamente reales, aunque supongo que entenderéis que omita nombres y apellidos.
Estamos mutando del presentismo en la oficina al presentismo 2.0. ¿Quién no tiene compañeros que demuestran constantemente lo sacrificados por la causa que están y se lían los domingos a mandar mensajes absolutamente irrelevantes que perfectamente pueden esperar al lunes o al martes? ¿Quién no ha sentido la tentación de participar a las 11 de la noche en ese grupo de WhatsApp que arde para demostrar lo “sintonizado” que está con el equipo? ¿Nadie a vuestro alrededor se ha roto un pie y ha seguido trabajando desde casa como si nada?
Vale, el contexto influye. Y mucho. Las empresas que valoran la conciliación y que desarrollan plenamente el concepto de flexibilidad, no esperan tener a su gente “enchufada” a cualquier hora del día y la noche. Sin embargo siempre existirán entornos que consideran que el “tiempo libre» comprado por la tecnología pertenece a la empresa.
No me cansaré de repetir que entre todos creamos cultura. Que todos tenemos una responsabilidad educativa con el mundo que nos rodea. En este tema, es prioritario asumirla. Porque cada persona tendrá que marcar sus fronteras. Y deberá hacerlo, algunas veces, en un medio hostil. Porque si estás en un entorno donde hoy te cuesta salir de la oficina y lo haces siempre con los ojos en la nuca de los compis presentistas, que esperan a que se vaya el jefe para salir en el siguiente ascensor, o donde cuesta no trabajar un domingo por la tarde, a las 11 de la noche de una jornada que ha empezado a las 7 o simplemente cuando te encuentras mal, será más difícil.
Pero te animo a que lo hagas. Porque el tiempo necesariamente va a dar la razón al sentido común. Aunque cueste, en el corto plazo. Piensa que esta vez es más fácil la excusa con que disfrazar la realidad. Basta un “no lo ví”, “el niño me escondió el móvil” o un “a mi casa no llega la fibra, voy a pedales”. Es lo que tiene el mundo virtual 🙂
Porque aun siendo evidente que la tecnología nos libera de ciertas rutinas, no tengo muy claro que el tiempo que perdemos contestando emails que sólo pretenden hacerte notar o tecleando conversaciones de besugos que nos sonrojarían en directo sea ser más eficientes. Pero parece que eso dará para otro post.