Debo ser un alma bastante cándida; incluso una pazguata en toda regla, porque hay cosas que no dejan de sorprenderme por más veces que las veo repetidas un día y otro en el trabajo. Pero es así, y no lo puedo evitar. Me sorprende cómo cualquier sinsentido puede verse secundado con estadísticas, y la capacidad de alguno para torturar los datos hasta que acaban cantando lo que quiere. Porque eso sí, un sinsentido, o lo apoyamos con cifras, o no sale adelante… (a no ser que venga secundado desde arriba).

En general el proceso de tortura de datos se apoya en dos bases:

  • La primera de ellas es la de darle a las cifras y los gráficos un formato y un titular que suene impactante, en positivo o en negativo según nos interese, y con porcentajes o valores absolutos como mejor encaje. No suena igual decir que “este este fin de semana han muerto 40 personas en carretera” que “se ha reducido en un 11% la cifra de muertos en carretera este fin de semana respecto al año anterior”. Ambas pueden ser verdad, pero en nuestra mente no se interiorizan de la misma manera.

 

  • Y la segunda es la de, simple y llanamente, sesgar información. No es lo mismo si un chico le dice a su madre “mamá, he sacado un 10 en educación física” que “mamá, he sacado un 10 en educación física y un suspenso en matemáticas, lengua, ciencias y plástica”. Muchas veces el valor está en lo que callamos, y no en lo que comunicamos, ¿no? Cuando la información se presenta aisladamente sin un contexto en el que ubicarla, la interpretación puede ser de lo más variopinta, según el conocimiento de nuestro interlocutor. Y además seguro que hay muchos datos que no interesa presentar para que no desluzcan o cuestionen lo que intentamos afirmar.

Seguro que todos tenéis algún compañero de esos que son verdaderos maestros pintando gráficos. Y ojo, que esta capacidad utilizada con buena intención es fantástica, porque nos hacen a todos más asequibles el entendimiento de los problemas: una buena presentación de un gráfico debe ayudarnos a extraer el grano de la paja. Hasta ahí todos de acuerdo. Pero los gráficos también se pueden usar para confundir:

He visto gráficos de tarta en 3D para que tu pedazo puesto en la parte de abajo parezca mayor que otros; he visto agrupar datos en categorías que no tienen sentido, para engordar o descafeinar la que interese… He visto hasta utilizar escalas logarítmicas para maximizar la apariencia de los crecimientos…. Pero toda esta desfachatez la supera con creces la actitud de sesgar la información. Ese morro de presentar sólo las cifras que uno quiere y no las de todo el proyecto, sobre todo si el interlocutor no es muy ducho en la materia.

¿Y a dónde quiero llegar con esto que os cuento hoy? Pues tan simple y tan básico como a apelar a la honestidad en el trabajo, y a resaltar que un buen cuadro de mando no puede estar al servicio de los intereses de nadie, sino que ha de servir a la empresa. Gráficos, cifras y estadísticas deben mostrarse siempre contextualizadas y del modo más asequible para todos. Por supuesto que está bien destacar los puntos fuertes de un proyecto para que nos aplaudan, pero sobre todo los cuadros de mando deben ayudarnos a plantear correcciones en la actividad si es que nos hemos desviado del camino. Esa es la actitud honesta cuando presentamos cifras. La otra, es la del mentiroso.