Somos muchos quienes nos hemos pasado la vida tirando del carro de nuestro crecimiento profesional solos como la una, metiditos en nuestra cueva con un libro o un tutorial.

Yo confieso que solía obligarme a completar cuantos cursos, libros, artículos e informes comenzaba hasta el final, así fueran deliciosos e interesantes o incomprensibles e infumables.

Tal vez porque no tenía alternativas.

O tal vez era una cuestión de honor.

Pero he cambiado de aproximación.

Ahora soy más de vistazo rápido que me permita decidir no sólo si la cuestión merece de verdad la pena mi atención, sino si me merece la pena a mi dedicar más tiempo del que dedicaría si pudiera recurrir a alguna persona de mi confianza que me lo explicara en cristiano.

Me interesan muchas cosas y además me gusta esa dispersión. Como ya he confesado en este foro, creo que cierta dispersión contribuye a configurar una visión más poliédrica y global, algo que, en el mundo en el que nos movemos, aporta bastante valor.

Pero, en vista de cómo cambia el panorama,  he terminado por reconocer que no siempre estoy preparada para el nivel de complejidad que me requieren los libros o los artículos que me van llegando.

Subcontratar la comprensión empieza a ser la mejor opción

Claro que, para poder hacerlo debes tener una comunidad a quien pedirle el servicio.

No reniego de mi diligencia anterior. Probablemente me llevó no sólo a enfrentarme sin miedo a lo complejo sino a hacerme buenas preguntas sobre cualquier cuestión.

Pero sobre todo me ha llevado a pillar al vuelo a quien puede ayudarme con según qué asuntos.

Cada vez más,

  • Salgo de la cueva con el boceto de alguna aproximación y lo comparto al mundo invitando a comentarios sobre mi primer borrador.
  • Doy espacio en mis clases para invitar a mis alumnos a quejarse y a señalar qué errores ven en eso que les cuento,
  • Con un nuevo reto entre las manos, propongo proyectos colectivos y tormentas de ideas para encontrar nuevas aproximaciones o nuevos hilos de los que tirar. O simple y llanamente invito a la gente a que nos comamos el elefante a cachos entre todos.

Aprecio especialmente a los intrépidos detractores que me obligan a ampliar, revisar o eliminar lo que yo pensaba que eran ideas geniales o aproximaciones triunfadoras.

Me encanta que me desdigan. Que me corrijan. Que me discutan.

Aunque eso me haga tener que tirar trabajo hecho o cambiar radicalmente de plan.

Siempre llevaré en mi recuerdo a aquellos clientes, jefes o compañeros valientes que me dijeron que aquella documentación no se entendía, que aquella instalación era una chapuza, que aquella presentación era una mierda o que aquel producto no tenía ningún sentido.

He olvidado a quienes nunca me pusieron peros a lo que les mostraba.

Aprendí que, cuando después de muchas horas de pensar y trabajar descubres, para tu consternación, un defecto fatal, algo que pasaste por alto o subestimaste, no todo está perdido.

Al contrario, es entonces cuando has ganado mucho.

Has evitado meterte en uno de esos callejones sin salida del que no es posible salir manteniendo intacta tu dignidad.

Evidentemente, soy consciente de que esto no puede salirme gratis

Porque poner peros, cuesta un huevo.

Hay que tener conocimiento del tema. Hay que argumentar con enjundia tus objeciones. Hay que saber acompañarla de alguna alternativa de escape.

Y sobre todo hay que ser valiente.

Porque sacar a la luz objeciones sabes que, en cierta medida, siempre desanima. Y porque además no siempre las sabes exponer de la mejor manera. O porque, aunque hayan sido solicitadas, no todo el mundo se las toma bien.

Por eso, cuido tanto a mis “detractores”, a esos compañeros que me llevan los pies a tierra poniendo objeciones a ese plan redondo que les muestro.

Y evidentemente,

Pago a quien tenga que pagar si esa visión crítica que pido les lleva algo más que una lectura rápida o un comentario a vuelapluma.

Y agradezco siempre su valoración en el lugar más público y de más notoriedad de que sea capaz.

Reconozco que eso de acercarte a tus detractores suena raro

Masoquista si quieres.

Y es que, un poco sí que lo es. ¡Para qué lo vamos a negar!

Pero te aseguro que poner a prueba mi compresión del mundo con ayuda de otros, abogando por esa comprensión distribuida que da título a este post es uno de los anclajes que más me ha hecho crecer en mi carrera profesional.

También me ha hecho sangrar, no te engaño. Pero las heridas pronto hacen costra.

Invierte tu tiempo en encontrar a tus detractores y comienza a cultivar a esos pares que te harán, créeme, jugar en otra liga. Crea tu comunidad para el test.

Y recuerda: pedir nuevas ideas no es una buena forma de empezar. Es mejor pedir comentarios a algo que ya has comenzado tú a diseñar. Aunque sus conclusiones sean justo lo opuesto a lo que tú pensabas. Aunque te hagan tirar por tierra tu idea inicial.

Dicen que las buenas teorías solo se robustecen cuando tienen enfrente varios intentos serios de refutarlas.

Pues eso 🙂

@vcnocito