No sé si quedará alguien por ahí que no visite asiduamente alguna o varias redes sociales, con el objetivo que sea: para saber de los amigos, para compartir opiniones sobre cualquier tema, para informarse, para buscar trabajo, para posturear, o simplemente para cotillear. También hay gente como los community managers que trabaja en las redes sociales gestionando los contenidos y las acciones que una marca lleva a cabo en internet, y otros que sin trabajar directamente en ellas viven de las redes sociales, los influencers, que son aquellos que destacan especialmente en una red social dado que sus opiniones o contenidos son muy valorados por otros usuarios y por tanto ejercen una gran influencia sobre muchas otras personas que los conocen.
Pero además, últimamente está surgiendo otro perfil de gente: los workfluencers, gente que comparte su día a día en el trabajo a través de las redes sociales. A fin de cuentas, si publicamos parte de nuestra vida en TikTok o Instagram, por qué no compartir también la parte de nuestra vida que es nuestro trabajo. Especialmente durante la pandemia, hubo perfiles que se hicieron virales generando contenido casi en exclusiva relacionado con su vida laboral. En vez de quejare del jefe o de los compañeros en la máquina de café, lo hicieron en alguna red social, y el éxito fue inmediato. De hecho, el hashtag #careertiktok en el que gente comparte sueldos o anécdotas del día a día en su trabajo tiene más de 1.500 millones de visitas. Claramente, el trabajo es un tema de interés en redes sociales.
Crear contenido, especialmente en una red social como LinkedIn, no va de presumir sobre lo importante que somos o de los logros conseguidos, sino de aportar valor a los que están viendo ese contenido, de contar cosas que pueden ser de utilidad a otros que estén en la misma situación, o de enseñar a los demás una parte de lo que sabemos. Cuando se consigue eso, el contenido es útil, y si ese contenido útil está ligado a una empresa, la imagen de esa empresa resulta indudablemente reforzada.
Con esto, hay profesionales que han convertido sus publicaciones en nuevos y lucrativos negocios paralelos llegando a convertirse en autónomos y viviendo únicamente de los contenidos laborales que publican, si bien es verdad que por el camino otros se han metido en problemas con sus jefes o empresas. Es muy complicado equilibrar ser único, interesante y ligeramente provocador con lanzar un mensaje que sea bien recibido por tu empresa en particular y por el mercado en general. La relación ideal sería la de una asociación entre creador y empresa. De hecho, hay compañías como LinkedIn, Walmart y Samsung que tienen programas de empleados influencers, porque sus contenidos ayudan a reclutar nuevos trabajadores y a retener talento. Pero la mayoría de las veces, las empresas ven a estos workfluencers como un arma de doble filo: la voz de los empleados tiene mucho poder, el mismo para que otros se interesen por la empresa como para que la rechacen por completo.
Los workfluencers vienen a demostrar que si un equipo tiene la confianza para compartir honestamente como se trabaja en una empresa, celebrando los aciertos y tomándose con humor el día a día, se convierten en la mejor manera de atraer talento a una compañía. Pero la honestidad es fundamental. No hay cultura nociva que se arregle con un TikTok o un empalagoso post en LinkedIn. Si lo que se muestra en una mera careta, acabará siendo contraproducente para todos.