Michael Lin es un ingeniero norteamericano que empezó a trabajar en Netflix en 2017. Su sueldo era de 400.000 euros al año. Mucho dinero, incluso para lo que se paga en Silicon Valley, pero es que Michael era realmente bueno en lo suyo (ingeniero de software). Tenía una gran experiencia después de haber desarrollado su carrera en Amazon, pero le surgió la oportunidad de conseguir un ascenso, un puesto mejor pagado, en una gran compañía y encima en su ciudad (San Francisco) así que no lo dudó y lo aceptó. Hasta ahí, todo más o menos normal.

Michael pensaba que se quedaría en Netflix toda la vida. Excelente sueldo, comida gratis… todo en una empresa puntera tecnológicamente y con presencia en los hogares de todo el mundo. Sin embargo, en 2021 sucedió un hecho bastante extraordinario: Michael decidió dejar un trabajo idílico con 400.000 euros de sueldo para convertirse en emprendedor, es decir, con un sueldo de partida de cero euros.

Sus amigos no daban crédito a tal decisión. Para sus padres era una especie de traición porque suponía tirar por la borda todo el esfuerzo que habían hecho emigrando a Estados Unidos. Su mentor en Netflix le dijo que al menos esperara a tener otro trabajo con similar remuneración al que tenía en ese momento, lo que con su experiencia sería relativamente sencillo. Pero Michael Lin no cambió de decisión.

Michael cuenta que sus primeros dos años en Netflix fueron estupendos, aprendió mucho y disfrutó del trabajo. Pero después, la magia despareció. Los proyectos y las reuniones continuas se mezclaban y al cabo de un tiempo parecía todo lo mismo. Su trabajo de ingeniería se convirtió en un monótono copia – pega, dedicándose a un proyecto de migración de sistemas que no le suponía ningún reto ni motivación. Para colmo, llegó el COVID, la oficina cerró, y lo mejor del trabajo, la socialización y el aprender de los compañeros, desapareció. Solo quedó el trabajo que no le gustaba. Intentó cambiar de ocupación dentro de la empresa, pero no tuvo éxito. Parece ser que no veían a un ingeniero de software en otra cosa que no fuera desarrollar código.

Consecuencia de todo ello: disminuyó su rendimiento laboral, participaba menos en las reuniones, estaba menos involucrado en el proyecto y menos comunicativo con sus compañeros, limitándose a hacer lo mínimo para no ser despedido. Y antes de llegar a ese punto, decidió dejar la empresa para dedicarse a crear su propio negocio, sin un flujo de ingresos estables al menos de inicio.

Qué ejemplo tan representativo de esa Gran Dimisión que dicen que estamos viviendo. Es verdad que con un sueldo de 400.000 euros a lo largo de varios años posiblemente el bueno de Michael Lin puede permitirse una temporada sin ingresos, y eso ayuda a tomar la decisión. Pero el ejemplo de Michael sigue siendo muy representativo de lo que sucede en tantas empresas. Los movimientos laterales son complicados porque ningún responsable quiere perder a gente de su equipo y menos si son buenos y hacen un trabajo valioso. Las empresas en el mejor de los casos montan un plan de carrera como plan de desarrollo, pero es muy complicado reorientarte a otra carrera. Luego es cierto que el teletrabajo es muy bienvenido por todos, pero los equipos pierden conexión interna, empeora la comunicación entre sus miembros, y para evitarlo las medidas suele ser imponer una vuelta a la oficina que no facilita las cosas. Los objetivos personales y de empresa no siempre van alineados, y tampoco se hacen esfuerzos en esa alineación. ¿Por qué no montar un programa de intraemprendimiento para dar cabida a esos espíritus emprendedores que habitan en cualquier empresa?

La consecuencia es que cada vez conozco más gente que abandona un trabajo bien remunerado a cambio de buscar cumplir su sueño o sus objetivos personales. Y normalmente es la gente más valiosa, menos conformista, con más iniciativa y con más espíritu innovador quien da ese paso. Una pena que las empresas no hagan un poco más de esfuerzo para mantener a esos profesionales en sus equipos.