“Queridos Reyes: Este año os pido que me enseñéis a trabajar un poco menos. Porque, lo reconozco, por pardillo me cargo con cosas que no me corresponden, me lío hasta las tantas queriendo acabar hoy lo que puedo hacer mañana, y no puedo resistirme a la tentación de leer el correo de la empresa los domingos por la tarde.
Majestades, no es que me haya vuelto un vago.
Es que añoro los tiempos en los que salía de la oficina y desconectaba hasta el día siguiente. Echo de menos aquellas vacaciones en las que se me olvidaba la contraseña del ordenador. Quiero volver a aquellos días en que, teniendo mucho trabajo, podía planificar el día sin que nadie me volviera la agenda del revés “
Por qué deberías asumir tú el control de tu agenda
Sé que te entra la risa solo de pensarlo…. Porque a todas horas recibes peticiones de trabajo “para ayer”.
Sé lo que piensas.
Crees que no conozco a tu jefe.
Pero sí lo conozco. Y te aseguro que en todas partes cuecen habas.
Déjame que te diga que, a los jefes, también hay que educarles. Y que muchas veces, eres tú, con tu mal entendida obediencia o con tu no declarado afán por demostrar, quien te pones la soga al cuello.
Que él o ella sean adictos al trabajo, que te encarguen como urgentes tareas que tienen en su bandeja de entrada hace 15 días o que estén encantados de escucharse en videollamadas que duran horas para no aportar más que un mensaje de WhatsApp, no es problema tuyo.
Porque esos comportamientos no son eficaces. Y dándoles bola solo consigues perpetuarlos. Hacerlos normales. Sufrirlos.
Y que los acabemos sufriendo todos.
Todos sabemos que no podemos seguir así eternamente
De un modo o de otro, todos somos conscientes de los efectos negativos del exceso de trabajo en nuestra salud, relaciones y vida social. Y, sin embargo, muchos de nosotros tenemos dificultades para bajar el ritmo. Sobre todo, cuando trabajamos en casa. Cuando, como no nos ven trabajar, nos autopresionamos doble o triple para demostrar que lo hacemos.
La presión del grupo (lo cierto es que mi jefe no me obliga, pero todos mis compañeros lo hacen), las ganas de promocionar (si quiero tener éxito, necesito dedicar más tiempo que el resto), el querer demostrar compromiso (contestando rápido también en vacaciones o a deshoras y esperando reconocimiento por ello), jefes exigentes (que descargan sobre ti sus inseguridades sustituyendo control por confianza, por muy probada que la tengan ya), síndrome del impostor (todavía no me conocen y tengo mucho que demostrar aún) o del “ejecutivo” (estoy muy ocupado porque es lo que corresponde a mi status)…
Hay muchas razones por las que elegimos (o nos sentimos obligados) trabajar más y más.
Alerta de spoiler: «Es solo porque acabo de empezar o porque tengo un jefe nuevo» con la esperanza de cambiar más adelante es algo que no funcionará. Los hábitos que creas desde el principio, te siguen. Y ojo que, si luego los intentas dejar, todos verán el cambio y puede que, más de uno, lo interprete como falta de compromiso (o algo peor) por tu parte.
Si deseas desarrollar un equilibrio saludable entre el trabajo y la vida personal y el primer paso es entender por qué es tan difícil elegir parar.
¿Crees que imitar comportamientos ineficaces te ayudará en tu carrera profesional?
Si te hago la pregunta así, seguro que contestas que no. Entonces, ¿por qué los permites y por qué los perpetúas?
Te invito a preguntarte qué estás tratando de demostrar y a quién.
Y te invito a ejercitar la disciplina de los pequeños cambios. Los pequeños cambios no cuestan, no se notan casi (y esto es clave para que nadie se moleste), pero, poco a poco, sin esfuerzo ni broncas, van consiguiendo resultados sorprendentes.
Levántate de la silla a tu hora al menos dos días a la semana (aunque no hayas acabado lo pendiente). Falla a tu jefe alguna vez cuando te llama fuera de tu horario (dile que no escuchaste el móvil). Fuérzate a cambiar de actividad, apuntándote justo después del trabajo al gimnasio o a clases de francés.
Y sobre todo, redefine tu tiempo personal.
Desconectar no es un capricho. E una necesidad.
¿Cómo volver a una senda de “trabajo controlado”?
- Pregúntate por qué lo haces sin que lo de “tengo mucho trabajo” valga como respuesta. Piensa en lo que necesitas ahora mismo para sentirte comprometido y enriquecido tanto en el trabajo como en tu vida personal y si trabajar a troche y moche te conduce a ello.
- Recuerda qué es la normalidad. Que todo el mundo haga algo, no lo hace «normal». Lo normal es que el trabajo tenga límites, aun cuando tratemos de hacerlos flexibles.
- Redefine tu «tiempo libre» y no sólo tu derecho, sino tu necesidad de él. Ir como una moto hasta las tantas no deja espacio, ni para la vida personal ni para generar ningún pensamiento creativo. Y eso, en los tiempos que vivimos, será a la corta, muy negativo para tu carrera.
- Si no eres capaz de hacerlo solo, pide ayuda. Queda con algún compañero para “salir el Teams” a la vez. Es impresionante lo que tener “masa social” compartiendo “la rebelión” puede hacer. Te sentirás más fuerte y también más seguro.
- Valora el nivel de toxicidad de tu empresa. Si darse caña 24 x7 está en el ADN de tu empresa, igual debes empezar a pensar en cambiar. De verdad que existen entornos de trabajo saludables. Eso sí, asegúrate de chequera la cultura de un lugar de trabajo antes acercarte a él. Hoy todo se sabe vía redes sociales 😊
Que quede claro: No hay nada de malo en preocuparse por tu trabajo o en vivirlo apasionadamente. Pero poner demasiado énfasis en cómo otros interpretan tu dedicación puede conducir a un desequilibrio entre el trabajo y la vida.