Alguna vez te ha pasado seguro: enciendes por la mañana el ordenador del trabajo y ves que es un día con pocas reuniones, la mayoría de las cuales tratarán de asuntos en los que crees que podrás avanzar. Parece que tendrás tiempo a lo largo del día para dar un empujón a otras cosas que tenías pendientes y en principio todo apunta a que podrás acabar la jornada a tu hora sin problema. Estás contento porque tienes la sensación de que va a ser un día provechoso en el trabajo. Te sientes con energía y con ganas de empezar a sacar cosas adelante.
Y sin embargo, pronto aparecen los “absorbedores de energía”: sucesos o personas que te lanzan ataques y que van restándote toda esa energía que traías por la mañana, igual que si fueras el protagonista de un videojuego. Y como sucede en los videojuegos, logras esquivar a muchos de esos absorbedores de energía, otros te afectan, pero solo un poco, y otros te causan grandes daños, dejándote al borde del Game Over, cansado y agotado. Menos mal que todos los días, al apagar el ordenador, se acaba la partida y todo se reinicia sin novedad al día siguiente.
Hay muchos tipos de absorbedores de energía. Está ese compañero que se enrolla como las persianas y que cuando te llama sabes que te va a tener 35 minutos al teléfono para resolver un tema que podría aclararse en cinco minutos porque no pierde ninguna oportunidad de contarte con todo detalle la última monería de su niño pequeño. Está también esa otra persona de otro departamento distinto al tuyo que te contacta para echarte una bronca por algo “impresentable” según parece pero que ni siquiera depende de ti sino que está pendiente de que un tercero acabe su parte. Luego está el que insiste por cuarta vez en la ultima semana con un tema que para ti no es nada prioritario, pero que para él es su prioridad porque es el encargado de ello a nivel de toda la empresa y por tanto su trabajo es conseguir esa información que a ti no te aporta nada. Tenemos también esa persona con lo que nunca congeniaste y que te hace dudar seriamente cada día de la profesionalidad del departamento de selección de tu empresa, que te pregunta de nuevo algo que ya le contaste hace una semana y también hace dos…
Y uno de los más grandes absorbedores de energía: los reportes, informes, seguimientos…. Cada uno lo llama de una manera. Esa necesidad que tienen de repente los grandes jefes de saber cuánto se vendió el último trimestre pero agregado por el número de pie que calza cada vendedor, qué logros has conseguido en los últimos quince días (pero si no me ha dado tiempo a rematar nada…) o qué planes tienes para los próximos tres años, cuando apenas tienes claro los proyectos que tendrás entre manos en los próximos tres meses. Esto es de lo que más energía absorbe porque normalmente es lo que más tiempo te consume.
¿Y qué hacer ante esos absorbedores de energía? Lo primero, regular las emociones y no permitir que te afecte demasiado. Si no se cumplen tus objetivos del día, tampoco es para rasgarse las vestiduras. Y lo más importante a mi modo de ver, empatizar. Normalmente no existe un complot contra ti en la empresa sino que cada uno trata de hacer su trabajo y aunque haya gente que te incomoda, puede que tu trabajo también incomode a otros sin que te des cuenta. Debemos empatizar con esas personas que absorben tu energía, evitar etiquetarlas por alguna acción puntual y analizar qué estamos haciendo o qué podemos hacer para evitar esa interacción con compañeros un poco tóxicos. De todas maneras, estamos cerca de las vacaciones de verano, así que paciencia que ya queda poco para parar y recargar las pilas.