¿Qué es mejor, buscar el resultado especializando a cada uno en las tareas en las que sabemos que brilla más o buscar la equidad repartiendo a pachas el trabajo para que todos hagan de todo? ¿Deberían Messi o Cristiano Ronaldo cambiar sus posiciones en el campo para dar a todos oportunidades de aprender a marcar goles?

Recuerdo con cariño infinitas disertaciones (que no discusiones) con mi querido Jose Antonio, uno de los jefes más empáticos y entrañables con los que he tenido ocasión de compartir proyecto.

Que si seré más productiva si me dejas hacer más de eso que se me da bien, que si tengo que dar a todos ocasiones para hacer y para aprender. Que si estaré más motivada y seré más brillante haciendo lo que me gusta, que si hay que repartir entre todos todas las tareas para dar a todos las mismas oportunidades. Que si déjame hacer este proyecto que se me da de muerte, que si se lo voy a pedir a Elena, que ella no lo ha hecho nunca.

Los expertos en motivación dicen que existe un estado en el que uno se involucra tanto en su tarea, que prácticamente no existe nada más. Una especie de trance durante el cual una persona logra una inmersión tal que consigue los más altos niveles de rendimiento y calidad sin que apenas le pese el esfuerzo invertido. Lo llaman estado de flujo (flow, en inglés) y es uno de los conceptos estrella de esa psicología positiva que tanta aceptación tiene en la gestión de personas actual.

Eres más feliz y productivo haciendo lo que te gusta

Son muchos los estudios que confirman que un empleado feliz es más productivo, comprometido, creativo e innovador, lo que da lugar a mejores resultados de negocio, mayores ventas y mejores calificaciones de los clientes. No hace falta que lo diga ningún estudio, pues todos lo hemos comprobado en carne propia o ajena alguna más de una vez.

Yo personalmente tengo la suerte de conocer al señor Flow. Lo he vivido muchas veces. Igual que he vivido la desidia, la pereza y la procrastinación cuando las tareas que me encargaban no me aportaban nada, ni compañeros, ni reto, ni aprendizaje. Y tengo que decir que cuando se te pasan las horas en un suspiro, cuando estás siempre al quite para conseguir resultados que mejoran no solo lo que tú haces sino al proyecto y al equipo, mola mazo y los lunes dejan de pesar.

Eso no quiere decir que solo hagas lo que te gusta

Por supuesto, no es imprescindible que una actividad te enamore para realizarla muy bien o incluso con brillantez. Siempre y cuando tengas mimbres (léase conocimientos y habilidades) para ejecutarla, porque sin ellos el reto puede acabar ahorcando. Limpiar los cristales no me aporta nada y sin embargo, cuando me pongo, los dejo que parece que no están. Pero si no hay valor, cierto desafío o un horizonte temporal claro, a la corta bajo el nivel.

Soy humana.

Nunca me cansaré de resaltar el plus que supone que te guste lo que haces. Y con la misma contundencia afirmo que eso no quiere decir que tengamos que quedar exentos de hacer aquellas otras partes del trabajo que nos resultan menos apetecibles. Ni que no haya que dejar espacio al crecimiento de otros.

Ni de coña.

Pero reconozcamos que solo las mantendremos en el tiempo con el mismo nivel de interés y excelencia si forman parte de otras que, en términos globales, te satisfacen.

Todo es cuestión de balance

No por casualidad es la balanza el símbolo de la Justicia. Tenemos un cerebro hipervalorador, que hace mil valoraciones y que dicta mil sentencias cada día, determinando así de manera subconsciente nuestras siguientes acciones.

Aunque cada uno tiene su umbral de decisión colocado en un sitio, según nuestro el grado de satisfacción al que aspiramos, todos hacemos balances. Y todos tendemos a bajar nuestro nivel de aportación en el trabajo, en la amistad o en la pareja cuando las cuentas no nos salen.

Todos actuamos en consecuencia con lo que nos indica nuestra balanza personal.

Unos lo demostramos buscando inmediatamente el cambio, otros pasando olímpicamente y yendo a cumplir sin más, y algunos, menos afortunados creo, quemándose y agobiándose con la situación.

No sé si Jose Antonio estaría hoy un poco más de acuerdo conmigo o seguirá sin estarlo nunca, pero hoy sé que mi mejor manera para contribuir al equipo es estar yo feliz, productiva y creativa. Y ello pasa porque exista un contexto donde poder hacer lo que me gusta.

Porque cuando hago lo que me gusta irradio energía y soy mucho más proclive a la colaboración. Y a contribuir al crecimiento de mis compañeros, buscando la manera de compartir aprendizaje y retos.

Sabiendo que ello significa también apechugar con muchas cosas que no me gustan. Y que tiene que ser compatible con que ellos tengan sus oportunidades.

Por eso, hoy que tengo ocasión de elegir proyecto y también colaboradores, elijo centrarme en lo que me gusta. Y dar a todos la oportunidad de hacerlo.

Afortunadamente, para gustos están los colores y para jardín las flores

Para mí la formula ganadora es la que incluye todos los términos en la ecuación. Busco y rebusco hasta encontrar para cada proyecto personas con las que comparto propósito y valores y con capacidades, métodos y gustos diferentes a los míos.

Cuesta más pero enriquece mucho más.

Es mi manera de poner a sumar la diversidad sin sentirme lastrado por la necesidad de equidad. De hacer compatible la justicia con dar a cada uno lo que le gusta y por tanto, aquello en lo que brillará más.

¿Cuál es la vuestra? ¿Cómo preferís ser tratados?

@vcnocito