¿A quién no se le ha ido la mano alguna vez con el tono o los destinatarios de un email? ¿Te molesta la pasividad de quien ni se pone el video ni abre la boca en una reunión virtual? ¿Nunca habéis malinterpretado las palabras o las intenciones de un WhatsApp? ¿Solo a mi me sientan mal los correos a deshoras?
Ninguno hemos nacido sabiendo. Y está claro que a trabajar en remoto se aprende.
Y como parte de este aprendizaje, hoy pongo el foco en cómo detectar desencuentros y malentendidos frecuentes que pueden acabar en conflictos enquistados si no los reconocemos y tratamos a tiempo.
Dicen que las parejas que duran son las que se ven poco, pero en el trabajo sucede justo al revés. El teletrabajo puede ser un catalizador de conflictos personales.
Estamos tensionados y hasta arriba. Vamos a toda pastilla sin tiempo para preparar con cuidado ni nuestra presentación ni nuestro correo. No somos conscientes de que no siempre explicamos bien las cosas, y no ver la cara del destinatario no hace más que echar más leña al fuego.
Tardas más en detectar malos rollos, y por eso es más fácil que acaben en situaciones imposibles de resolver.
Un cambio consciente en algunos de mis comportamientos me ayuda y por ello, comparto contigo algunas de mis recetas.
Aporto pistas sobre lo que me pasa
No dejo pasar lo que no dudo en mostrar en el cara a cara. Si en la oficina reflejaba en mi expresión aquello que me sentaba mal, ahora toca buscar la manera de dar al otro esas señales. No responder o hacerlo con un escueto signo de interrogación o un emoji invitan de manera ligera a que el otro se explique mejor. Son muchas las ocasiones en que aquí se acaba el tema.
Hablo directamente del tema
Mostrar intención de aclarar una situación que disgusta no es nada fácil, porque hablar abiertamente de sentimientos es algo a lo que en general no estamos acostumbrados. Y menos sin el apoyo de ver la cara que va poniendo el otro. Pero no sería la primera vez que hablarlo claramente no solo lo arregla, sino que es un punto de inflexión a mejor en la relación con un compañero. Es cuestión de tomar aire y lanzarte, aunque no te sientas cómodo con el medio.
Respiro y trato de conceder al otro el beneficio de la duda
Lo fácil y lo inmediato es suponer qué siente el otro o por qué está actuando de determinada manera, olvidando que lo que nosotros suponemos (y que incluso creemos saber de seguro) no siempre es la realidad. Trato de juzgar menos y preguntarme más que podría estar pasando. Admitiendo incluso la idea de que sea algo que no tiene nada que ver conmigo.
Pruebo otro canal
He aprendido a asumir las limitaciones que cada medio de comunicación tiene. Y cuando quiero otra perspectiva, siempre cambio de canal. Hay estudios que demuestran que el uso del correo electrónico aumenta la probabilidad de enfadarse, así es que lo dejo y vuelvo al teléfono o mejor aún a las videollamadas. Eso sí, pido antes cita para hacerlo, no vaya a pillarles en un momento tan malo que resulte peor el remedio que la enfermedad.
Me focalizo en intereses comunes
Busco oportunidades para traer a la palestra cosas que tenemos en común. Evidentemente no colaría que de repente me pusiera a hablar abiertamente de ellas, pero trato de introducir referencias o preguntas al hilo. Creo que ayuda preguntar por sus hijos si ambos los tenemos, por compañeros comunes o por experiencias que sabes que el otro tiene y que te pueden servir a a ti. Pedir opinión y consejos sobre temas en los que sabes que el otro controla, suele er mágico en su cambio de su actitud hacia ti.
Busco ampliar mi perspectiva
Dicen que para resolver cualquier conflicto es clave tratar de ver las cosas desde el punto de vista de la otra persona. Y como eso no es tan fácil, pongo en juego recursos “laterales” involucrando (con discreción y con espíritu de entendimiento) a terceras personas. Muchas veces es la visión de otro compi con quien se entiende mejor o de algún amigo con un carácter parecido la que te abre los ojos.
Les desvirtualizo y les voy a ver
Las pantallas no deberían ser una opción excluyente con el café. Dentro o fuera de la oficina casi siempre hay formas de sentarse y compartir un café, aun cuando tengas tú que irte al barrio del otro. Y cuando no, me pongo el “to-do” el aumentar la comunicación informal, enviando poco a poco comentarios informales y más ligeros por WhatsApp y buscando más motivos para “tocarle” con el propósito de ir tirando puentes hacia un café virtual, donde asumo que debo tomar la iniciativa de sacar el tema.
Puede que el teletrabajo nos obligue a reaprenderlo todo sobre las relaciones. O que solo sea cuestión de poner foco en todo aquello que ya estábamos haciendo de manera natural e inconsciente en la oficina.
Puede que toque equivocarnos para aprender a relacionarnos también en la distancia.
Pero es lo que toca.
Así que te propongo que aproveches tu siguiente malentendido virtual como una experiencia compartida para fortalecer “onlinemente”, como dice Gabi, esa pedazo de ciber-hija de mi querida Ana, no solo la relación con tus compañeros sino tus capacidades para el trabajo remoto.
Créeme que las vas a necesitar cada día más. Aunque vuelvas pronto a la oficina, tus relaciones profesionales serán cada día más virtuales. ¿O es que alguno piensa que vamos a volver a trabajar exactamente igual que antes?