Creo que fue Göbbels, el líder de la propaganda nazi, el que dijo por primera vez aquello de que “una mentira repetida mil veces acaba siendo una verdad”.  El caballero no era precisamente un modelo de conducta pero con la frase acertó de pleno. Aquí va un ejemplo de mentira repetida que todo el mundo se acaba creyendo: “las personas extrovertidas generan mejores resultados y son más productivos que los introvertidos”.

En un mundo tan digital como el actual parece que si no publicas todo el detalle de tu vida en una red social, no eres nadie. En lo laboral también se hace mucho hincapié, este blog el primero, en lo importante que es hoy en día tener un perfil abierto, colaborativo y lo necesario que es compartir información incluso con personas de fuera de tu empresa para no quedarse atrás. Parecería pues que la década de los veinte del siglo XXI no está hecha para personas introvertidas y reservadas.

Y sin embargo, líderes como Amancio Ortega, Jeff Bezos o Mark Zuckerberg tienen una personalidad que se ajusta a la definición de “introvertida”. La clave está en lo que se entiende por “introvertido”, que según la RAE es “aquella persona que se distingue por su inclinación hacia el mundo interior, por la dificultad para las relaciones sociales y por su carácter reservado”. Es decir, si eres una persona reflexiva, que no te gusta en exceso el bullicio y que no tiene un gran problema si un día comes solo en la oficina, entonces eres un introvertido. ¿Y por eso vas a obtener peores resultados en tu trabajo?

No tiene por qué. Puedes colaborar perfectamente en una tarea con otros miembros del equipo, o puedes compartir con todos las conclusiones obtenidas tras unos momentos de reflexión antes de afrontar un determinado problema laboral. Es más, las personas introvertidas suelen tener unas características muy beneficiosas en el ámbito laboral como la capacidad de escucha o la elaboración de ideas más profundas y detalladas.

De hecho, leí un artículo hace poco en el que se decía que las oficinas abiertas, casi sin paredes y sin mesas, paradigma del trabajo colaborativo y ágil en las corporaciones, eran en realidad perjudiciales para la productividad y de hecho obligan a muchos empleados a salir de la oficina cuando necesitan silencio y concentración.  Al final a todos nos gusta tener un poco de privacidad y queremos que no se entere toda la planta de la conversación que estamos teniendo con el compañero de enfrente.

Y es que el colaborar o no colaborar no va de que haya una mampara o no entre tu silla y la del compañero, ni de que seas más o menos parlanchín en la hora de la comida. Va de voluntad de compartir información con otros miembros del equipo y con otros equipos, de tener un objetivo común además del propio, de estar dispuesto a hacer tu tarea pero también de ayudar a los demás si es necesario, de no retirarse ante una complicación y trabajar en sortear los inevitables obstáculos que surgen en el día a día, de no criticar o señalar defectos sino comprender las motivaciones de los demás y de comunicar de forma positiva y sensata. Y para hacer todas esas cosas, no es importante el que prefieras pasar más o menos tiempo rodeado de gente, ¿verdad?