Me parece chocante leer cómo en España, en la que se supone que el 50% de nuestros jóvenes están parados hay encuestas que dicen que el 80% de nuestros universitarios lo que quieren es ser funcionarios. Ni les hables de emprender ni nada parecido; lo que quieren los jóvenes es aposentar el trasero en el sillón y que no les mueva nadie de allí. A mí esto me provoca tristeza, la verdad, porque me parece que una juventud sin ambición sana y sin ganas de emprender, es muy triste.

Pero de otro lado, aunque no lo comparta ni lo justifique, también soy capaz de entender el razonamiento que creo que hacen los jóvenes para llegar a esa conclusión: si yo soy joven, tengo en casa más o menos de todo… comida, calefacción, móvil, Internet en mi cuarto, un dinerillo para salir el fin de semana… y lo que leo y veo me indica que a pesar de que me deje los cuernos estudiando una carrera, tres másteres y cuatro idiomas, el 50% de mis coetáneos están en el paro, o bien cobrando un salario que no les permite ni alquilar una habitación en un piso compartido para independizarse, ya tengo yo que automotivarme mucho a mí mismo para plantearme salir del nido, o simplemente seguir hincando los codos. Vamos, que es muy fácil dejarse llevar y quedarse con las lentejas de mamá y la lavadora de mimbre (dícese de ese cesto donde cae la ropa sucia y que por arte de magia la teletransporta ya limpia de nuevo al armario).

Y yo creo que esto mismo es lo que nos pasa a los que llevamos un tiempo trabajando en una empresa; que nos resistimos a cambiar las cosas o a mejorarlas porque nos vamos apoltronando en la silla. Si algo ya funciona más o menos, pues para qué vamos a luchar contra los elementos; porque claro está, que los cambios cuestan un esfuerzo, y muchas veces grande. A mí esto me recuerda a la escena aquella de la serie Fama, donde la profesora les decía a los recién llegados eso de “…buscáis la fama, y aquí vais a empezar a pagar, con sudor…”. Y claro, es más fácil salir corriendo que ponerte a ello.

Pero de lo que hay que ser consciente es de que o movemos ficha, o las circunstancias nos acabarán aplastando y los acontecimientos nos pasarán por encima. Y si a nuestra empresa no le va todo lo bien que debiera, pues lo mismo nosotros acabamos en la calle. Lo mismo que esos jóvenes que viven hoy de los ingresos de sus padres, deberían pensar que cuando sus padres se jubilen sus ingresos se verán mermados y lo mismo se les acaba el chollo.

Si tú no tomas parte en el proceso de cambiar las cosas y mejorar en tu empresa, puede pasar:

  1. Que las cosas no cambien en tu empresa, pero sí en otras que te acabarán adelantando por la derecha. Y eso es malo; a la larga muy muy malo.
  2. Que otro las cambie por ti. Y en ese caso las consecuencias pueden ser diversas: desde que no te guste el cambio, hasta que tu empresa se pregunte para qué te necesita, si otro puede hacer tu trabajo o vivir sin él.

Está claro que no es fácil, y que nos tendremos que dar muchos cabezazos contra las paredes, pero es que no queda otra: renovarse o morir.

Un poquito de compromiso, por favor, que las cosas no pasan solas.

Y por cierto, para el que le resulte chocante la foto, o por si no la conoce, la diferencia entre la gallina y el cerdo es la misma que entre la colaboración y el compromiso….. Y el cambio requiere compromiso.