Cuando todo está raro, cuando nada parece funcionar como antes, cuando no paran de caerte marrones sin orden ni concierto, cuando la tensión en el negocio hace que tus jefes y clientes anden de acá para allá como pollos sin cabeza, repartiendo tareas absurdas y contradictorias a diestro y siniestro, es materialmente imposible no sentir que no te da la vida.
Y si encima aún te queda moreno de vacaciones y el calendario se presenta sin un solo puente en meses, la cosa pinta de tirarse al río como única opción.
Permíteme que hoy te diga que hay otra manera de encontrar la energía que necesitas. No sólo para trabajar con ganas y sonrisa, sino para poner un punto de cordura en toda esa locura que te rodea. Aunque seas el único que lo haga.
Quien haya tenido hijos no habrá podido olvidar aquellos primeros meses (o años) en los que tu única misión en la vida era seguir siendo tan eficiente y estupenda como siempre sin perder de vista un segundo a aquellos bichos con capacidad infinita para liarla parda en un abrir y cerrar de ojos. Eran muchos los momentos en los que sentías que ni tu cuerpo, ni tu cabeza, daban para más.
No era posible descansar.
Al menos no en el sentido tradicional.
Hay otras maneras de descansar sin tener que parar
Yo aprendí entonces algo que, de vez en cuando (y hoy lo hago) me obligo a no olvidar. Porque en esos momentos donde, demasiado a menudo, sentía que no podía más, aprendí a encontrar otras maneras de descansar.
Entendí el poder (y la necesidad) del descanso mental. Y de cómo ayuda cuando el descanso físico no es posible.
Recuerdo bien cuando, como ni lo de sentarme con las patas en alto a leer o a ver una peli, ni lo de irme a hacer deporte al sol para relajarme tenían visos de viabilidad. Fue entonces cuando me dio por estudiar para aprender a mejorar.
Ya sé lo que me vas a decir.
Que cómo puedes seguir aprendiendo cuando estás agotado y no tienes ni un minuto libre.
A lo que te replico sin dudar: Empieza por darte una opción a la idea de que no puedes estudiar ni aprender cuando estás cansado.
Créeme que cansa más la fatiga mental, ese saberte en una rueda de hámster sin opciones ni de salir ni de parar, que tratar de concentrar minutos sueltos (aunque sean discontinuos y cortos) en aprender cosas que te ayuden a lidiar mejor con los que sea que fueren los marrones que te rodean.
Aprender a manejar mejor la mierda, y perdona la expresión porque esto aplica a eso que cada uno sienta como mierda en cada momento vital, hará que te sientas mejor.
Te descansará.
De verdad.
El poder de concentrarse en mejorar
No sé quién me dijo aquello de que “cuando el cerebro está ocupado no tiene tiempo para llorar”. Me da rabia no recordarlo porque hoy le pondría un altar. Una y mil veces me he demostrado que esa es la clave: Ocupar la cabeza en algo razonablemente difícil para ti. O que al menos te requiera cierto esfuerzo mental.
Pero, ¿Cómo se puede aprender en medio del caos?
Cada uno tendrá que encontrar su forma. Yo solo puedo contarte la mía:
- Busco modos de aprender que me encajan en cada uno de mis momentos vitales. Seguro que los cursos son más efectivos pero a mí se me hace imposible adaptarlos a esos momentos libres que no tengo. Practico un aprendizaje más autodidacta y “pildorero”, buscando temas o autores que me interesan y eligiendo los formatos que puedo ir encajando en esos ratos muertos que todos tenemos (sí, dije todos). Aprendiendo a automatizar, delegar, simplificar o mejorar alguna de mis tares, con el foco puesto en liberar carga o tiempo para poder seguir aprendiendo… en lugar de encajando más obligaciones.
- Me pego a quien creo que lo hace bien. Conversaciones interesantes, en directo aprovechando la hora de comer, por teléfono mientras voy de un sitio a otro o escribiendo desde el móvil en documentos compartidos, junto con podcast, microproyectos colaborativos o vistazos en diagonal a ciertas newsletters… me salvan la vida últimamente.
- Me centro en temas que pueda aplicar a lo que me traigo entre manos. Porque sé bien que mi motivación se acelera cuando lo que aprendo me ayuda a construir sobre lo que ya sé o hago. Y no hablo solo de “habilidades técnicas” (ya sea éstas conseguir que tu hijo duerma mejor o hacer una macro en excell) sino también de otras más “de proceso” como aprender a establecer prioridades, esta de sacar jugo a los tiempos muertos o mejorar mis procesos de escritura o de toma de decisiones. A mí me funciona lo de reconducir mi curiosidad hacia mis necesidades en cada momento.
- Le echo ilusión y ganas, aunque a veces las tenga que forzar. Porque no sé ni cuántas veces el obligarme a pintar un sonrisa en mi cara me ha acabado alegrando el día. Porque nunca olvido cómo el proyecto hace afecto, ni cómo visualizarte antes de acostarte ya en la cima hincando el diente a tu bocata de jamón te hacer despertar con sensación de descanso antes de que suene el despertador.
- Trato de no boicotearme más de lo necesario. No me dejo engañar por mi coco. Sé que cada «estoy muy cansado”, cada “no tengo tiempo” reafirman un poco más a mi mente en la creencia de que es imposible aprender algo cuando tienes poco tiempo o estás agotado. Pero también sé que puedes observar tu fatiga sin aspirar a que desaparezca… al tiempo que la retas. Y a eso me pongo. Me van los retos, qué le voy a hacer.
- Me comprometo… a mi manera. También sé cuánto me mola la dispersión y como acabo en los cerros de Úbeda si no me obligo a centrarme . Así es que trato de adquirir compromisos con terceros que me empujen a “cumplir” ciertas promesas o a llegar a ciertos estadios. En parte, los “utilizo” para obligarme, pero lo cierto es que les agradezco infinito el disfrute (y el crecimiento) que me proporcionan.
- Procuro aplicar lo aprendido. Bien sea directamente, bien sea porque lo escribo y lo publico en forma de reflexión que me sirve no solo para ordenarme sino para reforzarme en lo aprendido o me impongo alguna tarea nueva… de esas que ni pican ni sangran porque las has elegido tú y porque tú les has visto impacto y utilidad. Ya sé que parece un contrasentido. Pero créeme que no lo es.
No podemos elegir el contexto en el que nos toca vivir. Y menos en momentos de cambio social, económico, político y vital como el que viviremos hasta que esta sociedad digital, enloquecida, distraída y urgente, encuentre su punto de equilibrio. Algo que no sé si llegaremos nosotros a ver pero a lo que no podemos esperar.
Ahora no solo se trata de no quedarse atrás, se trata de poder agarrar las riendas.
Tal vez sientas que no es posible nadar con estilo cuando te das con un canto en los dientes tratando de mantenerte a flote. No eres único. Son decenas los informes que hablan de la cantidad de gente que se siente agotada al final del día. Preocupada por cómo seguir resistiendo situaciones con pocos visos de cambiar a corto plazo.
A mí me salvan la vida esos “viajes de aprendizaje” pelín difíciles pero a los que veo utilidad práctica inmediata, y que puedo adaptar a mi estilo, capacidades y agenda. Por eso, te comparto hoy la idea de que, no solo es posible, sino de lo que puede llegar a descansarte eso buscar tus microhuecos para “estudiar” cómo mejorar.
Trabaja con tu cerebro, no contra él. Romper la rueda del hámster pasa por aprender a sacar partido del hastío y del agotamiento.
Increíble, pero cierto.
