Hay días en que me gustaría tener un doble. No aspiro, como contaban de Franco, a irme de pesca mientras otro va en mi lugar a inaugurar pantanos, pero a veces necesito con urgencia un avatar que me dé un respiro. Porque llevo regular esas acciones un tanto desconectadas de la realidad y que sólo se hacen de cara a la galería.

Saber vender tu trabajo es muy importante

La mujer del César no solo debe serlo, sino parecerlo. Entiendo y comparto la importancia de las formas. Y de ir más allá de la pura eficacia poniendo en valor el trabajo que realizas. Yo soy de las que piensan que saber hacer no es suficiente. Que hay que “acompañar tu valor al mercado”, aprendiendo también a transmitir a los demás el valor de lo que uno aporta.

Porque, lo que no se conoce, no existe. Me gusta la idea, y de hecho la practico, de aprovechar cualquier ocasión y medio para contar lo conseguido. Sin autobombo, pero también sin falsa modestia. Sé de muchos tesoros ocultos de los que nadie disfruta porque han faltado acciones que los saquen a la luz. De trabajos maravillosos que nadie apoya porque sus autores son tan discretos y están tan centrados en resolver, que “no tienen tiempo” para ponerse a vender.

Y da mucha rabia. Cuesta convencer a un sector de excelentes profesionales de que poner en valor es tan necesario como aportar valor. De que si no te haces notar, nadie te presta atención. De que no basta lo que tú creas. De lo importante que es trabajar para que también lo crean los demás. De que «venderse» es necesario.

La venta requiere producto

Pero, de ahí a vender lo que no haces y a contar lo que no tienes, no. Porque no es honesto, porque a la corta te pillan y porque (y ese es el verdadero peligro), te lo acabas creyendo. Ni calvo ni tres pelucas.

Y cada vez más, me veo en tesitura de participar (o a tratar de escaquearme como puedo) en acciones vacías, que sólo buscan la foto. Pero que en lugar de buscarla currándose un contenido, un contexto y un mensaje, sólo tratan de salir del paso rápido y de cualquier manera con lo primero que pillan. En acciones que nadie ve ni comparte pero que todos corren a direccionar sólo porque “vienen de arriba”.

Vendamos, sí, pero con sentido. Y con trabajo detrás. Con mensajes anclados en realidades. Con acciones bien organizadas, con artículos currados, con eventos hechos con cabeza y con corazón, con comunicados bien escritos, con vídeos y reportajes de guion y factura impecables.

Sólo convences cuando tú estás convencido

Es más fácil parecer que ser. Aunque a ninguno se nos escapan los riesgos de parecer sin serlo. Porque, en la era digital, turnitines antiplagio y redes sociales mediante,  se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Puede que cuele una o dos veces, pero a la larga, el cartón piedra se desmonta.

Sobre todo hoy que todo se basa en valores. No puedes vender flexibilidad con una organización rígida como un palo cuyos sistemas no admiten ninguna excepción. Ni puedes vender ecologismo con platos y cubiertos de plástico en el bar del piso 7. No puedes vender felicidad y eficiencia con empleados quemados que pasan de todo ni eficiencias operativas con sistemas que sea caen a pedazos.

Esforzarse en parecer salva el corto plazo, pero muere al largo. Sin embargo, negar o esconder las realidades menos deseadas, es una praxis que está llegando a todas partes. Estamos ante un código omnipresente y tan interiorizado que dudo si puede ser combatido.

Cambiamos el lenguaje, para usar palabras más “políticamente correctas”. Hoy las criadas son empleadas del hogar, los obreros, recursos y los barrenderos, operarios municipales de limpieza… Y nos quedamos tan panchos. Creyendo que así damos gato por libre. Lo peor es que cada vez más, realmente la damos.

Me pondré metafísica: Ser (estar) no implica existir (que el mundo te conozca), pero no deberíamos alimentar existencias sin esencias. Cualquiera puede aparentar algo que no es. Pero cuando se aparenta algo que no se tiene, te vuelves esclavo de tus promesas. Y no sólo corres el riesgo de que te descubran, es que vives (aunque no lo sepas) con miedo a que lo hagan.

El miedo es el mayor de los lastres. Os propongo hoy una reflexión sobre lo que somos, lo que contamos y lo que aparentamos.

@vcnocito