Seas quien seas, trabajes en lo que trabajes, y ocupes el cargo que ocupes, créeme que tu vida y también tus resultados profesionales mejoran estratosféricamente el día en que entiendes esto: No, no eres imprescindible.

El mundo siempre sigue girando sin ti.

No es que tu aporte no sea valioso, al contrario, todos aportamos algo único. Pero pensar que sin ti todo se va a venir abajo no solo te mete mucha presión y estrés innecesario. Es que además es una solemne estupidez.

Tal vez hayas cometido el error de construir un ecosistema donde no hay compañeros que puedan hacerte de respaldo, o donde nada pueda parar un par de semanas. Tal vez estés echando a andar un proyecto muy personal.

Aun así. Créeme que todos necesitamos desconectar.

Lo necesitas tú, lo necesita el proyecto, y lo necesitan tus compañeros. Lo necesitan hasta tus clientes.


La prueba de que puede hacerse la tienes justo detrás

Te invito a viajar en el tiempo, que sé que tienes edad para hacerlo 🙂

Vamos juntos tan solo unos 15 o 20 años atrás.

Te ibas de vacaciones, sin móvil, por supuesto. En la mayoría de los casos, es que no lo tenías aún. Y si pasaba algo, tus compañeros se apañaban.

Yo aún recuerdo los dos pares de zapatos que gasté corriendo por toda la fábrica aquel verano del ¿97?¿98? cuando me quedé a cargo de una “inocente” línea de fabricación de módems que, en teoría iba sola, pero en la que se coló un fallo de programación que hacía que los módem llamaran a los bomberos como primera instrucción tras ser encendidos. Y mientras el ingeniero titular hacía plácidamente el camino de Santiago, otros sudábamos la gota gorda acordándonos mucho de la madre que lo parió. Pero aquí estamos todos (empresa incluida) y anda que no nos hemos reído después recordando lo diferente que puede llegar a ser un 080 de un #080.

A tu vuelta, dedicabas dos días a leer los cientos de emails que se te habían acumulado. Pero ojo, que lo hacías sin estrés y sin dejar de tomar sucesivos cafés con cada incauto dispuesto a escuchar con pelos y señales todas las anécdotas de tu periplo vacacional. “Te estabas poniendo al día”, un estado que todos (jefes incluidos) respetaban. Se tardaba en entrar en harina (como, por otra parte es normal) y no pasaba nada. Total, llevabas ya tres semanas como poco en la playa más feliz que una perdiz.

Todo esto pasaba.

Por increíble que parezca, el personal (todo el personal, jefes incluidos) se iba a la playa y se olvidaba del mundo.

Y no, no es que “lo de antes” fuera más flojo. Te traías entre manos unos proyectos que eran la caña en términos de complejidad y de enjundia. Y también en términos de pasta.

Así es que ¿dónde está el problema hoy?

Vale, algunas cosas han cambiado. Pero estarás conmigo que lo que más ha cambiado ha sido la mentalidad de las personas. Que muchas, muchísimas veces, se autogeneran una presión absolutamente innecesaria. Cada uno sabrá por qué.

Como motivos para estar “enchufado 24×7”, vacaciones incluidas, ya tienes muchos en tu cabeza. Hoy comparto alguna reflexión que tal vez te ayude, si no a desmontarlos, sí a darles otra vuelta.


¿Qué falsas creencias nos hacen llevarnos el móvil a la playa?


Crees que tu trabajo lo exige. Porque tu día a día lo lleva ya de serie. Estamos acostumbrados a vivir incubando el móvil. Atendiendo mensajes y correos casi en tiempo real. Sintiendo esas esperas de uno o dos días en las que el otro piensa como algo digno de un juzgado de guardia. Pero una costumbre no es una necesidad. Y aunque cuesta bajarse del tren en marcha, parar se puede. Y se debe. Tu trabajo lo que de verdad te exige es que des todo lo que tienes. Y las personas apresuradas y agobiadas, cansadas y hasta diría enloquecidas, no pueden hacerlo.


Crees que tu jefe lo valora. Puede que sea así sobre el papel, pero ojo que rascando un poco, igual te confundes. No se valora lo que se tiene “por defecto”. Los humanos somos así. No valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Así es que, fíjate lo bien que podría llegar a venirle a ese jefe exigente que nunca agradece tu disposición en tiempo real sino que la da por hecha, que te vayas de vacaciones de verdad. Igual subes más enteros así que contestando correos cada media hora.


Te crees mejor que tus compañeros. Vamos a reconocer que todos pensamos un poco que nadie hace las cosas mejor que nosotros mismos. Correcto, es que eso es verdad. Porque lo que resulta es que nadie las hace exactamente igual que como tú las hubieras hecho… que es 100% a tu gusto. Pero de no creer que algo sin ti pueda ir igual de bien no es lo mismo que sentirse imprescindible. Piensa lo de darles a los otros margen para que lo hagan un poco “peor”. Que no pasa nada, de verdad. Que en septiembre ya tendrás margen para retomar las riendas.

Si crees que estas no son las verdaderas razones íntimas de tu incapacidad para la desconexión digital y que “tu caso es diferente”, pues tú veras.

Pero yo creo que para dar tu mejor versión, conseguir reconocimiento y valoración y dar valor y eficacia a tu equipo, nada como desconectar.

Todos necesitamos parar para pensar. Porque pensar también es hacer.

Así es que predicando con el ejemplo, y con el cuerpo al sol, este balcón se cierra, por primera vez en
su historia, por “descanso vacacional”.


Volvemos el 6 de septiembre


@vcnocito