Escribía en un post anterior de este blog que lo más importante en el trabajo es ser buena persona. Estoy convencido de que es así, pero, ¿puede darse el caso de que ser DEMASIADO buena persona en el trabajo llegue a ser perjudicial para tu carrera profesional?
Ser buena persona tiene una serie de beneficios en lo profesional. Primero, porque pienso que el ser humano es bueno por naturaleza, así que ser buena persona acaba siendo “lo natural” cuando vives en sociedad y compartes ocho horas al día con otras personas. Después, porque establecer relaciones positivas genera confianza en los demás, y siempre es positivo que confíen en ti. Luego, porque hay pocas sensaciones más agradables que la de haber ayudado a otra persona, lo que hace que la vida transcurra mejor mientras estás en la oficina. También porque las buenas personas crean un ambiente de armonía que suele tener un efecto multiplicador en los demás. Y finalmente, porque si haces algún favor a los demás, seguro que pronto los demás harán algo bueno por ti.
No obstante, seguro que casi todos nosotros hemos pecado alguna vez de ser demasiado buenos, y por ello hemos terminado con la sensación de que se han aprovechado de nosotros. Y es que ser bueno no equivale a ceder siempre y decir a todo que sí, sino que también es dejar las cosas claras y mantener tus propias ideas, siempre desde la amabilidad y el respeto hacia los demás, sin buscar enfrentamientos innecesarios.
Las personas demasiado buenas en el trabajo tienden a ser complacientes y poco creativas, por lo que los demás suelen pensar que aguantarán cualquier cosa que les echen. Muchas veces esa gente buena se mantiene en silencio mientras que los que más gritan son los que tratan de salirse con la suya, aunque para ello haya que llevarse a alguien por delante. Entonces es fácil que cuando queramos complacer a los demás, acabemos perdiéndonos a nosotros mismos.
La bondad es apreciada en el ámbito profesional, pero un exceso de bondad puede ser contraproducente. Nunca he escuchado nada parecido a “eres la mejor persona del departamento y por eso vamos a ascenderte”. Si eres empático y comprensivo sin duda estás contribuyendo a crear un bien ambiente laboral y unas excelentes relaciones interpersonales, pero ser extremadamente bueno puede ser visto como una falta de decisión. Demasiada amabilidad será percibida como ausencia de firmeza, lo que te dejaría quizá fuera de ascensos o proyectos importantes. Porque la percepción de las buenas personas es que siempre se callan, no molestan, siempre ayudan, siempre tienen tiempo para quedarse un rato más y nunca se quejarán de si hay mal ambiente ni de exceso de carga de trabajo. Percepción que no van a ayudar a conseguir grandes objetivos profesionales.
Así que como casi siempre, lo ideal es encontrar el equilibrio entre amabilidad y firmeza a la hora de defender nuestras ideas. Hay que encontrar el equilibrio entre ayudar a los demás y ser emocionalmente inteligente, poniéndote en valor y siendo capaz de priorizar. Fácil de decir, complicado de hacer, porque cada uno somos como somos. No obstante, termino diciendo que ser buena persona debería ser lo más importante en el trabajo… pero siempre, hasta un cierto punto.
