Tenemos la idea de que los estrategas de una empresa son personas muy inteligentes y expertas, los más preparados de todos, porque tienen entre manos la actividad más importante de todas: decidir el futuro de la compañía. Sin embargo, decía Peter Drucker, el gurú del marketing, que “la estrategia es una commodity y la ejecución un arte”. Es decir, que eso de la pensar no es para tanto, que al final muchas empresas siguen la misma estrategia poco más o menos (reducir costes, diferenciarse por un servicio excelente) y que en realidad, el que se lleva el gato al agua es el que ejecuta mejor la estrategia.
Cada vez son más las empresas que llevan esa frase de Peter Drucker a su día a día, y buscan personas que sean resolutivas, que se remanguen y se metan en el chapapote de los problemas diarios sin pensárselo mucho, antes que otros que se pasen el día pensando en la mejor manera de afrontar el problema sin llegar a actuar. Son los “Doers” (ejecutores) contra los “Thinkers” (pensadores).
Son dos maneras distintas de abordar los retos que surgen en el trabajo. Mientras que los doers se distinguen por su orientación a la acción, priorizando la ejecución y la búsqueda de resultados tangibles, los thinkers destacan por su capacidad de análisis, su visión estratégica y su gusto por anticipar escenarios futuros. El perfil “Doer” es, ante todo, un ejecutor. Su fortaleza radica en la capacidad de convertir ideas en realidades. Son personas que no se detienen demasiado en la reflexión, sino que avanzan con paso firme y decidido hacia los objetivos. Son eminentemente prácticos, y les motiva el progreso visible, la acción concreta y la consecución de resultados visibles en el corto plazo.
Por su parte, el perfil “thinker” es reflexivo, estratégico y conceptual. Antes de actuar, busca entender las causas, evaluar todos los escenarios y medir bien las consecuencias de sus actos. Se centran sobre todo en el medio y largo plazo, y su aportación principal es generar conocimiento y mostrar a los demás cómo deben hacerse las cosas.
Si bien estos perfiles parecen opuestos, en realidad creo que pueden ser perfectamente complementarios. Un equipo compuesto solo por thinkers quedará paralizado por el análisis excesivo (“la parálisis por análisis”), mientras que un grupo solo de doers avanzará sin rumbo claro y pueden llegar a parecer un hormiguero pisoteado por un niño, donde las pobres hormigas corren cada una por su lado sin ninguna organización.
Creo que dependiendo del entorno, un rol u otro debería tener más preponderancia. Por ejemplo, en entornos dinámicos o de incertidumbre, un Doer se siente cómodo tomando decisiones rápidas y aprendiendo sobre la marcha, aplicando aquello de que lo mejor es enemigo de lo bueno. Como cada vez vivimos en entornos más inciertos, el perfil Doer es cada vez más demandado, o esa es mi impresión al menos. Sin embargo, un Thinker sobresale en entornos que requieren planificación, mucha innovación o resolver un problema muy complejo, donde una decisión precipitada puede tener malas consecuencias.
Reconozco que a mí me gustan más los perfiles “Doers”, los profesionales que convierten la estrategia en resultados inmediatos, que ejecutan con rapidez y marcan la diferencia en semanas, no en trimestres, y que eso de marear la perdiz no me gusta mucho, aunque evidentemente, lo ideal son los profesionales híbridos, capaces de integrar ambos enfoques… luego, naturalmente, cada uno somos de una manera… Entonces, ¿tú te consideras un “Doer” o un “Thinker”?
