La confianza entre las personas crece cuando compartes tareas y compromisos, porque el tajo siempre te pone en tesitura de comprobar en primera persona de qué pie cojea el otro. Pero también cuando, en medio de todo el fregado, intercambias bromas en la comida, comentas las fotos de sus hijos que ves en la pantalla de bloqueo de su móvil o de su ordenador o cuando les pides referencias para planes de fin de semana o de vacaciones.

¿Cuántas de todas estas “conversaciones secundarias” tienen a cero al pasar al canal digital?

Muchas, seguro.

O no.

Depende. De cómo seas tú y de cómo sea el otro.

Pero, individualidades mediante, seguro que la mayoría hacemos inventario negativo. Somos, en general, más parcos en el canal digital.

Pero resulta que la confianza, que siempre fue imprescindible para la buena marcha de un proyecto, lo es aún más cuando no te ves las caras.

¿Cómo se establece la confianza?

La confianza es la sensación que tenemos de que una persona actuará de forma correcta en una determinada situación. Es, por tanto, una especie de apuesta, una “suspensión temporal” de la incertidumbre sobre las acciones de las personas, que facilita enormemente las relaciones.

Los animales la poseen por instinto, pero solo los humanos la construimos de forma consciente y voluntaria.

Buceando en el tema, me entero de que hay dos tipos de confianza: una «rápida» o de primera impresión y otra que se entrega de forma más estable y perdurable. Y de que es igual de necesario desarrollar ambas.

  • La confianza de «primera impresión» es la sensación inmediata positiva tras un primer contacto. Las personas confiamos en los demás hasta que se demuestre lo contrario, sobre todo cuando no nos queda otra. Cuanto más retador es un proyecto, más probable es que exista una confianza inicial, porque el equipo tendrá que ponerse de inmediato a trabajar conjuntamente. No obstante, nunca está de más impulsarla “de partida”. Es buena idea que los gestores del proyecto hagan una ronda de presentación exponiendo conocimientos y experiencias relevantes de cada uno, y estableciendo roles y pautas que clarifiquen expectativas. Poner cara a la gente ayuda mucho.
  • La confianza «de fondo» o confianza otorgada. Es la que surge de la interacción en el mundo online, en comunidades, en redes sociales y, por supuesto, de forma presencial. A diferencia de la confianza rápida, que se establece en el corto plazo y puede evaporarse con igual celeridad, la confianza otorgada se percibe como estable, como un estado permanente. De ahí la importancia de desarrollar, por ejemplo, tu presencia profesional en redes sociales como un plus de partida.

Actitudes que generan confianza

El auge del teletrabajo o de equipos que trabajan en diferentes sedes y países nos está pidiendo a gritos nuevas actitudes y comportamientos para acercarnos a nuestros compañeros, jefes y clientes.

A los que conocemos de siempre y a los que jamás vamos a tener oportunidad de conocer.

Nos toca desarrollar capacidades de relación online para llevar a buen puerto proyectos y negociaciones.

Este nuevo conjunto de actitudes digitales incluye el desarrollo de la empatía digital como un activo profesional que disminuye radicalmente los malentendidos, los resentimientos y las barreras frente a los demás.

¿Cómo se desarrolla la empatía digital?

Para desarrollar esa “empatía a distancia”, tendremos que:

  • Abrazar la indiferencia positiva. Será vital no entrar en las diferencias culturales con otros miembros del equipo, y adaptarse a modos y maneras diferentes a los que estamos acostumbrados con la actitud positiva que busca el enriquecimiento.
  • Identificarnos con la misión, aprendiendo a sentir los colores de un proyecto tanto como lo haces con tu equipo local. Cuando no es posible verse la cara, es vital promover una emoción común que nutra el compromiso y garantice el cumplimiento de los objetivos.
  • Buscar excusas para interactuar con quienes sean “tímidos digitales”. Está demostrado que quienes envían mensajes de presentación o de “feliz semana” y buscan momentos para comunicarse con el resto del equipo desarrollan la confianza y el sentimiento de equipo y consiguen acelerar las eficiencias.

Conocerse es la palanca para generar confianza

Cuando hablamos de equipos con culturas o idiomas diferentes, la cosa se complica. ¿Cómo ponerte en la piel de alguien que vive en otro continente, habla un idioma que no puedes entender y cuyas reacciones te pueden resultar incómodas o inapropiadas?

No es posible sin currarse el conocimiento del otro

El primer paso es saber más sobre gustos y normas de comportamiento de colegas distantes. Saber que tu compañero finlandés prefiere trabajar ininterrumpidamente porque se desconecta a las 17:00 h, o que en España paramos dos horas para comer ayuda mucho a fortalecer la relación.

Fomentar espacios y situaciones para la charla informal, introduciendo conversaciones relajadas cada vez que haya puntos de contacto más formales, tanto en los correos electrónicos como en videoconferencias, es un buen modo de conocerse mejor.

Y no olvidemos escuchar, tratando de interpretar nuestros comportamientos bajo esos nuevos códigos que vamos aprendiendo, para ver cómo somos percibidos en el otro extremo. Si los noruegos nunca hacen chistes en sus multiconferencias, ¿qué pensarán de quien siempre las hace?

Las herramientas de trabajo colaborativo ayudan

Las herramientas de trabajo colaborativo combinan la gestión del conocimiento con la coordinación de las personas que lo poseen. Además, incorporan algunos cambios que, desde mi punto de vista, son los que las convierten en imprescindibles para equipos de trabajo deslocalizados geográficamente.

Por ponerte algunos ejemplos:

  • Proporcionan un espacio y facilidades de “libreta electrónica” para compartir ficheros e información con la misma facilidad que la que nos llega en otros formatos como notas, enlaces de Internet, publicaciones en redes sociales o correos electrónicos.
  • Combinan diferentes modelos de comunicación de modo ágil, pudiendo elegir con un clic entre el chat, la videoconferencia o la conversación telefónica de toda la vida, cambiando de uno a otro en cualquier momento. Así podemos reunirnos, exponer o dar formación en el mismo contexto de nuestras conversaciones informales o de las preguntas cortas.
  • Incorporan al smartphone las mismas capacidades que el ordenador, al permitir la conexión en cualquier momento y lugar, lo que ayuda a salvar, entre otras, las barreras de horarios.
  • Son sociales y proporcionan información sobre el contexto en el que se comparte el conocimiento, siendo capaces de determinar quién sabe de qué, lo que nos ahorra mucho tiempo.

He comprobado en carne propia una y mil veces cómo este tipo de herramientas,  mejoran la productividad y la comunicación entre equipos. Y como ayudan a  tomar decisiones más rápidas, desarrollar ideas más innovadoras y mantener a la gente más unida y motivada alrededor del proyecto que nos traemos entre manos.

Aprender a usarlas bien, estableciendo buenas prácticas y reglas de uso marca diferencias para bien.

O no.

Porque hay también un lado oscuro en la colaboración online.

Pero ese lo comentamos en la próxima entrega: “Cómo las herramientas colaborativas pueden arruinar la relación con tu jefe”

¿A qué casi no puedes esperar? 😛

@vcnocito