La inteligencia artificial (IA) es sin duda la palabra de moda en este 2023. Hace doce meses quien más quien menos empezaba a flipar con Chat GPT, pero ahora tenemos IA en todas partes, de igual manera que hace unos años se le ponía el prefijo “Smart” a cualquier cosa (vi en amazon hasta una Smart-tostadora…). No tengo ninguna duda de que la Inteligencia Artificial va a suponer una revolución en la manera en la que trabajamos comparable a la que hubo cuando el correo electrónico e internet llegaron a todas las oficinas, pero también estoy convencido de que estas revoluciones llevan su tiempo. Aún falta bastante para que podamos decir que la Inteligencia Artificial es imprescindible para nuestro trabajo como ahora lo es el correo electrónico, por ejemplo.

Sin embargo, es tal la magnitud del cambio que viene que no está mal ir preparándose. Los chicos y chicas que están ahora en el colegio empiezan a utilizar la Inteligencia Artificial en su día a día de manera que cuando en unos años se incorporen al mercado laboral, tendrán totalmente interiorizado el trabajar con una IA. Traigo a colación de esto un estudio muy interesante titulado «Impact of AI Assistance on Student Agency» donde se investiga cómo empieza a cambiar la forma en la que los alumnos están aprendiendo y lo dependientes que pueden llegar a ser de ella.

En el estudio, se dividía a los estudiantes que participaron en él en tres grupos. En el grupo 1, llamado grupo de asistencia de IA, cada estudiante tenía un asistente digital que les daba consejos continuos sobre cómo mejorar sus actividades, evaluando su trabajo constantemente y ofreciéndoles consejos personalizados para, por ejemplo, mejorar los comentarios de texto que escribían.

En el grupo 2, grupo de lista de autocontrol, en vez de un asistente digital cada estudiante una lista de verificación para autoevaluar su trabajo, con preguntas referidas a sus comentarios de texto tales como si habían identificado claramente las ideas principales del texto, si la longitud del comentario era la adecuada o si la variedad de vocabulario empleada era suficiente. El estudiante revisaba esa lista y podía identificar por sí mismo sus áreas de mejora

En el grupo 3, el grupo híbrido humano – IA, se ponía a disposición de los participantes tanto la IA como la lista de control. Finalmente, la idea del estudio era evaluar qué grupo mostraba mayor mejora en sus resultados y qué método les otorgaba más autonomía en los resultados.

El resultado del estudio es muy interesante, y aplicable a cualquier aspecto laboral. El grupo con asistencia de IA mejoró los resultados, pero se hizo absolutamente dependiente de la IA. Cuando se les retiró, su rendimiento descendió drásticamente. Es decir, la IA fue una herramienta muy efectiva, pero no les sirvió para aprender prácticamente nada. El grupo híbrido humano – IA, tuvo un comportamiento muy similar al del grupo solo IA, es decir, la adición de la lista de control no tuvo apenas efecto. Los estudiantes también se volvieron dependientes de la IA.

Es decir, la IA es una herramienta muy poderosa, pero es verdad que usándola se genera una especie de falsa potencialidad. Parece que seremos capaces de hacer cualquier cosa, pero en realidad, no tendremos ninguna diferenciación unos de otros. La IA generará resultados más o menos similares para todos, la use quien la use, si no somos capaces de aprender de ella o mejor dicho, de incorporarlo a nuestros procesos de aprendizaje. Los grandes fabricantes de software de inteligencia artificial llaman a sus aplicaciones “Copilot” (copiloto, en el caso de Microsoft) o Duet (Dúo, en el caso de Google) para enfatizar que la IA debe ser una ayuda, un complemento, pero siempre el factor clave, el que dirige y marcas las diferencias, debe ser la persona. Sin interiorizar esto, la inteligencia artificial nos convertirá poco menos que en otros robots con poca inteligencia natural que aplicar.