Todas las habilidades se pueden desarrollar. Dedicarle a cualquier materia suficiente formación y mucha práctica te llevan a ser razonablemente bueno en ella.
Pero cada uno de nosotros tenemos ciertas habilidades que vienen “de serie”. Y descubrir en tu cuáles son y cómo podrías apoyarte en ellas, es lo que te hará destacar y brillar de verdad.
Alguien me dijo que tenemos una incapacidad genética para saber en qué somos buenos de verdad. Y es que no solemos dar valor a aquellos talentos que tenemos de forma natural.
Nadie piensa de sí mismo que tenga una gracia especial para bailar o para contar chistes, que tenga una forma de escribir o de hablar que haga a la gente seguir atenta o que su capacidad para sacar recursos de debajo de las piedras no sea algo que otros no pueden conseguir con igual facilidad.
Mirar en tu interior para descubrir en qué podrías ser jodidamente bueno cambiará tu destino profesional
«Match quality” (que yo mal traduzco como “calidad de coincidencia”) es un término que los economistas usan para describir el grado de ajuste entre el trabajo que alguien hace y sus habilidades e inclinaciones.
Elegimos carrera primero y metas profesionales después poniendo el foco en lo que creemos que es lo que lo nos va a gustar más, que va a rentarnos más o que será donde conoceremos gente más interesante.
Pero rara vez nos detenemos a pensar en qué somos realmente buenos.
Y muchas veces, es miles de años después (porque la cabra siempre tira al monte) donde nos damos cuenta de que igual hemos perdido un tiempo precioso en el desarrollo de nuestras “habilidades naturales” y que deberíamos habernos “escuchado más”.
Porque cuando aprendemos a conocernos mejor, entendemos mejor la diferencia entre posibilidad y probabilidad.
Y nos damos cuenta de que un pato mareado puede aprender a bailar pero que jamás llega a primera bailarina de ningún ballet.
Entendemos que nuestra personalidad marca tanto o más como las 10.000 horas de práctica que dicen necesitamos para ser buenos en algo.
Que, siendo de natural osado, organizado y energético, tenderás a ser bueno gestionando proyectos. Pero que con tu meticulosidad, tu timidez y tu inseguridad natural se te hará mucho más cuesta arriba. Pero que, sin embargo, aplicadas a cualquier tarea de observación y ejecución (la programación o el análisis, por ejemplo) te darán papeletas para llegar a ser un crack.
Las metas del ayer pueden parecer ridículas cuando las miras con una visión más sabia y personal. Cuando te permites asumir que aquel sueño que tan bien sonaba, en realidad no encajaba contigo.
Permítete cambiar tus preferencias laborales y de vida
No temas cambiar de enfoque.
Cambiamos con los años más de lo que nos gusta reconocer. Pero hacerlo es bueno porque ahora tenemos más experiencia, más visión y más paciencia.
Y porque ya sabemos quiénes somos, y en qué fallamos en la práctica y no nos hacemos castillos contando solo con esa teoría de que querer es poder y que todo el mundo puede si lo desea y lo intenta lo suficiente.
Sabemos quiénes somos solo cuando analizamos lo que realmente hemos hecho y no sólo las posibilidades que teníamos de poderlo hacer.
Amplia fortalezas, no te centres solo en cubrir carencias
Trata de mejorar en aquello que eres realmente bueno.
Veo a mucho colega tratando de aprender aquello que siempre se le dio fatal. Sin embargo, yo he aprendido que la capacidad para destacar viene de anclarse en la búsqueda y desarrollo de nuestras fortalezas naturales.
Demasiadas empresas contratan en función de los conocimientos adquiridos para intentar convertir a sus empleados en algo que no son. Hoy tenemos la oportunidad de definir quiénes somos y qué elegimos aportar.
No podemos desaprovecharla.
Claro que tendremos de tratar de cubrir nuestras carencias, pero entendiendo que la fuerza para aprender solo se encuentra en tus motivaciones profundas, que son las que te diferencian y te hacen único.
Hay que escucharse para encontrarlas.
Y permitirse giros de 180º o nadadas contracorriente.
Con decisión y con fuerza. Porque no se trata solo de adquirir conocimientos. El desarrollo de un valor diferencial implica el acercamiento a nuevas metodologías y herramientas, pero sobre todo un desarrollo personal hacia nuevos valores y actitudes.
Por ello,al diseñar nuestra hoja de ruta no deberíamos olvidar elementos como:
- El pensamiento crítico y el gusto por hacernos mil preguntas hasta llegar al fondo de la cuestión, sin miedo a ir retocando la propuesta inicial de valor.
- La comunicación y la difusión, obligándonos a desarrollar destrezas que nos permitan compartir el conocimiento adquirido, colaborando y cocreando porque solo así se desarrollan esas redes de conocimiento que te permiten ir entendiendo cómo cae tu aportación y dónde está tu verdadero valor.
- La búsqueda de la aplicabilidad pero también de la transversalidad, para así ampliar nuestras oportunidades de abrirnos al pensamiento lateral que precisa la creatividad.
Y es que, la diferencia entre un trabajador aceptable y otro realmente bueno está en su capacidad de formarse (o no) profundizando en sus habilidades y preferencias.
Con la actitud y el entendimiento de que son los demás quienes, en el fondo, definen tu verdadero valor como elemento clave.
Para descubrirte, nada mejor que proponer y escuchar.
