Los profesionales vivimos cada vez más obsesionados con sumar conocimientos, datos, habilidades o experiencias. Como si crecer fuera siempre cuestión de acumular. Olvidando ese otro tipo de sabiduría que se revela al restar, que sólo se activa cuando eliminamos las certezas o los incentivos que nos distraen.
Pero, en la empresa como en la vida, el salto cualitativo no siempre está en lo que añadimos, sino en lo que nos atrevemos a soltar.
Me centro hoy en algunas ideas sobre esos beneficios “inesperados” de lo negativo, que me dan vueltas al hilo de algunas interesantes lecturas.
¿Qué nos puede enseñar ese dato que descuadra, esa acción que aprendemos a ignorar o ese incentivo que se retira a tiempo? ¿Podrían el vacío o la incomodidad convertirse en motores insospechados de claridad, foco y creatividad?
El crecimiento negativo
El balance de resultados parece haber sustituido a las Tablas de la Ley en las empresas. El mantra es crecer. Muy pocos son los negocios que juegan la carta de la simplificación.
Lo que funciona es la adición.
Más productos, más clientes, más datos…
Sin pensar nunca en la sustracción. En que menos muchísimas veces es más.
Sin caer en la cuenta del ruido que provoca el crecimiento desmedido.
Sin recordar, que como decía Steve Jobs, “la gente cree que centrase en algo significa decir sí a muchas cosas alrededor de tu foco, pero centrarse va más bien de rechazar el centenar de otras buenas ideas que andan por ahí, escogiendo con cuidado. Me siento tan orgulloso de las cosas que no he hecho como de las que sí”.
¿Cuándo empezaremos a atrevernos a restar? ¿Y cuándo a sentirnos orgullosos (y valorados por hacerlo?
Me temo que nos queda.
Porque si éramos pocos con el Power Point, ahora tenemos a “su primo” el Power BI apoyando con datos el bla, bla, bla. Ayudando a que no triunfe lo más verdadero sino lo más cautivador. Por eso no espero penalización para estos “creadores estratégicos”. Por mucho que cada vez me sea más evidente lo mucho que dañan a la empresa y a la sociedad.
Pero no dejo de pensar…
¿No sería bueno que, de alguna manera, cargaran con las consecuencias de sus actos?
Me resulta atractiva la idea que se me propone de que cualquiera que elabore una predicción o un análisis estratégico se juegue algo personal con ello, ya que somos otros quienes pagamos el pato de tanto perifollo que nos impide ver el bosque.
El conocimiento y la predicción negativa
Vamos con otro melón.
Creo honestamente en la eficacia del predicamento positivo. En los consejos que recibimos de quienes han conseguido sus objetivos y propósitos. De hecho, yo misma me he apuntado (y me seguiré apuntando) a esta práctica. Sigo creyendo que ayuda compartir con otros lo que a ti te ha funcionado.
Sin embargo también me apunto con el mismo entusiasmo a la idea de compartir lo que falla, de ayudar a saber qué no hacer o qué evitar.
Me sumo también a la idea de “los actos por omisión”.
Porque cierto es que nos centramos en el qué hacer dejando al «no hacer» en mala consideración. Los actos de omisión (que ni siquiera consideramos actos propiamente dichos) no entran nunca en nuestras to-do-lists.
Cuando la verdad es que es mucho más fácil (y seguro) saber que no hacer que saber qué hacer.
Me entra en la cabeza esa idea de que la opción más segura es la de eliminar de nuestro conocimiento todo lo que creemos o sabemos de cierto que está equivocado.
Porque es verdad que sabemos mucho más de lo que está mal que de lo que está bien. Y lo que no funciona es más robusto frente al error que lo que funciona. Puesto que una pequeña nueva pista puede refutar toda una teoría y que millones de ellas no consiguen corroborarla definitivamente, la refutación es siempre más rigurosa que la confirmación. Lo que sabemos hoy puede demostrarse erróneo en un futuro, pero lo que sabemos que ya es erróneo rara vez se demuestra correcto más adelante.
Convencida. Me sumo a la idea de hacer crecer el conocimiento también por sustracción.
Epistemología sustractiva la llaman los expertos. Desaprender la llamamos el resto.
Pero ni cambiándole el nombre a uno que está más de moda se nos pega.
Me obligo a recordármelo.
El incentivo negativo
Habiendo escuchado hasta la crisis nerviosa (lo sabrás si tienes hijos) eso de que siempre es mejor la zanahoria que el palo, no me atrevería a dudar del hecho de que no sea mejor un premio que un castigo.
No lo haría si no fuera porque cada vez es más evidente que los bonus que ya son el pan de cada día en muchas empresas son vistos por los profesionales cada vez más derecho adquirido y cada vez menos… como un incentivo de algo.
Así que me pregunto si no estemos siendo víctimas de la falsa impresión de que lo positivo (en términos de eficacia) para que algo que queremos que suceda lo haga, sea incentivar.
Lo cierto es que, como profesionales, la mayoría solo conocemos el lado positivo de las recompensas ya sea en forma de ascensos o bonus. Y puede que nos estén haciendo cómodos y frágiles.
He recordado leyendo estos días que los soldados romanos estaban obligados a firmar un sacramentum por el que aceptaban ser castigados en caso de fracaso, haciéndose “de facto” responsables de las potenciales consecuencias negativas de sus acciones. Y que sus generales eliminaron “la tentación de cobardía” a gracias a un proceso conocido como decimation (o diezmado) por el que se cargaban aleatoriamente a uno de cada diez soldados de aquellas legiones que perdían batallas debido a comportamientos faltos de valor y coraje.
Pero no era en el ejército donde acababa esta estrategia de cambiaba el castigo al culpable por la “desincentivación” del comportamiento potencial no deseado. También obligaban a sus ingenieros a pasar un tiempo debajo del puente que acababan de construir.
Ya no digo tan alto como Asterix algo aquello de que “están locos estos romanos”. Puede que estuvieran más avanzados que nosotros. Desde luego, lo que no es discutible es cómo sus ejércitos y sus construcciones civiles los llevaron a ser los dueños de su mundo.
También leo que rara vez hubo que ponerlo en práctica.
No puedo evitar quedarme pensando en el tremendo poder del incentivo negativo.
Y de toda la «vía negativa» en general.
¿Te atreverías a incluir la «vía negativa»(o a proponerla) en tu trabajo o en tu próximo proyecto?
¿A que no hay?
#vamos
