Leía la semana pasada en linkedin esta reflexión de la actriz Mónica Belucci:
“Tuve a mi primer hijo a los 40, al segundo a los 45. A los 50, actué en una película de James Bond. Y no cambiaría nada de eso por volver a tener 20 años.
Cuando eres joven, tienes la beauté du diable, como dicen los franceses: esa belleza salvaje, inconsciente, casi peligrosa.
Pero a los 50… nace en tu interior otro tipo de belleza.
Una que no necesita aprobación, ni maquillaje, ni miradas ajenas.
Una que te da poder desde dentro.
Y ese poder no tiene nada que ver con lo físico.
Tiene que ver con la libertad, la experiencia, el amor propio”.
No hay más que ver la foto que encabeza este post para darse cuenta de que la “beauté du diable” no ha abandonado del todo a Mónica Belucci a pesar de haber cumplido ya los 50, pero aun así sus palabras me han hecho pensar en un tema que hemos tocado en este blog en otras ocasiones: lo que puede aportar la llamada “Generación X”, es decir, los nacidos entre 1965 y 1980, a las empresas. Una persona de más de 50 años puede aportar en el trabajo mucho más que años de experiencia en un currículum. Puede ofrecer madurez emocional, seguridad y visión estratégica. En un mundo laboral que muchas veces peca de valorar lo inmediato, debería reconocerse el valor profundo de quienes han vivido mil batallas, tanto profesionales como personales.
Como bien dice Mónica, a los 50 años, ya no se compite por aprobación. La belleza que nace desde dentro y la fuerza que no necesita maquillaje ni miradas ajenas se traducen en un entorno laboral en el hecho de que una persona mayor de 50 no necesita demostrar constantemente su valía porque ya la conoce y porque está un poco de vuelta de todo en el buen sentido de la expresión. De ello se deriva una toma de decisiones más reflexiva y una mayor estabilidad y preparación emocional ante los desafíos del día a día.
La experiencia no solo se mide en años, sino especialmente en la cantidad y diversidad de situaciones a las que te has enfrentado. Haber comenzado nuevos proyectos—como actuar en una película de James Bond a los 50— habla de tener una mentalidad abierta, curiosa y valiente. Esa capacidad de reinventarse, de seguir aprendiendo y de no tener miedo al cambio es sin duda uno de los activos más valiosos para cualquier empresa y una de las fortalezas de los miembros de la Generación X.
Luego está el amor propio que también comenta Mónica. No me refiero al ego, sino más bien al reconocimiento de lo que uno vale. Quienes hemos vivido más tenemos una ventaja clave: perspectiva. Hemos visto pasar tendencias, modas, crisis económicas, pandemias, cambios tecnológicos y transformaciones profundas en cualquier modelo de negocio. Por eso podemos aportar una visión más amplia de las cosas, menos impulsiva. Mientras que alguien joven puede verse atrapado por la urgencia o la presión de “estar al día”, una persona mayor de 50 años entiende que todo pasa, que lo importante es mantener el rumbo y adaptarse con cabeza fría. En resumidas cuentas, equilibrio
Así que una persona de más de 50 años aporta a una empresa experiencia, equilibrio, visión y autenticidad. No se trata solo de lo que ha hecho, sino sobre todo de lo que es capaz de ser y hacer desde una madurez que, lejos de ser una desventaja, es un activo de gran valor.
