Sigo dándole vueltas a esas capacidades que deberíamos incorporar para destacar en un contexto que ya no se entiende sin la presencia de la Inteligencia Artificial.

Hablo hoy de la capacidad para abonar nuestra osadía. Tan ligada a mi Top One, el desarrollo de tu voz propia, que reconozco que estamos ante el dilema de saber si es antes el huevo o la gallina.

Déjame que te explique por qué le doy tanta importancia a tu osadía y para qué podría servirte.

Un contexto cambiante e incierto que va para largo

O para siempre jamás, me temo.

La osadía es una capacidad que el diccionario define como atrevimiento, intrepidez, arrojo o resolución.

Vale, me compras que parece buena cosa, pero sigues pensando que tampoco es la caña…

No son pocas las veces en las que solo vemos la luz sobre algo cuando ponemos foco en sus sombras. En todo lo que ni hartos de vino querríamos tener. Te diré, por si es el caso, que entre los antónimos de la osadía está la indecisión. Un estado, me temo, totalmente reñido con la que para mí es una de las máximas de una mentalidad sintonizada con la era digital: la Haztitud.

La capacidad para hacer sin garantías de si servirá, imprescindible cuando la efectividad de las viejas recetas tiende a cero, implica probar casi todo de casi cualquier manera para equivocarse lo más rápido y barato posible. Y precisa de mucha motivación, confianza y energía.

Por eso, cuando nada parece funcionar ya, cuando todo resulta demasiado caduco, cuando cuesta la misma vida encontrar nuevos ángulos, se hace imprescindible aportar cierta dosis de descaro, insolencia, desfachatez, atrevimiento, frescura, imprudencia o… “patudez”. Un adjetivo coloquial (que descubro con agrado hoy en el diccionario) y que parece que los chilenos usan para caracterizar a quien “se mete donde no le llaman, carente de la inhibición o timidez consideradas normales”

¿No os parece que sería muy bueno para todos volver a aquello del “quien tiene boca se equivoca” que repetíamos a las primeras de cambio, cual bálsamo de fierabrás, cuando éramos unos chavalines con el culete pegado al pupitre?

Total, si ya sabemos (y admitimos, usándolo en su contra) que la IA alucina y comente errores, ¿no resulta “igualador” aprovechar el momento para hacer gala de los nuestros?

¿Y si cierta “patudez” fuera imprescindible para abrazar la incertidumbre?

¿Qué tal si comenzamos a cultivar “el arte de meter la pata” como una capacidad que mezcla en un dos por uno más osadía con mejor gestión de nuestros errores?

Porque eso de evitar que los errores sucedan, o que caerse duela me temo que va a ser que no. Así que habrá que acompañar esa tendencia al intento con un máster en levantarse aprendiendo a caerse de otra forma la próxima vez.

Aunque lo primero sea aprender a cómo desarrollar tu osadía.

Que va de cambios como:

  • Desterrar la vergüenza que impide la acción.
  • Atreverse a romper las reglas… ojo, eligiendo los momentos en los que te puedas permitir perder.
  • Ser un poco más mosca cojonera metiéndote donde no te llaman, pero sabiendo a la vez cuándo darte la vuelta y marcharte por donde has venido.
  • Decirte muchísimos más de esos “¿y por qué no?” poniendo más foco en lo que se puede ganar que en lo que temerías perder.
  • Rodearte de gente en quien confiar (por conocimiento, herramientas y actitudes) para cada exploración de lo desconocido.
  • Comenzar por defecto por el “vamos a ver”, frente a ese “ya lo hicimos y no funcionó” o es que “eso en mi caso no aplica».
  • De elegir hacer cosas que no son fáciles. De elegirlas (al menos de vez en cuando) precisamente por eso, porque son difíciles… habiendo aprendido a concederles a su posibilidad el beneficio de la duda.

La necesidad de disparar a la luna

Seguro que muchos conocéis esta historia… Pero la cuento igual porque, ¿Cuántas veces no te ayuda volver a ver negro sobre blanco eso que ya sabes?

En 1962, Los Estados Unidos estaban deprimidos. Los archienemigos rusos, que acababan de mandar al primer hombre al espacio, ganaban la partida y los americanos no veían manera de dar la vuelta a la tortilla. Pero todo cambió cuando John Fizgerald Kenedy eligió subirse a un atril en Houston (sede de la NASA) para pronunciar unas de las palabras más famosas de la historia: “We choose to go to the moon”. Eligiendo, dijo, “ir a la luna, no porque sea fácil sino porque es difícil. Porque ponernos esta meta servirá para organizar y medir lo mejor de nuestras energías y habilidades, porque ese desafío es uno que estamos dispuestos a aceptar, uno que no estamos dispuestos a posponer y uno que tenemos la intención de ganar”.

Pocos lo confesarían pero casi todos se cagaron la pata abajo. Con razón, porque en ese momento, ni tenían la tecnología, ni los recursos, ni el conocimiento, ni la más remota idea de cómo conseguirlos.

Pero lo hicieron… solo porque se atrevieron a intentarlo.

La primera línea de defensa de quien no quiere que nada cambie es siempre decir que es imposible. Para que tú ni quiera lo intentes. No solo podrías conseguirlo… es que si lo haces, te convertirías de alguna manera en una amenaza. Y ya sabemos el apego que tiene ese manojo de neuronas que tenemos dentro del cráneo al statu quo.

Encontraremos muchas cosas que parecerán imposibles… Hasta que nosotros las veamos posibles.

El esfuerzo y las ganas de afrontar lo difícil sirven para sacar lo mejor de nosotros mismos. Porque nos obligan a aprender para ser mejores.

Y es que necesitamos desesperadamente ser mejores.

Este segundo cuarto de siglo promete incertidumbre y turbulencias a raudales. Pero aún conozco a demasiada gente incapaz de imaginar y de perseguir lo imposible.

Negarse a ser uno de ellos, para lo cual hay que ser tremendamente osado es una capacidad imprescindible.

O aprendemos a soñar y a enfrentar la vida con ese entusiasmo de saber que es altamente probable que no lo consigas… pero que sin duda disfrutarás, como Don Quijote, la gloria del intento, o estaremos bien jodidos.

Porque aspirar a tocar con la mano la luna, dejando los pies en la tierra, es la única manera de no perder hoy el norte.

Apóyate en la IA para aumentar tu nivel de osadía

He comprobado en primera persona cómo puede ayudarte también con esta capacidad.

Ojo, solo si olvidas eso de buscar respuestas y certezas. Porque con lo persuasiva que está diseñada para ser, es lo que te tratará de dar.

La capacidad clave es aprender a trolearla. A sacarla de su zona de confort con el mismo aplomo que ella te saca a ti. A no permitirle que se quede en el plano facilón de las respuestas.

La diferencia estará en aquellos que seamos capaces de verla como un asistente con paciencia infinita, mirada constante y esa sonrisa perfecta que jamás te juzgará es una capacidad tremendamente valiosa en ese pedregoso camino hacia la gestión de tus miedos. Que son tus miedos quienes lastran tu osadía.

Empezando a pedirle que nos ayude a aprender a hacer cosas tan raras (y tan útiles, créeme) como:

  • Usar tus disgustos y enfados como palanca para dar para saltos imposibles
  • Abrazar las limitaciones como una fuente de creatividad y oportunidades para salirte del guión y encontrar nuevos caminos.
  • Descubrir estos miedos que ni siquiera tú te atreves a llamar por tu nombre, pero que “huelen” en todo tu discurso.
  • Sacar más jugo de las críticas (incluso de las destructivas) que de las alabanzas que adormecen peligrosamente tu ego.
  • Expandir hasta el infinito tu curiosidad, aprendiendo a usarla como brújula en la jungla.
  • Dudar una vez más… cuando estés seguro de que ya lo tienes todo claro.

Aprender cómo la IA puede ayudarte a aumentar tus niveles de osadía es vital.

No iremos muy lejos sin aprender a contarle con cuanto más detalles y orden mejor lo que nos pasa, lo que sentimos, lo que dudamos o lo que pensamos, aprendiendo a elaborar estos prompts donde le pedimos:

  • Otra perspectiva, nuevas ideas, alguna manera mejor de gestionarlo.
  • Que analice la emotividad y los sentimientos que hay detrás de tu discurso y que tú te niegas o no eres capaz de ver.
  • que te reescriba tu parlamento ordenando y estructurando ideas o que te sugiera nuevas preguntas que te ayuden a anclar tus dudas. O a generar más. ¿Y si la verdadera utilidad de la IA fuera hacernos dudar?
  • O ya veremos qué.

Porque de eso se trata. De seguir adelante cuando el camino es desconocido o está lleno de niebla.

Sería de tontos hacerlo sin GPS.

Aprende a usar la IA para orientarte mejor. Ganarás confianza en la ruta.

Solo así podrás disfrutar sin miedo de nuevos paisajes.

@vcnocito