Que lo que hacemos cambia lo que somos es una verdad de Perogrullo. Que cada nueva herramienta que incorporamos nos quita capacidades y nos da otras nuevas, también.

Y si no, probad a quitaros las gafas de corto y veréis 😊.

Mucho se habla de las capacidades tradicionales que nos está quitando la era digital

Que si ya no memorizamos nada por culpa de Google.

Que si ya no nos concentramos por culpa de los chats de WhatsApp o de la tableta que tenemos en las rodillas mientras vemos distraídamente la televisión.

Que si ya no somos capaces de leer nada que no tenga negrita y varias fotos, que solo llegamos a lo de escanear.

Podría seguir…

Pero ¿para qué?

Tú ya lo sabes. Está demostrado.

Sobrevivir a los cambios para aprovechar las ventajas de la ola digital nos ha hecho, a todos, incluso a quienes se ven más “analógicos”, perder habilidades.

No niego que hoy tengamos menos memoria, menos capacidad de atención o más dificultad para leer textos de cierta complejidad. Pero a mí lo digital no me ofende porque soy una convencida de que tener más opciones siempre es sumar y de que lo que a ti te sigue resultando útil nunca lo vas a desechar.

Hacer más es aprender más

Dejemos la parte de perder y, como nos decía Roberto en su post la semana pasada,  vayamos a la ver lo que tendremos que cambiar.

También está demostrado que si bien tendemos a olvidar información que podemos encontrar online, hoy tenemos más capacidad para relacionar y para saber dónde podemos encontrar eso que estamos buscando. Externalizar el conocimiento nos ha obligado a mejorar el manejo de las claves de recuperación de este. Algo que favorece nuestra facilidad y motivación para el aprendizaje autodidacta.

Sí, resulta que Google y compañía, minimizando el esfuerzo requerido para acceder al conocimiento, favorecen esa habilidad para aprender por tu cuenta de todo y de todos que llaman learnability. Y con ella, favorece esa capacidad de longlife learning o aprendizaje constante, llave maestra del valor en la era digital.

Unas capacidades suben y otras bajan.

De igual modo que, gracias a Waze o a Google Maps ya no dedicamos esfuerzo en buscar la mejor ruta en mapas. Empeoramos nuestras habilidades de orientación, pero mejoramos nuestra autonomía. A otros les preocupará, yo estoy feliz. Mi capacidad de orientarme siempre fue un desastre y hoy no dependo de nadie para que me traiga o me lleve cuando no sé cómo ir.

¿Qué efecto tendrá chatGPT sobre nuestras capacidades?

Casi todos sabemos ya qué es ChatGPT.

Para los despistados, os diré que “es un modelo de lenguaje de IA conversacional desarrollado por OpenAI activo desde finales de 2022 que utiliza técnicas de aprendizaje profundo (machine learning le llaman) para generar texto en función de la información que recibe, lo que le permite mantener conversaciones con los usuarios sobre una amplia gama de temas».

Esta es la respuesta de ChatGPT a «¿Qué es ChatGPT?» 😊

Solo el paréntesis es mío.

En mi más castiza versión, y ahí viene lo que las personas podemos aportar, ChatGPT es una página web y supongo que pronto una App, a la cual le puedes preguntar cosas y también que haga ciertas actividades de documentación. Y que, la verdad sea dicha, te responde con una más que flipante sensatez, rapidez y coherencia.

Tan flipante es que yo me sorprendo saludándola antes de preguntar, pidiéndole las cosas por favor y hasta dándole las gracias. Como si fuera mi becario o mi asistente personal.

En realidad, la cosa tiene su truco.

El chisme ni piensa ni está dispuesto a pensar.

Tecnicismos aparte y que me perdonen mis compis expertos, lo que hace es simple y llanamente descomponer tu pregunta en palabras clave y buscar en su hiperbólica base de datos las palabras y expresiones que con mayor probabilidad encajarían como una “respuesta humana” a esas que tú le has dado.

O sea, a lo bruto y simplificando mucho. Que busca en su “memoria entrenada” respuestas de humanos como tú y te suelta la que considera que tiene una mayor probabilidad de encajar.

Pura estadística.

¡Que decepción! ¡¡No «piensa»!! No es tan inteligente… luego no es rival.

O sí.

Porque, piense o no, el modelo es la hostia y, aunque también programa y diseña, es especialmente competente cuando se trata de capacidades relacionadas con la escritura y la elaboración de contenido digital.

Querida ChatGPT: ¿Puedes resumir este artículo?, ¿Puedes reformular este párrafo para usar mejor el vocabulario?, ¿Puedes encontrar y corregir mis errores gramaticales?, ¿Me puedes traducir este texto? ¿o hacerme un video o un podcast con él?

Si sabes preguntarle y dedicas tiempo a contextualizar bien tu pregunta, el chisme puede mejorar tus escritos con ideas, anécdotas y datos, pero también con correcciones de tono y estilo.

Acabaremos dependiendo de ella tanto como hoy dependemos de Google

Y si no, al tiempo.

No al mucho tiempo.

La pregunta es, ¿de verdad un drama acabar dependiendo de una IA?

Antes de que me digas que sí, olvida las distopías apocalípticas.

¿O es que hoy te “pica” mucho que tu única referencia para casi todo sea un buscador con un algoritmo “gratuito” orientado a conocerte mejor… para vender, ojo, no tus datos, pero sí tus comportamientos y preferencias (que sepas que, en la jerga, se llaman insights) al mejor postor?

Yo estoy encantada de depender de Waze. Me lleva adónde antes no me atrevía a ir.

Aún, así, superficialidades aparte, hay un pequeño matiz.

Cuando usamos Google, pedimos información relevante para abordar una pregunta o tarea, mientras que cuando nos involucramos con modelos de lenguaje de IA, lo que buscamos es la respuesta en sí.

Queremos que nos lo haga.

Investigar versus solucionar

Y eso tiene varios peligros.

El primero el de la uniformidad.

El segundo el de hacer sin pensar.

Pero también el que para mí es el más importante: La falta de reto, de emoción y de voz propia.

Igual que con la forma física, cuando no practicas, cuando no te retas, cuando asumimos que todos nuestros outputs están a la distancia del mensaje en un chat, perdemos habilidades como el aprendizaje que surge de la dificultad y como el orgullo de sentir como propia cada tarea que entregamos.

Nos desmotivamos para aportar pasión, energía y nuestro toque personal.

Así que, claro que sí, aprende a usar este genial asistente. Dale permiso para ponerte alas.

Pero ten cuidado con no preservar tu voz en tus habilidades de escritura e ideación y de expresión. Usarlo para que te haga todo el trabajo, es un lastre que solo te llevará al fondo sin remisión.

Permíteme que me ponga sensible y cierre hoy este post con un homenaje a  la filóloga y escritora Irene Vallejo, autora de uno de esos libros por los que matarías por haber podido escribir tú.

La autora de “El infinito en un junco” nos dice: “La escritura es nuestra mayor victoria contra el olvido y la destrucción. Gracias a la escritura concebimos salvar nuestras mejores ideas, recuerdos e historias para que cada generación no tenga que empezar de nuevo”.

No dejes de entrenar tu voz.

Y siempre tendrás trabajo.

@vcnocito