Hace poco he terminado un curso en el trabajo sobre las reglas de “compliance” que debemos seguir en nuestro día a día. No es fácil traducir compliance al castellano, pero podría ser algo así como honradez, honestidad o ética. Ampliando la definición, se trata del conjunto de acciones llevadas a cabo por una empresa para cumplir con sus obligaciones externas de carácter legal y con los códigos de ética de la propia empresa. En el curso básicamente se te recuerda que en tu día a día en la oficina debes seguir escrupulosamente la legalidad vigente, que no se debe hacer nada que vaya en contra de los intereses de la empresa y que no se puede favorecer a un proveedor frente a otro motivado por intereses personales.

Pensaba mientras hacía el curso en la poca utilidad del mismo. No está de más que de vez en cuando te recuerden esas cosas, pero me pregunto cuantas personas deshonestas habrán visto la luz tras uno de estos cursos, habrán purificado su espíritu y se habrán convertido en empleados totalmente honrados y responsables. Poco se puede con un adulto sin ética, y menos aun puede hacer su jefe o su empresa.

Hemos escrito en varias ocasiones en este blog sobre la honestidad en el trabajo, pero es una cualidad tan importante que creo que merece la pena dedicarle otro artículo. Ya lo decía Warren Buffett: «busca a gente que sea lista, energética e íntegra. Si no tienen la tercera, las primeras dos te llevarán a la ruina«. Y es verdad. Una persona con pocos escrúpulos y que además sea inteligente y enérgica es una bomba de relojería en cualquier entorno de trabajo, capaz de llevarse por delante a un equipo entero de trabajo o a la propia empresa.

Muchas veces se nos escapa lo básico, es decir, que rasgos como la honestidad, el compañerismo o la ética en el trabajo no se pueden desarrollar sino vienen preinstalados de serie en la cabeza y en la personalidad de la persona. Lo que se debe hacer es elegir para un equipo laboral a gente que venga de casa con todas esas cualidades disponibles, y si no se hace así, tenemos un problema. La formación en ética tiene un impacto nulo diría yo o desde luego muy limitado en el tiempo sobre cómo responden los profesionales a dilemas éticos.

Aun así, hay ciertas cosas que sí puede hacer una empresa para que sus empleados sean más honrados. Por ejemplo, reconocer y premiar las conductas honestas y sancionar las deshonestas, lo que crea un clima de confianza y responsabilidad en el que la honestidad se valora y se recompensa. Y en especial, dar ejemplo. La honestidad empieza por uno mismo, y los líderes y directivos de la empresa deben ser los primeros en demostrarla con sus acciones y palabras porque todos observamos el comportamiento de nuestros jefes, por lo que es importante que éstos sean coherentes, sinceros y respetuosos con los demás. Un líder honesto inspira confianza y credibilidad en su equipo.

La honestidad en el trabajo no solo es un requisito moral, sino también una ventaja competitiva. Ser honesto nos ayuda a construir una reputación sólida y a ganarnos la confianza y el respeto de los demás, lo que se traduce en mejores oportunidades de desarrollo profesional y personal. Nos sentimos más satisfechos y orgullosos de nuestro trabajo, lo que aumenta nuestra autoestima y nuestra motivación. Además, ser honestos nos permite crear relaciones más positivas y duraderas con nuestros compañeros, lo que mejora el clima laboral y el rendimiento colectivo.

Así que debemos ser honestos en nuestro trabajo, no solo porque sea lo correcto, sino también porque nos conviene. La honestidad es una virtud que nos diferencia y nos hace crecer como profesionales y como personas.