Esta semana he sido testigo del soberano cabreo de quien pretendía hacer su trabajo como Dios manda, mientras era presionado para sacarlo de cualquier manera, bajo el peregrino argumento de un compromiso que ya iba retrasado.
Y no es que la causa de tamaño retraso fuera aumento del tiempo ni de los costes de su tarea habitual. Es que todo el proceso anterior se había hecho mal, tomando decisiones para compensar tropiezos a la ligera, sin importar los sobrecostes ni los impactos y, por supuesto, sin avisar de las contingencias a quien debía completar el ultimo eslabón del ciclo.
Hubo un tiempo en el que la calidad era un valor
Los más viejos del lugar aún recordamos con horror los miles de papeles (¿digo miles?, ¡fueron millones!) que tuvimos que completar hasta conseguir documentar hasta el más pueril de los procesos que tenían lugar en nuestro entorno de trabajo.
Eran los tiempos de la ISO 9000. Por si aún no estabas, te cuento que esas siglas corresponden a la madre de todas las normativas de calidad.
Las variables se medían, los tiempos se respetaban escrupulosamente y ni el más osado se atrevía a saltarse un reglado paso.
La calidad importaba. Importaba de verdad.
A pesar de lo muchas veces inflexible, vamos a reconocerlo, de los procesos metodológicos con los que tuvimos que acarrear.
En todas las empresas que se preciaran había un Departamento de Calidad que se lo curraba. Y que nos lo hacía currar.
Hoy importa más cumplir el hito
Que los cables, aunque no tengamos del todo claro si cumplen las especificaciones funcionales, se entreguen a tiempo. Que el informe, aunque no revele nada significativo o tenga algún que otro dato sin comprobar, esté en la bandeja de entrada del mail de quien corresponda. Que el evento, aunque resulte soporífero y no aporte nada de interés, tenga lugar.
Podemos vestirlo de lagarterana, pero esa es la realidad.
Nos importa más cumplir que la forma en que cumplimos.
Por no hablar lo que nos trae al pairo el precio que pagamos por ello.
Y no pretende ser este post una soflama de abuela cebolleta, ni tampoco confundir hiper perfeccionismo y plazos inasumibles con seguir haciendo nuestro trabajo medianamente bien.
Mi intención es más bien un guiño de solidaridad con quienes se sienten solos en la defensa de un trabajo pulcro y adaptado al contexto sin dejar de lado el mantenimiento de un cierto nivel de calidad.
No estáis locos.
No lo habéis entendido mal.
Simplemente no estáis de moda.
Por mucho que duela, sois minoría.
No podemos cambiar la realidad, pero sí cómo nos sentimos frente a ella
Enfadarse porque, con esto del cambio climático ya no nieva como antes, es más que comprensible, pero es un absurdo gasto de energía emocional.
Sentirse solo y un poco perro verde, es inevitable.
Entiendo vuestra tentación de pensar que toca moverse a otros paisajes… Pero, desengañaos, ya no nieva ni en Siberia.
Así que igual es mejor idea apostar por eso que los sajones llaman cherry-picking y que consiste en quedarse solo con lo mejor de cada casa. En buscar como locos esos escasos «momentos de complicidad» que dan el acercarse todo lo posible a aquellos compañeros y comportamientos que, nadando contracorriente, en la medida de sus posibilidades se resisten a ese “lo quiero para ayer”.
O, mejor aún, y sin que sea algo excluyente con lo anterior, apostar por darle la vuelta a la tortilla.
Cambiando ese sentimiento de soledad por otro de singularidad.
Asumiendo que sois como las especies en vías de extinción. Quedáis pocos, y por eso tenéis más valor.
No os cabreéis. Sois extraordinarios.
Seguid a lo vuestro. Sois necesarios.
Esta moda pasará. Y mientras lo hace, algo de vuestro ejemplo seguro que quedará en quienes están llamados a coger el testigo.
Si hemos conseguido que el quebrantahuesos vuelva a volar los cielos de Gredos y del Cantábrico, conseguiremos, en algún momento, que la cultura del hito vuelva a dejar paso a la de la calidad.
Así es que, #vamos
No dejéis con vuestros gestos de recordar al personal, que tampoco se tarda tanto en hacer las cosas bien, coño.
Pero que un poco más que lo que cuesta poner un sello de aprobación sin hacer ninguna prueba, en reenviar un email sin apenas leerlo o en cut&pastear sin ni siquiera corregir los errores el documento de otro, sí que se tarda.
Un fuerte abrazo a todos los que todos los días seguís peleando, a veces a costa de vuestro hígado, por hacer un trabajo de calidad.
No os dejéis amedrentar.
Que los “corre-corre” aprendan a esperar.
Que tampoco les estáis haciendo esperar tanto.
¡Ah! y no os cortéis de seguir disfrutando en secreto… de hacerles esperar esos treinta milisegundos más.
#vamos #laCalidadEsUnValor
