¨Un ser humano debería ser capaz de cambiar un pañal, planear una invasión, despedazar un cerdo, hacer una barca, diseñar un edificio, escribir un soneto, llevar la contabilidad, levantar una pared, expresarse en otro idioma, arreglar un hueso roto, confortar a un moribundo, obedecer órdenes, dar órdenes, cooperar, actuar en solitario, resolver ecuaciones, analizar un nuevo problema, esparcir estiércol, programar un ordenador, cocinar una comida sabrosa, sufrir con entereza y luchar con destreza. La especialización es para los insectos¨ – 

Aunque me falta lo de la barca, lo de esparcir estiércol y la lucha con destreza, resuena con mi esquema mental esta cita de Robert A. Heinlein, uno de los grandes escritores de ciencia ficción del siglo XX, junto con Isaac Asimov o Arthur C. Clarke, conocido por el rigor científico y el nivel de predicción social de sus novelas de anticipación.

Y fíjate que ya tiene mérito que dijera esto un señor que vivió en pleno apogeo de la era de la industrialización, ergo de la especialización. Heilein nació en la primera década del siglo anterior y murió a finales de los 80.

Expertos vs especialistas

Hoy, LinkedIn mediante, los profesionales cuentan sus logros como les da la real gana. Ya no son las empresas quienes te definen con un puesto impreso en una tarjeta de visita, sino que tú eliges qué destacar de tu trayectoria y con qué palabras hacerlo.

Y el mundo se ha llenado de “expertos”.

¡Puaj!

A mí nunca me ha gustado la palabra experto.

Y desde luego, nunca se me ocurriría autodefinirme como tal. Siempre pensé que eso es algo que otros deberían (o no) decir de ti, pero jamás tú mismo. Prefiero, si se tercia, definirme como especialista, para poner de relieve el hecho de haber trabajado mucho (o al menos lo suficiente) con algo por encima de saberlo casi todo sobre el tema.

Sé que voy contracorriente al pensar que hay que tener mucho cuajo (y muy poca humildad) para autodefinirte como experto. Y estoy segura de que LinkedIn, petado hasta los topes de ellos, me penaliza por no hacerlo.

Dejo aquí una reflexión.

¿Qué parámetro define a un experto? ¿El haber pasado la famosa barrera de las 10.000 horas haciendo algo? ¿ O las supuestas garantías de éxito que obtenemos los profanos al confiar en él o en ella?

Vamos que, en los tiempos raros que corren,  me cuesta ver, detrás de un inmenso ego, el valor.

No pocas veces hemos visto como demasiada confianza en la experiencia lleva a las personas a optar por estrategias perjudiciales, pronósticos deficientes y otros errores. Porque los puntos de vista de los expertos se vuelven limitados o alérgicos a la duda y al reto.

Dicen los mentideros que la explosión en 1986 del transbordador espacial Challenger, se atribuye a la negativa de los expertos a creer que pudiera haber una fallo en su diseño combinada con una falta de voluntad para desafiar una cultura organizacional que exigía conformidad.

Prefiero tratar con humildes especialistas, la verdad.

Especialistas vs generalistas

Vamos con otro mito.

Vaya por delante que no hay nada más lejos de mi intención que despreciar la especialización. Aunque solo sea por lo poco que nos mueven las empresas la silla, todos nos especializamos en un grado u otro.

Y si tienes la suerte de acertar con un tema que mole al mercado, la hiperespecialización es una bendición del cielo. Solo que si no lo haces, es un mundo que se mueve como pollo sin cabeza detrás de la última novedad, es difícil ofrecer un servicio de valor. Es difícil que un mercado a la caza este mes de expertos en chatGPT, reconozca y recompense como merece la inestimable aportación a la ciencia del entomólogo especialista en la reproducción del escarabajo pelotero.

Es también de justicia reconocer que, los generalistas no seríamos nada sin el conocimiento que estos especialistas nos brindan. Cuantos más especialistas contribuyan al desarrollo de un tema, más accesible será este para quienes gustamos de curiosear en él y también para quienes buscamos excavar en el conocimiento ya establecido para manejarlo de una manera nueva.

Focalizados vs dispersos

No digo yo que con este post no esté justificando, al menos en parte, mi naturaleza dispersa

Pero cada día compruebo cómo quienes, tal vez sintiendo que su “experturía” está próxima a la fecha de caducidad o que de valor diferencial tiene ya lo que yo de monja, se sienten libres y seguros de explorar otros campos. Porque, lo cierto es que a los profesionales que se permiten cierta flexibilidad para dejarse llevar por su curiosidad y “desviarse del camino” se les ocurren ideas más atractivas y sienten más ganas de hacer cosas distintas.

Esta aproximación siempre tuvo cierta lógica.

Hoy la tiene mucho más.

Cuando algo es muy predecible, repetir hasta acertar, es el camino más corto, y tal vez el único, hacia la maestría. Lo de las 10.000 horas funciona.

Pero cuando no hay reglas

Toca liarse el petate y explorar lo diverso. Acercarse con entusiasmo a otros campos, a otras disciplinas, a otras aproximaciones. Porque cuando no existen ni correlaciones claras ni recetas para el éxito, la realimentación de cada intento es casi nula. Ni aprendes ni mejoras repitiendo aproximación una y otra vez.

Y es entonces cuando hay que entender que lo más efectivo es darse la vuelta y picotear en otro granero. Asumiendo, claro está, la ausencia de resultados inmediatos. Pero, confiando en que, en algún momento, los puntos se unan y saquemos partido al haber seguido el dictado de nuestra curiosidad.

¿De dónde sacaría Fosbury la idea de que saltar de espaldas podría ser mejor que hacerlo de frente? ¿Por qué se le ocurriría al desordenado Alexander Fleming mirar al microscopio las placas llenas de moho que había dejado olvidadas? ¿Qué papel jugaron las plantas que se enganchaban a los pantalones mientras el ingeniero que inventó el velcro hacía senderismo?¿Qué lleva a los desarrolladores de un medicamente contra la angina de pecho a “dejarse arrastrar” por uno de sus efectos secundarios inventado así la Viagra?

Esperamos mucho de los especialistas sin cuestionar lo suficiente su idoneidad para hacer frente a situaciones donde no valen las reglas que conocen.

Cuando jugamos a ciegas, la visión global que adquieres cuando te vas un poco o un mucho por las ramas puede salvarte la vida.

Frente a entornos inciertos y complejos, la dispersión tiene mucho valor

El desafío es, claro está, en mantener los beneficios de la amplitud de miras y la experiencia diversa sin perder ni el foco ni la concentración, aportando resultados en un mundo que incentiva cada vez más, incluso exige, la hiperespecialización.

Una de mis claves de controlar el tanto por cierto en horas y temas que permito a la dispersión.

Otra es asumir que ninguna herramienta es esa llave maestra que abra todas las puertas y explorar varias formas de hacer lo mismo.

Y la tercera es obligarme a realizar “entregables” de todos mis intentos, aunque solo sea un post resumiendo lo aprendido.

El valor hoy está en integrar y extrapolar

Como observó el psicólogo investigador de la creatividad Dean Keith Simonton, la gente más creativa tiende a ser de “intereses más amplios” y de “relaciones más anchas” y ello les capacita para reutilizar y descontextualizar ideas, reconectando piezas dispares para formar nuevas figuras.

Nuestra mayor fortaleza como profesionales hoy es la capacidad de transitar por distintas disciplinas para integrar y relacionar, algo directamente relacionado con nuestro amor por la lectura, nuestras ganas de escuchar a otros y nuestro interés por probar cosas que aún no sabemos hacer bien.

Porque hoy el valor surge del mestizaje, de la extrapolación y de nuestra capacidad de ver el bosque como un todo sin perder de vista ni a sus ardillas ni a sus árboles.

Si te animas a la dispersión, déjame decirte una última cosa.

Cambia ese sentimiento de que das vueltas sin ton ni son por una aproximación abierta, más parecida a la de un escultor acercándose a un bloque de mármol, dispuesto a aprender y a escuchar a la piedra según avanza, dispuesto a abandonar la primera idea y a cambiar por completo de dirección.

Es un experimento, vale.

Pero es que casi todo en la vida es un experimento.

Si quieres resultados diferentes, no hagas lo mismo de siempre.

@vcnocito