Todos queremos asegurar nuestros garbanzos. Algunos aspiramos también a que nos guste lo que hacemos y vemos con claridad hacia dónde querríamos evolucionar.
Sabemos que podemos ir creciendo poco a poco hacia esa mejor versión, más fuerte y sana, de nosotros mismos.
Y queremos intentarlo.
Sabemos que necesitaremos herramientas que disuelvan nuestros bloqueos y miedos. Que necesitaremos energía para transitar una ruta que no estará exenta de piedras. Que necesitaremos confianza para ser capaces de abrir puertas a nuevas oportunidades. Y que agradeceremos cualquier forma de acompañamiento.
Pero sobre todo, sabemos que necesitaremos desobedecer las potentes órdenes que llevamos grabadas a fuego. Que tendremos de reprogramar nuestros cerebros, dejando de lado muchos perjuicios y muchos juicios sobre nosotros mismos.
Lo realmente difícil en cualquier proceso de cambio es descubrirse
Pero es el primer paso
Porque el valor en la era digital es un taburete de tres patas que sostienes con tu promesa, tu visibilidad y tu comunidad.
Y nada de esto se puede construir si tú no te conoces. Si no te miras para reconocerte con ojos renovados.
¿De qué estoy hablando?
Básicamente de comenzar a hacer cosas que te ayuden a saber más de ti. De lo que te gusta y de lo que te aporta energía o te la chupa.
Pero también de lo que tienes tan dentro que ni siquiera te atreves a reconocer, de las relaciones que te anclan, de lo que te frustra.
Conocerse consiste en escoger. De escoger aquello a lo que más te resistes. Porque, con frecuencia, suele ser lo que más necesitas.
Cuesta.
Enfada.
Cansa.
En cualquier ejercicio activo de autodescubrimiento lo normal pasar por fases de enfado, duda y resistencia. Es normal pensar que lo que haces no te va a servir para nada. Es normal querer dejar las cosas como están.
Conocerte mejor no es un camino de rosas.
Es imprescindible una fase de duelo, que sorprendentemente tienes que pasar Incluso cuando deseas con fuerza el cambio.
Solo a medida que vislumbras la renuncia a lo que conoces y aceptas los sentimientos que te genera, puedes aspirar a una perspectiva más amplia. Solo entonces puedes desenterrar tus sueños. Solo entonces dejas atrás tus creencias limitantes.
El trabajo de autodescubrimiento es una espiral. Tú tienes la sensación de que das vueltas en círculos… pero cada vez estás más cerca del centro.
Las herramientas de autodescubrimiento pueden serte de ayuda
Internet está plagado de herramientas que pueden ayudarte: DAFO, ventana de Johari, rueda de la vida, test de personalidad y de habilidades interpersonales, eneagrama…. La mejor será la que a ti te vaya bien.
Te recomiendo que las explores todas para confeccionar tu propia herramienta con cosas de aquí y de allá.
De entre las menos conocidas, yo voy a contarte algunas de las que a mí me van bien.
- Tu desagüe matutino. Se trata de comenzar todos los días tu jornada laboral escribiendo en un cuaderno dos páginas a mano con lo primero que se te ocurra. Es fundamental las escribas a mano, para que no puedas borrar nada, y que no las leas ni se las enseñes a nadie. El objetivo es vaciarte de ruido y dibujar poco a poco tu mapa interior Y no me digas que no puedes. Cómprate ese cuaderno y dedica tus diez primeros minutos en la oficina a ello. Casi todos podemos escamotearlos.
- Tus citas con tu nuevo yo. Reserva una hora a la semana para enfocarte en tu proceso. Vale pasear, acudir a un evento, leer un artículo o tomar un café con alguna persona cuya historia te interese conocer. No te las saltes y date ese tiempo para inspirarte con nuevas imágenes.
- Tus preguntas inquietantes. Comienza a hacerte preguntas molestas, tipo “¿puedo estar en el mismo sitio dentro de tres años? ¿y es dónde quiero estar?” “¿Qué pasaría si hoy pierdo mi trabajo?” “¿A quién tengo envidia?” “¿Sé qué opinan los demás de mí?”. “¿Qué es lo que no estoy dispuesto a cambiar o negociar? Coge el hábito de poner por escrito una pregunta a la semana, cuanto más inquietante e incómoda mejor. Escríbela. Y dedica la semana a dejarla dar vueltas en tu cabeza.
- La cara que no ves. Todos tenemos dos grandes zonas de sombra. La que no contamos a nadie y la que nadie nos cuenta. Para saber qué piensa el mundo realmente de ti, diseña un cuestionario anónimo (con Google Forms se hacen con la gorra) y envíalo a tus contactos.Algunas respuestas duelen, otras sorprenden, pero de todas aprendes.
- Tu ecosistema de conocimientos. Haz una línea de vida marcado tus hitos relevantes, desde el cole hasta hoy. Que no sea recta, que tenga picos y valles. Elabora un mapa mental de tus conocimientos poniendo foco en lo que aprendiste, tanto en lo técnico como en lo emocional, en esos picos y valles.
- Tu mochila emocional. Es importante saber qué ingredientes tienes que poner en la olla para que a ti te guste el guiso. Unos somos más de aprendizaje, otros de relación y otros de falta de tensión. Hasta que no sepas qué aspectos de una actividad te aportan más energía y cuales te la chupan no podrás encontrar un camino que te lleve a la satisfacción. Recuerda que muchas veces la clave no es la tarea sino tus sentimientos hacia ella.
Aquí lo dejo en este post, pero si te apetece profundizar en algunas de ellas, contáctame que te cuento más sobre cómo usarlas.
Cuando por h o por b, de alguna manera sientes que necesitas cierta “reformulación profesional”, la primera idea que deberías tirar por tierra es la de tener claro el objetivo antes de dar ningún paso.
Tírate que ya verás como aparece la red.
Date permiso para crecer. Ten confianza en tu capacidad para hacerlo.
ES la única forma.
No puedo darte mejor consejo.
