Traigo a colación un artículo que leí recientemente de David Macías Costumero en el que se describe como se gestó una de las escenas más icónicas del cine infantil y seguramente, del cine en general. Quien no ha visto alguna vez la secuencia inicial de la película “El Rey León”, en la que el pequeño Simba es presentado desde lo alto de la sabana a todos los animales que la habitan, enmarcada en una espectacular música tan recordada o más que la escena en sí misma. Pues bien, lo que poca gente sabe es que esa música tan icónica fue producto de una equivocación. Su compositor, Hans Zimmer, recibió el encargo de crear una introducción musical de unos 20 segundos de duración, con base de una melodía de Sir Elton John. Pero el bueno de Hans, un emergente compositor por aquel entonces, se vino arriba y le salió una pieza de 4 minutos, “Circle of Life”.

Cuando llegó el momento de la presentación, Hans Zimmer se acordó de lo de los 20 segundos, así que ya estaba preparando una disculpa y probablemente una carta de renuncia cuando los productores se fueron a deliberar a un rincón. Al volver comunicaron a Hans que reharían toda la introducción de la película y que eliminarían el diálogo que tenían previsto. Es decir, en lugar de rechazar la entrada, los productores de la película se dieron cuenta de su calidad y potencial, por lo que decidieron ampliar la secuencia que, como todos sabemos, se convirtió posteriormente en una de las más famosas de toda la historia del cine y cuya banda sonora seguro que está sonando en tu mente mientras lees este párrafo.

La anécdota demuestra que si los que mandan no varían nunca sus ideas preconcebidas cuando ven algo bueno que las contradice, se perderán grandes oportunidades de negocio. Es verdad que en muchas ocasiones se echa en cara a los directivos que no tienen ideas claras, que carecen de estrategia y que los equipos viajan un poco sin rumbo. Pero tener el rumbo claro no es incompatible con que tengan la cintura y la visión suficientes como para rectificar ese rumbo si se cruzan en su camino ideas que mejoren sensiblemente los resultados del equipo. Hacerlo supone una prueba de inteligencia pero sobre todo de humildad, que no siempre es fácil para alguien acostumbrado a mandar, pero los potenciales resultados merecen la pena porque además, supone una espaldarazo para los equipos que ven que su trabajo tiene sentido y que pueden aportar a la empresa.

A pesar de que el refranero nos dice que rectificar es de sabios, normalmente se valora mucho la coherencia. Las personas que viven de acuerdo a sus ideas, que nunca cambian de parecer y que mantienen sus principios inmutables nos parecen a menudo líderes carismáticos. Por el lado contrario, la palabra “chaquetero” está llena de desprecio y designa a los que cada día piensan una cosa. Es verdad que los repetidos cambios de opinión generan desconfianza, pero en mi opinión, en la empresa no hay que ser un talibán de tus opiniones sino que hay que saber reconocer las buenas ideas, aunque sean de otros, y hay que incorporarlas a tu trabajo diario. Las posturas inmovilistas a inflexibles llevan al fanatismo cuando no al conflicto, y te alejan de grandes momentos, como la presentación de Simba en la introducción del Rey Leon.