En mi época de estudiante no entendía por qué debía estudiar filosofía, pero ahora que han pasado más años de los que me gusta reconocer desde esos días, le encuentro todo el sentido a conocer diferentes formas de ver el mundo y aprender a cuestionar lo que te rodea. Y no soy yo solo, porque según Google, búsquedas como las del término “estoico” no paran de crecer desde el 2019. Los máximos representantes del estoicismo son Epicteto, Marco Aurelio y Séneca, todos unos influencers hace más de dos mil años. Su pensamiento se puede resumir diciendo que «no podemos controlar lo que pasa a nuestro alrededor, pero sí podemos controlar lo que pensamos sobre estos eventos». Su doctrina filosófica se fundamentaba en el dominio y control de los hechos que perturban la vida, siendo su objetivo alcanzar, basándose en la tolerancia y el autocontrol, la eudaimonia (felicidad o bienaventuranza) y la sabiduría aceptando el momento tal como se presenta.
Los estoicos venían a decir que la incertidumbre es el estado natural de la vida, pero defendían que había que vivirlo desde la serenidad, teniendo claro dónde enfocar la atención. Al final todo es pasajero, y por lo tanto, hay que saber en qué cosas fijarse y, lo que es igual de importante, cuáles desatender.
Lo curioso es lo bien que se puede trasladar al siglo XXI lo que unos filósofos griegos pensaban en el siglo III a C. Cuantas veces en nuestro trabajo la gente se deja llevar por el pánico y la precipitación, y toman decisiones basándose en lo que pasó antes de ayer, sin visión a largo plazo y sin valorar lo que lleva sucediendo en los meses anteriores. Es el cortoplacismo en el trabajo, el tomar decisiones destinadas a compensar algo que ha tenido lugar en el momento inmediato, en aras de una supuesta flexibilidad y capacidad de adaptación a las nuevas situaciones.
Y sí, en el mundo en el que vivimos, las circunstancias cambian rápidamente… pero no tan rápidamente. Los estoicos recomendaban cultivar cuatro virtudes: valor, templanza, justicia y sabiduría, que son las virtudes principales que debería tener cualquier jefe en una empresa actual. Valor, para mantener el rumbo incluso cuando algo puntualmente sale mal; templanza para controlar sus impulsos y no montar un pollo a la mínima, con autocontrol y capacidad de reponerse ante un mal resultado puntual; justicia para dar a cada miembro del equipo lo que se merece aplicando la ética, la honestidad y la equidad en todo momento, tratando al equipo como personas y no como números para conseguir los objetivos. Y sabiduría para elegir bien lo importante, centrándose en aquello en lo que sí puede influir y que depende de él.
Al final en el trabajo seguramente llegaremos a tener dificultades, problemas, y complejidades que no podemos evitar, pero, sin embargo, no tenemos por qué sufrir preocupaciones y frustraciones por aquello que nos llega y que no podemos evitar. Debemos aprender de nuestras experiencias, enfocarnos en lo que podemos controlar, tener tranquilidad para gestionar el día a día y fomentar un entorno laboral libre de conflictos donde el diálogo y la comunicación sean lo habitual y donde el trabajo colaborativo se convierta en la mejor manera de ejecutar las actividades y procesos habituales. Esos son los pasos para encontrar la eudaimonia (felicidad) que decían los estoicos.
