La llamada “zona de confort” es otro de los conceptos de moda que aparecen con frecuencia en artículos de todo tipo, normalmente animándote a salir de ella en busca del crecimiento y la felicidad y alejándote del aburrimiento. Como dice la Wikipedia, la zona de confort consiste, en pocas palabras, en realizar tareas, acciones y pensamientos con la misma rutina de siempre, para conseguir un nivel constante de rendimiento. Como “rutina” es una palabra con una cierta connotación negativa, el ideal de vida parece consistir en ir buscando continuamente nuevos retos y desafíos, innovando y reinventándose cada dos por tres.
Pero ¿qué pasa si estoy tan contento en mi zona de confort? ¿Por qué he de salir de ella si el nivel constante de rendimiento que consigo es suficiente para lo que se me pide? ¿Qué necesidad hay de buscarse líos ahí fuera cuando en mi zona de confort lo tengo todo controlado y, en una palabra, soy feliz? Que otra persona en mi lugar se aburriera no significa que yo me aburra haciendo lo que hago…
Una postura perfectamente legítima y entendible. De ninguna manera se es menos capaz o menos competente si se piensa así, especialmente cuando tienes algún tipo de responsabilidad en tu vida personal, llámese familia, llámese hipoteca o lo que sea, porque es mucho más fácil innovar y atreverse con una aventura loca si no tienes nada que te ate o si dispones de un buen colchón protegiéndote si la idea loca no sale como esperabas.
Del mismo modo, las personas inquietas que necesitan hacer cosas nuevas, plantearse desafíos, y que son capaces de salir de una vida tranquila para embarcarse en una aventura nueva buscando realizarse completamente o solo por afán de superación tienen todos mis respetos y admiración. Aprenden cosas nuevas cada día, tienen más facilidad para adaptarse a situaciones nuevas, no suelen ser de los que se rinden ante la primera adversidad… en resumen, también son gente muy competente, de esos que merece la pena tener en tu círculo de contactos.
No hay dos personas iguales, cada uno tenemos nuestras circunstancias y nuestro carácter y lo que es bueno para uno es nefasto para el otro. Por eso no entro en si hay que salir o no de la zona de confort, que cada uno haga lo que más le convenga en cada momento. Lo que yo defiendo es que siempre tenemos que preocuparnos de desarrollar nuevas capacidades, de mantener una formación continua y de aprender cosas nuevas, porque en nuestra zona de confort podemos estar muy calentitos, pero de repente, llega una pandemia, o un fiero competidor, o un CEO nuevo dispuesto a darle la vuelta a tu empresa como si fuera un calcetín, y resulta que tu zona de confort se evapora en un instante. Te das cuenta que esa zona de confort te estaba limitando y te había creado una dependencia de ciertas rutinas que ahora, no te permiten encontrar una alternativa.
Por ello animo a todo el mundo a que no dejen de formarse en aquello que les interese, aunque no tengan ninguna intención de dejar su trabajo actual. Animo también a iniciar proyectos compatibles con su ocupación (escribir un blog, por ejemplo) que te hagan estar ocupado en algo que se salga de tu día a día laboral. Preocuparse de no perder esas capacidades que adquiriste en un proyecto anterior y que ahora no utilizas pero que sabes que podrían volver a serte de utilidad en un futuro. Porque buscar nuevos retos profesionales no quiere decir liarse la manta a la cabeza y dejar absolutamente todo atrás. Hay muchas cosas que se pueden hacer que, sin sacarte de tu zona de confort, te permitan desarrollarte profesionalmente y estar preparado para lo que pueda venir.