Empezaré confesando que la música no es algo que me guste de manera especial. Que, el rock no está entre mis estilos favoritos y que, de Bruce, solo me sé esas canciones que es imposible no saberse. Pero, hete aquí que esta semana, los bucles de la vida me han llevado a uno de sus conciertos en Madrid.

Y, al llegar a casa, no he podido menos que sentarme a escribir este post.

Porque no he visto cosa igual en términos de energía colectiva. Y eso que el tipo tiene la friolera de 74 años. Y la mayoría de los pedazo de músicos, de la no menos famosa E Street Band,  que le acompañan en el escenario, ahí se andan.

Porque, no sólo sin saberme apenas un puñado de canciones me lo pasé genial. Sino porque caí en la cuenta de que, si llevamos lo vivido en ese concierto cada uno a nuestro terreno profesional, tenemos (todos) mucho que aprender.

¿Qué hace a este tipo, amén de un pedazo de profesional, un ser fuera de lo normal?

Estas son mis razones:

1.- Entrega. Que un señor que lo ha hecho todo en su profesión y que arrastra unos problemas con su voz que le han llevado a cancelar eventos la semana anterior arranque un concierto de tres horas con la yugular hinchada y dándolo todo es para quitarse el sombrero. Enseñándonos cómo es tu actitud y no tanto tu aptitud, la que determina tu altitud.

2.- Energía. A la vista de la «entrega anticipada» de esos fans ganados disco tras disco, este “abuelito” podría perfectamente tomarse sus descansitos entre canción y canción o tirar de los ritmos más pausados de su repertorio y dejaría igual de encantados a quienes ha ido a escucharle. Pero él decide encadenar una canción con otra sin apenas respirar, haciéndote olvidar (del todo) que ya está lejos de ser un chaval. ¿Hay mejor demostración de que ser viejo no implica impepinablemente el tener que arrastrar los pies?

3.- Oficio. Hasta cuanto domina los básicos, no sólo de la música sino también del gran directo y de la gestión de una banda, es algo que como profana que soy no puedo valorar. Pero sin duda sé que el dominio tiene que ser mucho, porque todo parece salirle fácil y fluido. Digan lo que digan, la maestría sigue siendo un valor irremplazable. Solo quienes llevamos años en el tajo sabemos que todo lo enormemente complejo (como seguro es un espectáculo de ese porte) solo parece fácil cuando has pasado tus 10.000 horas de práctica.

4.- Equipo. Que no solo es de primera, sino que es de siempre. Y eso que dicen que, donde hay confianza da asco. Porque en las relaciones que se mantienen en el tiempo acaba habiendo de todo como en botica: juergas, amores, celos, enfados, odios… Ser capaz de mantener relaciones de compañerismo efectivas y eficaces es un arte que a muchos nos cuesta cultivar. Lo más fácil es romper al primer mal rollo y si aquí te he visto no me acuerdo. Recoser un roto está solo al alcance de almas inteligentes y, sobre todo, profundamente generosas.

5.- Renovación. Decir que la media de edad de la legendaria E Street Band es 74 sería faltar a la verdad. Porque Bruce cuenta hoy en el saxo a un chaval que aún no ha cumplido los 50. Y que ocupa, de pleno derecho, el lugar de tu tío fallecido. Liason emocional a un lado (que también tiene su valor), estoy segura de que habría excelentes reemplazos generacionalmente más cercanos al resto del equipo… pero él se atreve con esa diversidad intergeneracional, que siempre aporta aire y frescura. ¿Dar su sitio a los “becarios”, integrándolos como uno más de ese equipo que lleva años formado, no es también una gran muestra de sabiduría y generosidad?

6.- Reconocimiento. No faltan en el montaje visual imágenes de los compañeros que se han ido quedando por el camino. Reconocer a quienes te han hecho lo que hoy eres no solo es un detalle precioso que dice mucho de ti. Es de justicia reconocer que somos los compañeros con los que viajamos, aunque a muchos les ciegue su ego, que debe ser enorme cuando tu fama es planetaria. Conservar la humildad es imprescindible para brillar.

7.- Emoción. Baja hasta el público, roza manos, recoge una sudadera que le hacen llegar… hasta aquí todo normal. Pero me quedo patidifusa cuando veo como agradece y se emociona con el abrazo de un espontáneo que se alarga un poco más de lo natural. No se tensa, no se asusta, bien al contrario, lo devuelve con gratitud. Soy yo quien se tensa al recordar al pirado que mató a John Lennon. Pero él sonríe y sus ojos se humedecen. Emocionar es un arte solo a la altura de quienes se dan permiso para seguir emocionándose, por largo que sea el camino que llevan recorrido y por altos que sean los logros alcanzados.

8.- Personalidad. Su impecable chaleco y corbata me sorprenden. No son lo más habitual en un cantante de rock. Pero él ejerce su derecho a definir su “nueva normalidad”. Sin inmutarse, sin cuestionársela, sin que entre en la ecuación el qué dirán esos viejos rockeros que abarrotan el estadio. Del mismo modo que sus canciones son más crepusculares, como no podía ser de otro modo en alguien a quien queda mucho menos por delante que por detrás. Ser tú mismo no siempre es fácil, pero cuesta aún más mantenerte alineado en tu yo de hoy que tal vez desdiga y contradiga a tu yo de antes, que es a quien con más frecuencia esperan los demás. Ole, ole, ole.  

9.- Relato personal. Durante todo el concierto apenas habla, ni siquiera introduce sus canciones, dejando que sea su música quien lo haga por él. Pero en un momento, para. Hay algo que quiere contar. Es la historia que hay detrás de su canción Last Man Standing, escrita, según nos cuenta (subtitulado en español en las pantallas), a los pies del lecho de muerte del ultimo de los componentes de su primera banda. Y cierra en un apoteósico final con la emocionante I’ll See You In My Dreams (también subtitulada) que me suena, a partes iguales, a despedida y a eternidad. Asumir que, por brillante que se haya sido, uno lo dejará en algún momento, es para mi una imprescindible lección de cabeza bien puesta y de dignidad.

10.- Diversión. Una cosa me queda meridianamente clara: este chico nos divierte porque él se divierte, nos levanta de la silla porque él no se sienta ni un segundo, nos energiza porque está on fire… nos llega porque él disfruta entregando la mejor versión de sí mismo. Y es que sea lo que sea lo que hagas, solo cuando tu disfrutas del camino, llegas. Y solo cuando lo has hecho, es cuando al echar la vista atrás, ves que todo ha tenido algún sentido.

Que me perdonen, pero esto de “The Boss” se me queda corto. Este tipo es el puto amo.

Un puto crack SENIOR (con intencionadas mayúsculas).

Porque, lo de Mr. Springsteen va más allá de sus canciones.

A lo que ha hecho este tipo esta semana en Madrid yo lo llamo dinamitar todos los tópicos del talento senior.

¡Larga vida al Boss!

@vcnocito