Des-pa-ci-to, pasito a pasito, suave suavecito…” No me digas que nunca has escuchado el “Despacito” de Luis Fonsi, canción reproducida más de 6.000 millones de veces en Youtube en el momento de escribir este post (y subiendo). Y ahora yo me pregunto, ¿es Luis Fonsi un apóstol del movimiento “slow life” cuya filosofía es tomarse la vida lejos del stress y de las prisas habituales, disfrutando de nuestro día a día?

Quizá Luis Fonsi se inspiró para escribir su archifamosa canción en el libro de Carl Honoré Elogio de la lentitud, que supone un poco la fundación del movimiento slow. En él, Carl Honoré analiza el culto a la velocidad que impera hoy en día y que se ha convertido en la manera estándar de comportarnos. Cuenta el autor que la idea para su libro le llegó tras leer un artículo en un periódico titulado «El cuento para antes de dormir que sólo dura un minuto».  En él se anunciaba que para ayudar a los padres que han de ocuparse de sus pequeños hijos devoradores de tiempo, varios autores habían condensado cuentos clásicos de Hans Christian Andersen en fragmentos sonoros de sesenta segundos. Los padres encantados, pero obviamente, a los niños les sabía a poco. Es decir, tenemos tanta prisa en nuestro día a día que buscamos la manera de ahorrarnos unos minutillos de tranquilidad con nuestros hijos pequeños al final del día.

Slow life en inglés significa vida lenta, lo que no es hacer el vago o tumbarse doce horas al día. Significa tomarse la vida de otra manera, alejarse de la prisa habitual y disfrutar de cada acción que realizamos. Significa en dos palabras, saber parar. Se promueve el equilibrio entre lo moderno y lo tradicional, es decir, no da la espalda a la tecnología, pero sí que aboga por saber desconectar, por disfrutar del momento de leer el periódico tranquilamente y no solo de dar un rápido vistazo a los titulares en tu móvil, por ejemplo. También aboga por un consumo responsable, por la meditación, por comer solo productos de temporada o por probar medicinas complementarias como el reiki,

Suele ocurrir que cuando estiras un concepto acaba desnaturalizándose y alejándose de su significado inicial. Así que dejo los beneficios del reiki para otro momento y me quedo con los beneficios que te aporta a tu vida profesional (y personal) hacer las cosas despacio. Insisto, no se trata de no hacer nada, sino de hacerlo todo de otra manera.  Porque estamos llevando el concepto de productividad a un extremo un poco absurdo, a mi juicio. Me maravilla por ejemplo el esfuerzo que se hace en el desarrollo de software para que el usuario haga un clic de menos o deje de teclear un dato y así ahorrarse… ¿15 segundos en realizar una tarea delante del PC? Es decir, buscamos ser 15 segundos “más productivos”, cuando la productividad no va de acabar antes sino de hacer las cosas mejor y más ordenadamente para luego no perder tiempo en corregir errores o en buscar ese dato que te hace falta y no sabes en qué carpeta se quedó.

En este mundo en el que vivimos lleno de horarios y fechas límite, parece que todo tiene que hacerse muy deprisa: comida rápida para no cocinar, ejercicio físico muy concentrado en un rato de gimnasio… pleitesía a la velocidad. Antes se decía que los peces grandes se comían a los pequeños. Ahora, está claro que es el pez lento el que se come al rápido.

No se trata de trabajar más horas ni de hacer más cosas, sino de hacerlas mejor. No es nada fácil de conseguir porque hay siempre a tu alrededor una especie de alud que te arrastra y del que no es fácil escaparse, pero hay que planteárselo al menos. Voy a terminar con un fragmento del libro que mencionaba inicialmente, Elogio de la lentitud que resume esa filosofía de la slow life “ciertas cosas no pueden o no deben acelerarse, requieren tiempo, necesitan hacerse lentamente… Todas las cosas que nos unen y hacen que la vida merezca la pena—la comunidad, la familia, la amistad—medran en lo único de lo que siempre andamos cortos: el tiempo”. Así sea.