Deseabas una vida virtual y ahora que la tienes por imperativo legal, te agobia tanto que estás empezando a aborrecerla.

Toda la vida deseando teletrabajar y ahora “odias” el teletrabajo porque te levantas del ordenador casi de noche. Harto de desperdiciar tu fin de semana pateando centros comerciales para pasarte el día gestionando devoluciones de tus compras online. Profundamente decepcionado con ese curso virtual que no ha resultado ser más que un puñado de pdfs ligados a un aburrido busto parlante.

Así que has te has declarado partidario de lo analógico: Lo digital no te gusta y quieres volver a lo de antes.

Yo también quiero volver a mi vida anterior. Pero no para chupar atascos ni para sumar horas vacías sin actividad productiva, perdiendo en colas y esperas mi precioso tiempo. Quiero hacerlo para tener opciones y capacidad de elegir.

Como entusiasta de la digitalización que soy, me duele en el alma ver cómo estos meses de confinamiento han cambiado a peor las impresiones sobre las actividades digitales, ya sean el trabajo remoto, las compras, el ocio o la formación online.

Y se me ponen los pelos de punta al hablar con quienes siempre envidiaron el que trabajara desde casa o el que diera clases online y que hoy me miran como a una desgraciada mientras dicen no saber cómo lo aguanto.

Me rebelo contra la idea de que lo digital es un agobio.

Porque aún me rebelo más contra el hecho de que, unas conclusiones apresuradas producto de una mala educación digital (como lo oyes), te hayan hecho tomar partido por lo de antes.

Porque, si es así, no solo es una pena sino que  estás desaprovechando muchas oportunidades. Algo que tal vez ninguno nos podamos ya permitir.

Así que antes de “elegir bando” y dar carpetazo a lo digital, te rogaría que revises dos conceptos que nada tienen que ver con la tecnología y todo con cómo la usas tú.

¿Cómo de eficiente eres?

Saber colgar un cuadro no implica saber hacerlo bien. Se puede tardar toda una tarde y acabar harto y con el cuadro torcido o hacerlo en cinco minutos con precisión milimétrica.

Los resultados siempre están ajustados al contexto en el que se producen. La diferencia entre un escenario de excelencia operativa y uno agobiante es saber qué hace falta tener en cuenta en lugar de lanzarte sin más parapetado tan solo en tu buena voluntad.

La eficiencia que concluye en identificación fluida con un proceso se fundamenta en tres pilares

  • Un conjunto mínimo de capacidades y herramientas. Una buena conexión a internet, un ordenador medio decente y unos aplicativos en la nube (de trabajo, de compras o de ocio) serían el abc. Cualquier intento de acceso “pellejero” y de uso a distancia de plataformas no preparadas para el acceso remoto y concurrente es un infierno que te hace perder el tiempo y la paciencia. Si te toca como obligatorio, paciencia, pero no pienses que eso es teletrabajar o ver una peli en casa. Sería como pensar que ir en coche es incómodo porque fuiste con un 600 por un camino de cabras. No se puede sacar partido a lo digital con herramientas de años que empiezan por 19. Tendrás que evolucionar y pedir a tu entorno (jefes incluidos) que lo hagan.
  • Saber elegir la herramienta más adecuada para cada tarea. Con más frecuencia de la que debiéramos matamos moscas a cañonazos, con el consiguiente coste en efectividad, esfuerzo y dinero. Por ejemplo, estamos descubriendo lo agotador y estresante que puede ser una jornada de trabajo que encadena videoreuniones. Sin embargo, ahí seguimos como corderitos atrapados por la novedad, sin darnos opción siquiera de pensar en cambiar a otras herramientas más adecuadas para gestionar la comunicación profesional. Despreciando los emails, chat y llamadas, pero también las menos conocidas plataformas de trabajo colaborativo, para acabar no sabiendo en qué hemos gastado un día que nos ha cundido entre poco y nada.
  • Entender que no se pueden hacer varias cosas a la vez. Lo digital a veces parece tan virtual que creemos que podemos hacerlo todo a la vez. ¿Tú eres capaz de elegir unos zapatos mientras hablas por teléfono? Yo desde luego seguro que me llevaría el modelo o la talla que justo he descartado. ¿Te habría atrapado igual esa peli de intriga si en el cine la hubieran parado 3 veces para ofrecerte palomitas o permitirte que fueras al baño o atender esa “llamada urgente” de tu madre? Levantarte de la mesa a cada rato para poner la lavadora o dar vuelta a las lentejas puede desconcentrar mucho. Porque no sólo cuenta el rato que a esa tarea hemos dedicado, sino el que tardamos en concentrarnos para arrancar de nuevo.

¿Cómo de disciplinado eres?

Y esta es la madre de todas las preguntas, porque aunque no nos guste reconocerlo, pero la ansiedad, la adición y el agobio tienen mucho que ver con nosotros mismos. Con ese “total ya que me he puesto lo termino” o ese “tengo que decidirme ya porque esta oferta se acaba en 24 horas”.

Una vida digital ordenada, y por tanto equilibrada y razonable, pasa por dos compromisos contigo mismo

  • Ponerte tú en el centro de la gestión, eligiendo tus tiempos y tus canales para resolver. Tenemos en digital más libros de los que podemos leer, más series de las que podemos ver, y más fotos de las que deseamos cotillear. Y en nuestros móviles más mensajes de WhatsApp o de correo y más notificaciones en las redes sociales de las que deseamos atender. Incrementando así nuestro agobio por consumir todo eso que guardamos y abriendo la puerta a la tiranía de las “cosas que tengo pendientes”. Para y neutraliza a los tiranos de lo inmediato.
  • Establecer tus propios límites, educando a tu entorno para que los respete. Igual que no atracas la nevera a las tres de la mañana solo porque la tienes llena con la compra del día anterior o no te pasas la noche en vela con ese libro que acabas de adquirir, la adición que nos provoca lo digital tiene, salvo casos particulares, fácil remedio. Ponte horarios para cada cosa y sé firme con los demás, pero también contigo mismo. Porque no son pocas las veces donde te excusas en los otros para no aplicar un compromiso que solo de ti depende.

No basta con adaptarse a la nueva normalidad, toca reinventarse para poder disfrutar de ella.

Y en ese camino las herramientas digitales no son ni buenas ni malas. Es el uso que haces de ellas, y por tanto, los resultados que obtienes, lo que determina tu adhesión inquebrantable o tu odio fratricida.

Trabaja para adaptar tus contextos y date nuevas oportunidades de experimentar en ellos. No olvides que nunca es bueno calificar nada en base a una única experiencia. Y menos si te tocó vivirla sin premeditación y con alevosía.

@vcnocito