Nota para mis jefes, pasados y presentes: Que quede claro que esto no lo digo yo, lo dice este artículo de Harvard Business Review escrito por Tomas Chamorro-Premuzic que es un prestigioso profesor de la Universidad de Columbia… 🙂

Qué levante la mano quien no haya dicho alguna vez una frase parecida a la que da título a este post tomando un café con los compañeros de trabajo. El jefe es, junto con la suegra y últimamente los políticos, el blanco de todas las críticas.

El artículo que menciono se titula realmente por qué tantos hombres incompetentes llegan a ser jefe, y básicamente expone una serie de razones por las que hay muchos más hombres que mujeres en los consejos de dirección de las empresas. La principal, según el autor, es la incapacidad del ser humano para distinguir entre confianza y competencia que nos lleva a asumir que alguien que aparece en público seguro de sí mismo es una persona competente y por tanto, gestos de arrogancia son asimilados a carisma y malinterpretados como potencial de liderazgo. Y esos gestos de arrogancia y exceso de confianza son más comunes entre los hombres que entre las mujeres.

Y es que está demostrado por la psicología que los grupos humanos tienen una tendencia natural a elegir como líderes a personas egocéntricas y narcisistas porque según Freud, reemplazamos nuestras tendencias narcisistas por las del líder como una especie de narcisismo disfrazado, por lo que mucha gente sustituye la falta de amor en sí mismos por el amor al líder. Así, la clásica imagen de un gran líder engloba muchas características que en otras personas se consideran desórdenes de personalidad, tales como el narcisismo (pensemos en Steve Jobs, Vladimir Putin…), histrionismo (Richard Branson, Trump…), psicopatías (cualquier dictador aclamado por gran parte de su pueblo) o maquiavelismo.

Yo le voy a quitar la componente de género a mi artículo dado que me da igual que el jefe sea hombre o mujer y tampoco voy a meterme en análisis psicológicos de los que sé muy poco. Lo que sí creo, basándome en mis experiencias personales, es que los mejores jefes son personas humildes que anteponen el bien común del grupo a su interés personal. Es más, la paradoja es que aquellas características que empujan a una persona a llegar a ser un líder (arrogancia, exceso de confianza en sí mismo…) son las mismas características que le harán ser un  líder incompetente.

Un buen líder es aquel capaz de ganarse el respeto de sus colaboradores y que consigue que ellos estén orgullosos de pertenecer a su equipo, que comunica de forma efectiva su visión de lo que hay que hacer, que empodera a las personas que están jerárquicamente debajo de él, que es justo en todo lo referente a reconocimientos por lo logros conseguidos y que resuelve los problemas de una manera creativa, flexible y diferente a lo que se ha hecho anteriormente.

Y todas esas características se demuestran en pequeños detalles cotidianos más que en grandes arengas y en saber mantener buenas conversaciones con el equipo (ojo, conversaciones, no monólogos), donde escuche activamente a todo el mundo y haga aportaciones de valor.

Es más, en la era de la transformación digital en la que vivimos, las empresas deben pasar de un modelo de dirección vertical a otro más horizontal el liderazgo se vuelve más colaborativo y participativo. Sin entender todo esto, las empresas no podrán progresar mucho.