Leí esta frase en un anuncio publicitario… Una gran verdad, pensé. ¿Por qué nos la aplicamos tan poco?

Dicen que el elemento que más influye en nuestra felicidad es el tipo de personas de las que nos rodeamos. Sin embargo, excepto cuando de buscar pareja se trata, tendemos a conformarnos con las que nos tocan en suerte, sin ningún “plan de mejora de amigos y compañeros” en nuestro debe.

Evidentemente, casi nunca es posible elegir a quien nos rodea. Al menos, no en lo físico. Pero sí es posible, e incluso altamente recomendable, elegir en qué personas ponemos foco y a cuáles les dedicamos nuestra atención.

Somos producto de quienes nos rodean

Todos sin excepción, somos un espejo de la imagen que en nosotros proyectan nuestras personas más cercanas. Tendemos a imitar como los monos, comportamientos de quienes tenemos a nuestro lado. Si alguien te sonríen, tú tiendes a hacerlo también. Y subes el nivel de tu enfado, cuando alguien te entra de modo huraño y agresivo.

Cada vez que entramos en un mal rollo con alguien, sea o no culpa nuestra, nos quemamos y consumimos nuestra energía con cabreos, pensamientos negativos, réplicas y contrarréplicas. Además de agotarnos física y mentalmente, nos quedamos en desventaja, a remolque de lo que haga o diga el otro, tratando de defendernos y justificarnos, buscando que los demás corrijan su actitud, se disculpen o hagan aquello que nosotros haríamos en su lugar. Algo que nunca se producirá, ya que nadie está en el lugar de nadie.

Elige a quien “ves” y a quien ignoras

Así que parece buena idea tratar de configurar una “vista” selectiva de lo que hay, tratando de fijarte sólo en quien te aporta, en quien te anima, en quien te hace mejor profesional y mejor persona.

Yo propongo algunas ideas

  • Consigue que algunas cosas te importen un pimiento. No se trata de ser indiferente a todo. Pero en la vida hay que decidir qué guerras merece la pena librar para despreocuparnos de lo demás. Muchas de las cosas que te preocupan no merecen la atención que les dedicas. Y sólo te das cuenta cuando lo piensas en frío.
  • Elige tus conversaciones para el café. Los marrones, las críticas y las ineficiencias estarán siempre presentes en nuestro día a día. Forman parte de la existencia. Acéptalo sin regodearte en ello. Trata de elegir conversaciones alegres, laterales, que pongan el acento en planes para el fin de semana si vienes de un desastre de reunión.
  • Participa en proyectos en los que haya personas que te gusten. Tenemos mucha más capacidad de la que creemos de diseñar nuestro propio trabajo. Tratar de ofrecerse para labores en proyectos que molan o con gente que admiras y de la que puedes aprender, casi siempre será bien recibido por tu jefe. Un foco de atención alternativo a tus archiconocidos conflictos cotidianos te hará sentir más libre y más satisfecho.
  • Fomenta tu comunidad online. Hay gente maravillosa en otros departamentos y por descontado, en otras empresas. Utiliza las herramientas a tu alcance para conectar en lo profesional con ellas. Redes sociales, acciones corporativas, plataformas de “trabajo colaborativo”. Ponte a disposición del mundo, trabaja en «voz alta» y déjate llevar.

Cada día nos toca interactuar con un sinfín de personas. Los roces y los malentendidos están siempre ahí, forman parte del juego. Sin embargo, depende de cada uno separar el grano de la paja. Podemos decidir si nos dejamos arrastrar por asuntos secundarios, perdiendo un tiempo y una energía preciosos para lo que sí es relevante, o si identificamos a quienes nos absorben las fuerzas y aprendemos a “no verlos”.

Dado que vivir consiste en convivir con personas, seleccionemos y regalemos nuestra atención sólo quienes merezcan la pena.

@vcnocito