Mucho se habla hoy de reclutamiento 2.0. Dicen que hoy las empresas ya no anuncian los puestos de trabajo que necesitan cubrir sino que, haciendo uso de las nuevas tecnologías, bucean hasta encontrar y atraer a las personas adecuadas. ¿Para qué vale entonces tener un buen curriculum vitae?

Porque, según este nuevo modelo, para ser considerado candidato solo cuenta ya lo que demuestras en Internet y las RRSS. Y, en todo este proceso, cada vez pesa menos el curriculum y que suben enteros las capacidades y las actitudes, lo que eres capaz de contar y sobre todo, lo que eres capaz de compartir. Así que el folio que entregas resumiendo tu carrera profesional y tus experiencias, se vería eclipsado por lo que se desprende de ti escuchando tus redes sociales.

Yo siempre he creído que la actitud con la que enfrentas las cosas es el único factor que marca diferencias. Estoy totalmente a favor de que suba enteros la experiencia demostrada y corroborada por otros, la actitud abierta y honesta y sobre todo el espíritu colaborador y colaborativo.

Pero, tranquilos los alérgicos a la modernidad y a las redes sociales, que del dicho al hecho siempre hay un trecho. Y muy largo. Porque aunque los expertos en recursos humanos estén de acuerdo en que se debe contratar basándose en las competencias que demuestran los candidatos, la realidad es que se sigue contratando en base en las experiencias que relatan en un papel, al menos en el entorno de empresas donde trabajan amigos y conocidos. No sé lo que harán en Silicon Valley, pero en Madrid y en Zamora, estamos como estábamos.

Bien es verdad que una vez pasadas las cribas del curriculum, cuando ya tienen su lista de preseleccionados, todos caen en la tentación de “googlear” al candidato, a ver qué pinta tiene. Y en ese “cotillear” a veces encontramos cosas que nos harán inclinar la balanza. Esa foto embutida en un vestido dos tallas menor bailando como si no hubiera un mañana o ese enlace a un currado blog personal sobre jardinería pueden hacer que te cojan o que te descarten.

Lo cierto es que, aunque muchas empresas se hagan las modernas con salas de ping pong, clases de yoga o cursos de mindfulness yo constato con cierto disgusto, que en cuestiones de reclutamiento casi todo sigue igual. Es verdad que este tipo de prácticas 2.0, más acordes con la era digital, van calando, pero me temo que la modernidad anglosajona o nórdica aún no han llegado a Castilla. Aun incorporando cierta sensibilidad hacia formas más flexibles e innovadoras, empresas se sienten profundamente apegadas a sus métodos de siempre.

Quienes hemos tenido oportunidad de entrevistar candidatos sabemos que no siempre es mejor elegir al candidato que presenta un currículum vitae. Por mi parte, prefiero al activo que al lumbreras, al que sonríe y duda frente al que se muestra seguro detrás de su flamante MBA. Y cada vez estoy más de acuerdo con gente como Laszlo Bock (VP de RRHH de Google) que dice que el expediente académico no sirve para nada. No digo que no valga para nada estudiar, pero debemos tener claro que lo verdaderamente importante no es lo que estudias sino lo que aprendes. Y más aún, saber hacerlo en cada actividad que realizas y no dejar de hacerlo en todos los días de tu vida. Con cursos o sin ellos.

A mí me gusta pensar que el valor de cada uno no reside en lo que sabe, sino en lo que es capaz de hacer con lo que sabe. No en lo que ha hecho, sino en lo que ha aprendido con lo que ha hecho, en qué repetiría, qué cambiaría y qué puede extrapolar. Aunque soy consciente de que este tipo de valoraciones más abiertas, donde se valoranen base a hechos demostrados tanto las capacidades de gestión como las de aprendizaje, tanto los conocimientos como la actitud y sobretodo la pasión y el entusiasmo sólo existe aún allende los mares.

Aquí no nos atrevemos del todo, no nos arriesgamos a innovar y buscamos candidatos que sepan estén haciendo exactamente lo mismo que necesitamos hacer, pero en la competencia. No terminamos de querer que nadie “imprima personalidad” a la empresa y que sea la cara apasionada y entusiasta de la compañía frente a los clientes.

Sin embargo, todo llega. Y por ello, aunnue no esté buscando hoy un cambio de trabajo, yo trato siempre de mostrarme valiosa en las dos aproximaciones. Acumulando experiencias interesantes que enumerar en un papel y demostrando al mismo tiempo con mis publicaciones en internet y las redes sociales dónde tengo la cabeza y las manos puestas. Anteponiendo el “venderme” con el ser de utilidad.

Y no dejan de sorprenderme las consecuencias. Te recomiendo que lo pienses. Y que te animes a probarlo.

@vcnocito